Nuestra luz…
Hemos iluminado todos los rincones del planeta tierra. La ciencia nos está revelando los
secretos últimos de nuestra existencia. Tanta luz nos está cegando los ojos. Es una luz
que no llega a todas partes en su misma intensidad. A muchos también se les apaga la
luz y comienzan a desposarse con las tinieblas. Son hijos/as de la oscuridad. O de la
noche y sus obras también son hechura de sombra y muerte.
Jesús ha venido a iluminarnos. Él es la luz. Pero es una luz diferente a nuestras
termoeléctricas, a nuestras incandescencias. Jesús quiere iluminar nuestros corazones,
nuestras conciencias, nuestras mentes. Estamos abarrotados/as de prejuicios, de
mezquindades, de silencios cómplices, de fundamentalismos a todos los niveles y de
todas las dimensiones del ser humano.
El viejo Simeón, en la tarde de su vida, alcanza a ver la luz que le abre los caminos de la
eternidad. Pero antes, anuncia y proclama, como testigo, la presencia sigilosa y discreta
de esa luz. La esperanza le decía que sus ojos no se apagarían en las tinieblas. Y la toma
en sus manos que le quema su cuerpo hecho tizón y luego la prende como llamarada
incendiaria que arrasa abrasando todos los rincones de humanidad entera.
Ahora somos nosotros/as los responsables de esa luz. Somos apenas cerillas de poca
intensidad. Nuestras obras desdicen la hoguera de donde hemos nacido como hijos/as de
la luz. En el bautismo nos entregaron esa luz. Nos hicieron portadores de la luz. Pero no
sólo encerrados para iluminar nuestros egoísmos, sino abiertos a todas las fronteras, a
todos los horizontes. La luz va en manos de nuestra esperanza.
Cochabamba 01.02.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com