FIESTA DE LA PRESENTACION DEL SEÑOR EN EL
TEMPLO
(2 de Febrero)
2015 Año de la Vida Consagrada
Lecturas bíblicas
a.- Ml. 3, 1-4: Entrará en el santuario, el Señor a quien vosotros
buscáis.
El autor sagrado está preocupado por responder a los creyentes el
escándalo que produce el éxito de los impíos, ricos y opresores, y el
dolor y sufrimiento de los justos. Escribe una vez regresados los
judíos del exilio babilónico. De ahí que anuncie el “Día de Yahvé”
(Ml.3, 23), cuando Dios hará desaparecer el mal para siempre, y a
los fieles, una vida mejor. El profeta ve el cumplimiento de este
anuncio, cuando contempla a Yahvé volverá a su templo de
Jerusalén (v.1), y las naciones subirán a ofrecer en él un sacrificio
agradable a Dios. El profeta anuncia que Dios vendrá a tomar
posesión de su templo. El mensajero, que prefigura a Juan Bautista
(cfr. Mt.11, 10; Lc.7,27), el Ángel de la Alianza, son formas de
designar al propio Yahvé, que lleva a delante su obra de purificación
con fuego y lejía, fundir y purgar (vv.2-3), comenzando por los
sacerdotes que sirven en el templo, para que una vez purificados
puedan ser gratas a Dios, las oblaciones y sacrificios, porque en
definitiva, el pueblo será lo que Dios espera de él, como en los años
remotos (v.4). Con esta visión la escatología profética, se llega a la
idea de la retribución individual, donde los justos verán el castigo
merecido de los impíos. Este pasaje es de actualidad, porque muchos
injustos, gozan en esta vida, mientras los pobres sufren, y el silencio
de Dios, retarda su venida en el corazón de los fieles. La fe en su
actuar, y la esperanza en su venida, a pesar de la visión oscura de la
realidad que nos circunda, creemos que Dios es luz y amor, que
viene a iluminar, purificar y crear comunión en su pueblo.
b.- Hb. 2, 14-18: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.
Se destaca la cercanía de Cristo, en el contexto de su condición de
Sumo Sacerdote, con los que creen en ÉL, los que redimió del
pecado y la muerte. Jesús es de los nuestros, comparte nuestra
naturaleza humana, no se avergüenza en llamarnos hermanos (cfr.
Hb. 2, 11. 14). La Encarnación, es el contenido de la Navidad: Dios
con nosotros. Asume todo el caudal humano. Vivir en familia, las
penas y alegrías, sufrimientos y limitaciones, el dolor y la muerte.
Aceptó al hombre pecador, limitado, como también al bueno y justo;
Jesús asume al hombre como hermano, desde aquel que lo acepta
como tal, como a quien lo rechaza y traiciona, hasta quien lo lleva a
la muerte. A todos los habló de perdón y amor misericordioso como
palabra del Padre, de una verdad que hay que encontrar en ÉL, un
camino que traza y lleva a la Cruz gloriosa y vida nueva resucitada.
Desde Belén, Jesús experimentó la angustia de muerte, salvó la vida,
por el cuidado de sus padres, hasta la muerte de Cruz, síntesis de
todos los sufrimientos humanos (cfr. Hb.2,9-10); experimentó la
angustia del hombre que se estremece, ante los infinitos deseos de
vida y felicidad que siente, pero limitado por la realidad, y que la
muerte amenaza de no convertir en una realidad, esos deseos tan
profundos. El débil Niño de Belén, es comienzo donde lo humano y
divino, la fuerza redentora del amor se hace presente en todo su
misterio, revelado a algunos, ignorado por otros. La experiencia
humana vivida por Jesús, sufrimientos e incomprensiones lo lleva a
la perfección, a la gloria, y a la comunión con Dios por medio de su
misterio pascual, liberando al hombre de la angustia de la muerte
(cfr. Hb.2, 9-15). Asumiendo la vida, es como el hombre se entrega
a Dios, encontrando en ÉL vida verdadera. Si vivimos en Dios
aprendemos a amar la vida, y al prójimo, como es, menos el pecado
que es muerte; Belén es vida porque ahí está Jesús, lo mismo que en
el templo donde hoy se presenta.
c.- Lc. 2, 22-40: Mis ojos han visto a tu Salvador.
El evangelio, nos narra la Presentación del Niño Jesús en el templo,
la purificación de María (vv. 22-28), el cántico y profecía de
Simeón y de Ana (vv. 29-40). La Ley establecía la purificación de
la madre, después de dar a luz (cfr. Lv.12, 1-4). Quizás el mejor
sentido de purificación de la madre, se refiera también a la
consagración del Niño, que a diferencia de los animales, que eran
ofrecidos, el hijo primogénito siempre era rescatado (cfr. Ex. 13,12;
13,14ss); su precio eran cinco siclos (cfr. Nm. 3, 47). Sus padres
entregaron la ofrenda de los pobres, es decir, un par de pichones
(cfr. Lev. 12,6-8). Jesús fue presentado al templo, lo que equivalía a
consagrarlo a Dios, hacerlo posesión suya, como Samuel, Juan
Bautista (cfr.1Sam.1,28; Lc.1,35ss). El sentido pleno de esta ofrenda
se comprenderá cuando el Hijo suba a la Cruz, donde no es
sustituido, y muere por la salvación de la humanidad, como el
auténtico primogénito. La presentación en el templo, manifiesta lo
que estaba oculto a Israel acerca de ÉL, lo mismo que los pastores
de Belén, proclamaron en su venida. Ahora que Jesús ha sido
ofrecido al Padre, como respuesta, envía el Espíritu Santo sobre
Simeón y Ana, que dan testimonio salvífico, profetizan acerca de
este Niño. El anciano Simeón, varón justo, temeroso de Dios,
aguardaba el consuelo de Israel, la salvación mesiánica, y a Aquel
que la debía traer (cfr. Is. 49,13). Es un profeta, Dios le ha dado,
antes de morir, ver cumplido su deseo, conocer al Mesías de Dios, el
Ungido del Señor (vv. 26-33). Simeón movido por va al templo,
penetrado de la fe, toma en sus brazos al Niño y bendice a Dios; lo
acoge con cariño y amor, su fe penetra el misterio salvífico y el fin,
es la alabanza de Dios, la bendición de Aquel que es fuente de toda
bendición. El cántico de Simeón, vespertino en su vida, es la
respuesta a la revelación que acaba de recibir acerca de este Niño.
Lo sostiene la palabra profética, que ha sido interpretada a la luz de
los hachos salvíficos (cfr.Is.40,5; 42,6; 46,13; 52,10). Ahora Simeón
satisfecho su deseo, ver al Mesías, puede partir de la vida en paz.
Jesús, es el enviado por Dios, la salvación a la vista de todos los
pueblos (cfr. Is. 52,10). Este Niño que tienen en sus brazos, es Luz
para iluminar a todas las naciones (cfr. Is. 60,1-3; 49,6; 42,6). La
salvación alborea no sólo sobre Israel, sino también sobre las
naciones paganas. Son atraídas por esta luz los pueblos gentiles,
vienen al pueblo de Dios, Israel, para ser iluminados, donde habita
el Salvador. Israel adquiere gloria por la presencia de Jesús en
medio de ellos, resplandor de Dios, por lo que las naciones
glorifican a Israel. Jesús es salud para todos los pueblos, porque la
pueden ver, como lo había anunciado el profeta (cfr. Is. 3,6; Hch.
28,28). José y María, quedan maravillados de lo que escuchan
acerca del Niño (v. 33). Finalmente los dos ancianos profetas
Simeón y Ana profetizan acerca de este Niño Jesús, sobre el cual
Israel deberá tomar una decisión: si uno está con ÉL será salvado,
quien está en contradicción, cae en la perdición (cfr. Is.8,14; 28,16;
65,2; Rm.10,21;Hch.7,21). La suerte del Hijo toca a la Madre hasta
llevarla al pie de la cruz, donde la espada atravesará su alma,
consecuencia última de la contradicción. El dolor de la Madre y la
contradicción del Hijo tienen una clara finalidad fijada por Dios:
quedarán al descubierto, las intenciones de muchos corazones, ante
la señal que es Jesús (v. 35; Jn.3, 19). Mayor contradicción será el
Crucificado, pero María, la Madre estará junto a Él; la verdadera
contradicción es la humanidad de Jesús, donde la obediencia de los
suyos es entrega, en cambio, la desobediencia de sus enemigos que
lo acompañarán en el Gólgota, será seria contradicción (cfr. Lc.
4,22; 7,23; 23,35; Lc. 23, 35-46). Concluye todo, con la palabra de
la profetiza Ana, testigo de la hora de gracia vivida en el templo;
apóstol de la liberación que trae el Redentor. Una nueva Luz brilla
en Jerusalén, porque Jesús está en medio de ellos, pero brillará más
cuando sea exaltado a la gloria del Padre, entonces el nuevo pueblo
de Dios se reunirá, y de ahí partirán llevando el mensaje de
salvación de Cristo a las naciones de la tierra.
Teresa de Jesús, nos invita a poner los ojos en el Niño Jesús, que su
luz ilumina nuestro camino, nuestra vida. Caminemos hacia la Luz
que es Cristo. “Los ojos en El y no hayan miedo se ponga este Sol
de Justicia (cfr. Mal. 3, 20), ni nos deje caminar de noche para que
nos perdamos, si primero no le dejamos a Él.” (V 35,14).