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Domingo 1ABC Cuaresma
“Conviértanse y crean la Buena Noticia” (Mc 1, 12-15)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Tentaciones)
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
Este evangelio asusta: Jesús y el diablo frente a frente. ¿Qué pasó en
realidad?
El relato evangélico de las tentaciones en el desierto no debe ser leído como una
narración histórica, sino como un esquema teológico y un resumen, en tres momentos, de las
principales pruebas que Jesús tuvo que superar a lo largo de toda su vida.
Según el evangelista Marcos, «el Espíritu empuja a Jesús al desierto». Jesús necesita
hablar con el Padre. Su vida no va a ser un camino; le esperan pruebas, crisis, inseguridad y
amenazas. Y el «desierto» es el mejor lugar para escuchar a Dios en silencio y soledad.
Hoy día el cristianismo está viviendo momentos difíciles... Tenemos crisis,
secularización, abandono de prácticas religiosas. <¿No será Dios quien nos está empujando a
este «desierto»? ¿No necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder
mundano, vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos?...
Sólo se nos pide rechazar con lucidez las tentaciones> (Pagola)
Estamos rodeados de tentaciones desde Adán y Eva (Ver 1ª Lectura de hoy).
¿Cuál fue la primera tentación?
El tentador ve a Jesús hambriento, y le dice: “Si eres Hijo de Dios, di que estas
piedras se conviertan en pan.” Es la tentación del cuerpo, del hambre, del poder.
Le dice ‘Hijo de Dios’, aludiendo a aquella voz de Dios Padre en su Bautismo: “ Éste
es mi Hijo”. El diablo le quiere hacer dudar, y le reta a que demuestre su divinidad.
Pero para Jesús, ser Hijo no tiene nada que ver con aprovecharse de su poder para
hacerse milagros, saciar su hambre y vivir cómodamente a cuenta de ellos: como ‘el hijo de
papá’, que usa el carro de su padre para cualquier cosa.
Más bien, ser Hijo es fiarse de Dios y de su Palabra incondicionalmente . En el
evangelio de Juan (4,34), Jesús les dice a sus discípulos: “Mi alimento es hacer la voluntad del
que me ha enviado y realizar su obra”. Es decir, no le alimenta alardear ni hacer valer sus
derechos. No “le engorda” ser poderoso. Por eso Jesús responde al diablo: Escrito está: “No solo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Como diciendo: “El
alimento es importante, pero es más importante obedecer la palabra de Dios.”
¿Por qué es más importante la Palabra de Dios?
Porque esa Palabra de Dios no habla de egoísmo, sino de amor, de servicio al prójimo,
de fidelidad, de valores que no se marchitan, de preocuparse por otros y menos por sí mismo.
Por ejemplo, Jesús multiplicó los panes, pero fue para alimentar a los hambrientos.
Por cierto, las tentaciones que tientan más no son las grandes, sino las que vienen
envueltas en un lenguaje que suena obvio: convertir la piedra en pan, simplemente porque
tengo hambre y lo puedo hacer.
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¿Cuál es la segunda tentación?
La tentación de la soberbia : El diablo lleva a Jesús a las almenas del templo de
Jerusalén. Abajo está la multitud. El diablo le susurra a Jesús: “¡Qué momento tan bueno
para presentarte ante todo el pueblo como Mesías! Así apareces ante todos a lo grande, a lo
espectacular, como caído del cielo. Échate. Y descenderás sobre ellos suavemente. Vienes a
salvar el mundo. Así rápidamente podrás conseguir muchos seguidores”.
La estrategia de Jesús para llevar adelante su misión es distinta: humildad, vivir con la
gente, hablar con ella, decirle que Dios es su Padre, que Dios es amor. Él repetirá: “ Ámense
los unos a los otros. Sean humildes, no jactanciosos, porque la soberbia lleva a todos los
males. El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo ”. No usa recursos
psicológicos impulsivos, que disminuyen la libertad y el raciocinio. Jesús deja a la gente en
libertad. ‘El fin no justifica los medios’. Y Jesús le respondió al diablo:
No tentarás al Señor, tu Dios ” (Deuteronomio 6,16).
¿Y cuál es la última tentación?
La tentación de la riqueza : el diablo lo sube a un monte muy alto, y le muestra
todos los reinos del mundo , sus ejércitos, su poder, sus riquezas, sus monumentos.
Y le dice: “ Todo esto te daré, si me adoras ”.
Pero Jesús se presenta soberanamente libre, íntegro e insobornable . Jesús
responde: “ Vete, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y á él solo servirás ”.
Y he aquí que los ángeles llegaron y le servían.
Entonces, ¿son dos caminos distintos: el de Jesús y el del mundo?
S. Ignacio de Loyola pinta muy claramente estos dos caminos contrapuestos en sus
“Ejercicios Espirituales” en la meditación de “Las dos Banderas”: la de Jesús y la del diablo
(EE., 136-147). El camino del mundo tiene tres pasos que nos enredan y nos deshumanizan:
codicia de riqueza, búsqueda de honores y “crecida soberbia ”, de la cual pueden venir todos
los males. “La raíz de todos los males es el afán del dinero” (1 Timoteo 6,10).
E l camino de Cristo , en cambio, es precisamente todo lo contrario:
Primero, la pobreza (o austeridad). Segundo, ser despreciados. Y, por fin, la humildad ,
que es la mejor disposición para todos los bienes, como el servicio y el amor.
Comenzamos la Cuaresma el pasado Miércoles de Ceniza. ¿Qué es la
Cuaresma?
Tres pasos : 1. Arrepentimiento; 2. Cambio; 3. Seguir a Jesús.
La Cuaresma es un período de 40 días para examinarnos si somos víctimas de las
Tentaciones, que Jesús superó.
Es un tiempo de conversión a los valores auténticamente humanos y cristianos.
La Cuaresma es el tiempo de cambiarme a mí, para cambiar este mundo de maldad.
La Cuaresma es como una vacuna . El niño tiene miedo a la aguja, porque no sabe
que ese pinchazo le va a evitar muchas enfermedades. Nosotros estamos rodeados de
antivalores y virus: a través de los MCS, de los egoísmos de la economía y de la política, etc.
Un periódico hizo esta pregunta a sus lectores: "¿Cuál es la causa de que haya tanto
mal en el mundo?" Hubo miles de respuestas. G. K. Chesterton contestó: "Soy yo".