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Domingo 3B Cuaresma
“Han convertido mi casa en una cueva de ladrones. ¡Corruptos!”
(Juan 2, 13-25)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Mercaderes del Templo)
Éste es un pasaje fuerte: Jesús expulsa a los mercaderes del Templo. ¿Cómo
ocurrió eso?
Los judíos de Palestina debían subir una vez al año al Templo de Jerusalén a ofrecer
sacrificios de animales. Aquí entraba el negocio. El dueño de los animales era Caifás, el sumo
sacerdote. Al principio, los animales, antes de ser comprados, estaban fuera del Templo. Poco
a poco Caifás permitió a sus vendedores venderlos dentro del Templo. Cuando llega Jesús, ve
que el comercio ha invadido el Templo, y que les hacían muchas trampas a los compradores.
¿Y los cambistas de moneda?
Todos los israelitas estaban obligados a pagar anualmente al Templo varios impuestos.
Pero no podían pagar con monedas romanas, que para los judíos eran blasfemas e
impuras, pues en ellas aparece el emperador como un dios, al que había que adorar.
Por eso, este dinero romano no podía entrar en lugar sagrado y era necesario cambiarlo
por la moneda propia del Templo. Y aquí es donde ellos se aprovechaban pagando menos de
lo que debían pagar al cambiar la moneda.
¿Cómo reacciona Jesús ante la invasión de los mercaderes?
Los cuatro evangelistas se hacen eco de cómo Jesús expulsa del templo a los
«vendedores» de animales y a los «cambistas» de dinero, sólo interesados en robar lo que
puedan, con la excusa de servir al Templo. Además, el culto religioso se degrada con la
compra-venta de animales dentro del Templo. Jesús grita:
« Quiten esto de aquí. No hagan de la Casa de mi Padre una casa de mercado ».
Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: “ El celo por tu casa me devorará”.
Y con un látigo en la mano espanta a bueyes, ovejas y corderos, que comienzan a
correr y a alborotar. Voltea las mesas de los cambistas, y las monedas ruedan por el suelo.
Esto que hace Jesús es un desafío a la máxima autoridad religiosa de los judíos, que
ha tolerado aquello. Y los sinópticos ven en esta expulsión de los mercaderes como la causa
que precipita su crucifixión . Jesús no fue el primero en acusar a los mercaderes del Templo:
- Jeremías ya había denunciado la guarida de ladrones en la que se había convertido el
templo (Jeremías 7, 11), y había pronosticado su destrucción.
- Zacarías también había anunciado la desaparición por la fuerza de todo mercader del
recinto sacro (Zacarías 14, 21).
Ante esta protesta de Jesús, las autoridades sólo le preguntan: “¿Por qué haces
esto?” ¿A qué se debe esta reacción tan débil?
Es curioso que nadie hace un movimiento para detener a Jesús , probablemente
porque al menos hay un gran grupo que está de acuerdo con su protesta.
En el año 30, en tiempo de Jesús, ya el sanedrín se había enfrentado a Caifás, el sumo
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sacerdote, que había permitido a los suyos tener a los animales dentro del templo.
Sin embargo, algunos le preguntan: «¿ Qué señal nos muestras para obrar así?»
Y se dicen: “Si Jesús es el Mesías y ha hecho milagros en muchas oportunidades, y si
Él arrojó a los mercaderes del Templo como acto mesiánico, ¿por qué no acompaña esta
acción con algún milagro visible y claro para confirmar y legitimar lo que dice y hace?”
Era su idea de cómo debía ser el Mesías: aparatoso y milagrero .
Pero la idea que tenía Jesús del Mesías era muy distinta (Se vio en las Tentaciones del
desierto). Lo de él es servir , lograr que todos se amen, defender los derechos de los más
necesitados, ayudar a la armonía y felicidad de todos.
Y ¿qué responde Jesús a su pregunta “¿Por qué haces esto?”
La respuesta que les da es un poco enigmática , tanto que ni siquiera sus discípulos lo
entendieron entonces. La respuesta de Jesús se podría formular así: “Vds han prostituido el
Templo de Jerusalén. Lo que están haciendo ahora es destruirlo. Y así ocurrirá. En cambio yo soy
el nuevo Templo . Mi cuerpo ciertamente será destruido, pero a los tres días resucitaré”.
De veras, Jesús es el Único en donde Dios y la humanidad se encuentran. Jesús es el
templo nuevo ” inundado por el Espíritu de Dios. El cuerpo de Jesús se convertirá en la
morada viviente de Dios en la tierra, y el centro de todo culto verdadero.
Para encontrarse con Dios, no basta entrar en una iglesia, no basta el incienso, ni las
aclamaciones ni las liturgias solemnes. Los verdaderos adoradores son aquellos que viven
ante Dios «en espíritu y en verdad», como le había dicho Jesús a la Samaritana.
La verdadera adoración consiste en vivir con el «Espíritu» de Jesús en la «Verdad» del
Evangelio. Sin esto, el culto es «adoración vacía». Es necesario acercarse a Jesús, entrar en su
proyecto, seguir sus pasos, vivir con su espíritu. <Las puertas de este nuevo templo que es
Jesús están abiertas a todos. Nadie está excluido. Pueden entrar en él los pecadores, los
impuros e, incluso, los paganos. El Dios que habita en Jesús es de todos y para todos… Los
únicos preferidos son los necesitados de amor y de vida.> (Pagola)
¿Podemos aplicar la frase de Jesús ‘cueva de ladrones’ al momento actual?
Hay corruptos a nivel internacional, nacional y local. Hay corruptos en la política, en
los negocios, en los medios de comunicación, en los sindicatos, en las escuelas, en las
universidades (vendiendo plagios); en todas las instituciones. También en la Iglesia…
Antes se ofrecían a Dios animales. ¿Y en el cristianismo?
En nuestra Misa, en vez de sacrificios de animales, ofrecemos el pan y el vino, que
serán convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el cual realmente se sacrifica y muere en
una cruz por nosotros. La Misa, como en la Última Cena, tiene tres partes:
- La liturgia de la Palabra con la lectura y comentarios sobre la Biblia
- La liturgia de la Eucaristía con la consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo .
- La caridad que no puede faltar, como no faltó en la Última Cena de Jesús el
lavatorio de los pies.
Lo importante no es dónde adorar a Dios, sino cómo adorarle: en espíritu y verdad, y
sirviendo a los hermanos.