Miércoles de Ceniza, Ciclo B
“CAMINANTE NO HAY CAMINO”
Padre Javier Leoz
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Con este poema, con
fondo y mucha filosofía de fondo, se expresó Machado (Extracto de
Proverbios y cantares XXIX)
Cristiano; no hay cuaresma que se sostenga en sí misma. Es el día a día el que, de
verdad, te va hacer sentir si Dios es importante para ti. En tu camino, con tu
esfuerzo y de la mano de Dios, comprobarás si ese camino es cierto o, tan sólo, un
engaño. Si en ese camino va Dios contigo o, por el contrario, sólo quieres ir tú
contigo mismo. ¿Hay camino para Dios?
La cuaresma, en sí misma, no es esencial. Es importante en cuanto que nos lleva a
la Pascua. ¿Y qué nos aguarda en la Pascua? Ni más ni menos que, como en Belén,
primero un Señor humillado pero, más tarde, un Señor glorificado.
Esto, amigo, no se vive de la noche a la mañana. Esto, amigos, no se prepara como
quien va a una librería y sólo lee el índice de un libro pensando que, con eso, ya es
suficiente.
El cristiano, en la cuaresma, se pone en camino. Y con los pasos de la oración, la
conversión, la penitencia, la caridad o la eucaristía aprende a no dejar de lado a
Cristo. ¿Seremos capaces de caminar con Cristo o, tal vez, preferimos otros
corredores con más colores pero sin trascendencia alguna?
Cristiano; la cuaresma será lo que tú quieras y lo que Dios esté dispuesto a
regalarte. Ni el esfuerzo te va a garantizar tu encuentro con Jesús ni, tu tibieza o
frialdad, te van hacer cambiar un ápice de aquello en lo que estás instalado: yo soy
así. La cuaresma, en ese sentido, nos ofrece un abanico de posibilidades para llegar
hasta la Pascua más llenos y, sobre todo, más conscientes de lo que se celebra. No
hay peor cosa que, llegar al calvario, con el hombro débil y sin estar preparado
para el peso de la cruz. Asomarnos al sepulcro y no ver nada porque, nuestros ojos,
están llenos de telarañas superfluas.
La cuaresma, precisamente por eso y por mucho más, es como un “balneario”
donde salen del cuerpo de nuestras almas (y también del corporal) aquello que
estorba a la Gracia, aquello que nos impide reconocer lo mucho que Dios ha hecho
por nosotros.
El Adviento nos llevó a la Navidad y, tal vez, no vimos ni el pesebre ni lo que
habitaba dentro de él. La cuaresma nos empuja a Jerusalén. Malo será que, al
llegar, nos quedemos en el bosque y no veamos la cruz. Nos subamos al monte y
no bajemos al sepulcro vacío.
Que el Señor, de la mano de Teresa de Jesús en este V Centenario y de San Juan
Bosco en su Bicentenario, nos ayuden a crear ambiente alrededor de la periferia de
nuestras almas.
El Papa Francisco insiste constantemente en la necesidad de salir a las periferias
de los pobres. No es menos cierto que, tal vez la gran pobre (porque la
alimentamos poco o nada) es precisamente el alma. Ese lugar donde Dios quiere
reinar y hacernos todo para Él. ¿Estamos dispuestos? ¿Quieres convertirte? ¿De
qué? ¿Por qué? En marcha: hay un camino por recorrer. Aunque, a veces, sea duro
el golpe.
Que la escucha de la Palabra de Dios, las prácticas de piedad, la eucaristía diaria, la
honestidad y sinceridad de nuestra vida, el ejercicio de la caridad, la oración
personal y la abstinencia, nos ayuden a sentir que, el Señor, comienza su andadura
camino del calvario. ¿O es que no le queremos acompañar desde la cruz y
arrimando nuestros hombros a la cruz?
ENTRÉNAME, SEÑOR
Quiero estar preparado, por Ti y contigo,
para que la dureza de la cruz no me sorprenda
y que lejos, de asustarme,
vea en ella un exponente y un altavoz de tu gloria.
Quiero mantenerme en forma,
para no perder el ritmo de la fe
y no se apague el brillo de mi esperanza.
Porque, temo que si Tú no vas conmigo,
el maligno aproveche cualquier fisura
y se adentre en lo más hondo de mis entrañas.
ENTRÉNAME, SEÑOR
Quiero jugar contigo el gran partido de la Pascua;
ahora, con el color morado de la penitencia,
pero pronto, en la alborada de Resurrección,
con el color blanco del triunfo de la VIDA
Sí; Señor, quiero que en estos 40 días
me enseñes a mirar hacia el cielo
me indiques como entregarme a mis hermanos
me recuerdes que,
en la sobriedad y no en la abundancia,
está la riqueza y la felicidad de mis años.
ENTRÉNAME, SEÑOR
Y que pueda volver de los caminos equivocados
y que, postrándome ante Ti,
pueda decir sin temor ni vergüenza alguna:
he pecado, no merezco ser de los tuyos,
“trátame como a uno de tus jornaleros”
Necesito correr, Señor,
recuperar el estilo de un auténtico creyente
y hablarte, con oraciones que nacen en el silencio.
Escuchar palabras que sanan y salvan
Corregir pautas y comportamientos,
actitudes y olvidos
que me alejaron de Ti hace tiempo.
ENTRÉNAME, SEÑOR
Y, haz que esta Santa Cuaresma,
sea una oportunidad para acercarme a todo ello.
Amén.