Encuentros con la Palabra
Domingo III de Cuaresma – Ciclo B (Juan 2, 13-25)
“¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Jesús de Montreal es una película canadiense, dirigida por Denys Arcand, que ofrece una
lectura de la vida de Jesús desde nuestra realidad actual. Fue rodada en 1989 y estrenada
un año después. En mi concepto, es la mejor realización cinematográfica de la vida de
Jesús. No es una recreación del Jesús de Galilea en su contexto socio-cultural e histórico,
sino una actualización , en el mejor sentido de la palabra, de la vida del Señor en el mundo
de hoy. El protagonista es un actor de teatro al cual contratan para que renueve una
dramatización que se ofrece a los feligreses desde hace 40 años en los alrededores de la
famosa Basílica de Montreal. El párroco contacta a un actor joven y le manifiesta su deseo
de transformar la anticuada puesta en escena que solía congregar a grandes multitudes
durante la Cuaresma y que se representa al aire libre, en los parques que rodean la Basílica.
Este joven actor, que en la película tiene el nombre de Daniel Coloumbe, se dedica durante
muchos días a estudiar los últimos avances de la teología para fundamentar muy bien su
nueva propuesta. Al mismo tiempo, se dedica a buscar a otros actores y actrices que lo
acompañen en el nuevo proyecto. Daniel va haciendo suyas las actitudes de Jesús al que va
conociendo a través de sus lecturas. De alguna manera, comienza a encarnarlo, no ya sólo
para la obra teatral, sino en su vida cotidiana.
Una de las actrices que contacta, es una joven que se dedica, por falta de mejores ofertas, a
posar como modelo para comerciales publicitarios. Una actividad que no la llena en lo
absoluto, pero a la que se ve obligada por la grave situación económica que vive. Durante el
proceso de preparación de la obra teatral, Daniel acompaña a su amiga a un casting para la
publicidad de una cerveza, en el que tiene que bailar ante un grupo de jueces que califican la
actuación y las condiciones de todas las actrices. Como no lleva traje de baño, le piden que
se quite el saco porque así no podrán apreciar su cuerpo con plena libertad; ella se excusa
diciendo que no lleva nada debajo; sin embargo, los organizadores insisten que tienen
apreciar su cuerpo para poder participar en el concurso; de modo que ella toma la decisión
de bailar con el torso desnudo. Pero antes de que se quite el saco, Daniel se levanta de su
puesto y le dice que no tiene por qué hacerlo; que es mejor que se vayan; los miembros del
jurado comienzan a presionar y se quejan de esa escena de amor que les hace perder su
valioso tiempo. De modo que Daniel se enfurece y, lleno de indignación, comienza a tirar
todo por el piso; voltea la mesa en las que tienen los equipos de filmación y hace un látigo
con los cables de los aparatos y comienza a azotar a todos los presentes y a expulsarlos del
teatro donde se realizaba el casting.
Desde luego, el director de la película pretende revivir la ira santa de Jesús ante el
atropello del que es objeto el templo de Jerusalén que nos describe el Evangelio de san
Juan este domingo. Pero ya no se trata de un templo de ladrillos que han convertido en
mercado... sino del templo vivo de la persona humillada y maltratada por una sociedad de
consumo que no se detiene ante ningún valor para alcanzar el lucro y la ganancia. Hoy
también Jesús volvería a hacer un látigo para expulsar a todos los que hacen de su
templo una cueva de bandidos.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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