DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía del P. Sergi d’Asís Gelpí, monje de Montserrat
1 de febrero de 2015
Mc 1, 21-28
Hace unos años, este Evangelio que hemos oído me resultaba muy extraño. Y con el
tiempo, se ha convertido en uno de mis favoritos (si es que se puede decir así).
Encontramos una escena espectacular: un hombre enloquecido desafía a Jesús.
Tiempo atrás, un grupo de chicos lo representaron, y nos ayudó a entender la fuerza
de esta escena. Un hombre que interrumpe las enseñanzas de Jesús de una manera
brusca, y como fuera de sí.
Primero, me gustaría que situáramos esta escena en su contexto. Nótese que al
principio de todo hemos oído dos referencias a que Jesús enseñaba. Y al final de este
Evangelio se vuelve a hacer referencia a que Jesús enseña. Por lo tanto, deberíamos
entender este episodio como una parte de su enseñanza. Y ¿qué nos quiere enseñar?
Vemos un hombre totalmente dominado por el Mal. Y Jesús dice: "Cállate y sal de él".
¿Qué significa esta frase? ¿Jesús le está diciendo al hombre que es malo? No, está
diciendo: "Cállate y sal de él". Porque este hombre está dominado por el Mal.
Es como si le dijera: "Tú eres bueno. Pero estás dominado por el Mal, que no te deja
vivir feliz. Libérate de esto que te domina, que te esclaviza, y sé tú mismo. Porque en
el fondo, en tu interior, tú eres bueno".
Y esto nos lo dice a cada uno de nosotros.
Recuerdo a un chico que se estaba desenganchando de la droga. Y decía: "es que,
cuando tenía el mono, no podía parar. Necesitaba dinero para comprarla, y hacía lo
que fuera por tenerla”. Y agradecía que lo hubieran podido parar y ayudarle.
Esto, de una manera u otra, nos puede pasar a cada uno de nosotros. Puede haber
cosas malas que nos dominen, y que no sepamos cómo liberarnos de ellas.
Sentimientos negativos que no nos dejen vivir con Paz.
Y Jesús dice: "Cállate y sal de él”... "porque este hombre es bueno, en su yo más
profundo tiene un deseo de bondad”... "no es malo".
Hay una película sobre San Francisco de Asís que presenta un encuentro entre
Francisco y el Papa de aquel momento. Este encuentro es histórica, tuvo lugar
realmente entre Francisco de Asís y el Papa Inocencio III (que quedó muy
impresionado con la figura de Francisco). Pues bien: esta película muestra este
encuentro entre ambos. Francisco le explica al Papa a qué se ha sentido llamado, y el
Papa (impresionado por su testimonio) le contesta una frase que me parece muy
inspirada: "En nuestra obsesión por el pecado original, con frecuencia olvidamos la
inocencia original".
Quizás sí. Quizá en la Iglesia hemos insistido demasiado con el negativo, y hemos
dejado de lado esta inocencia original, la huella del Creador que todos llevamos.
Todos sin excepción.
Esto es muy fuerte. Porque implica que todas las personas, también en aquellas en las
que nos puede costar más verla, tienen esta huella del Creador. Quizás seas de
aquellos a quienes cuesta aceptar que todo el mundo tiene esa huella.
O quizás seas de aquellos que esto sin embargo lo aceptan. Pero en cambio te cuesta
ver esta huella de Dios en ti mismo. Tal vez porque sientes que no estás a la altura, o
que los errores que has cometido muestran lo contrario, o ¡porque tus sentimientos
negativos o tus obras son tan malas...! Pues bien, Dios te dice: "Tú eres bueno. Eres
buena. Sé que tienes dentro un deseo de bondad y de felicidad. Pero también sé que
eres frágil, y que a veces no aciertas. Confía en mí, en mi Amor. Déjate querer y
transformar. Yo te daré la libertad auténtica, te ayudaré a ser tú mismo, tal como te
imaginé en un principio. Déjate guiar. No porque el camino deba ser fácil, sino porque
vale la pena".
Antes nos preguntábamos qué nos podía enseñar Jesús en el Evangelio de hoy. Pues
que tú, quienquiera que seas, tienes la huella del Creador dentro de ti. Que en ti hay
un deseo sincero de bondad y de felicidad. Y que serás feliz en la medida que dejes
que este deseo se apodere de ti y llene toda tu vida, y que ahuyente de dentro de ti lo
que no te hace auténticamente feliz.
No son cosas de un día para otro. Por eso estamos aquí. Para poner este deseo sobre
el altar, y que Él nos ayude con su fuerza curadora. Que así sea.