QUINTO DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B
(Jeremías 31:31-34; Hebreos 5:7-9; Juan 12:20-33)
Se dice que la Guerra Revolucionaria Americana comenzó con una señal. Según la
historia, dos faroles en la torre de una iglesia avisaron a los colonos de la venida de
las tropas británicas. Entonces los americanos se prepararon a batallar con el
ejército del rey por la primera vez. En el evangelio hoy san Juan habla de una
señal que comenzó el evento de nuestra salvación.
Jesús está con sus discípulos en Jerusalén. Vienen dos griegos para verlo. Una vez
Jesús dijo que cuando está levantado en la cruz, traerá a todos a sí mismo. Ahora
con estos foráneos Jesús sabe que la hora de la entrega de sí mismo ha llegado. Es
tiempo de darse para mostrar el amor de Dios Padre por el mundo. Es la situación
del hombre y de la mujer cuando los huéspedes llegan para su matrimonio. Están
para lanchar no sólo une nueva época de sus vidas sino una nueva vida distinta.
¿Cómo podríamos describir la vida matrimonial? El Libro de Génesis dice que el
matrimonio es la unión de un hombre con una mujer de modo que sean una sola
carne. Pero la relación no es simplemente física de modo que los dos puedan atarse
a uno y otro y desatarse como tractor y remolque. No, los dos deberían unirse
emocional y espiritualmente en una muerte al yo para el bien de la realidad nueva.
De este modo el hombre y la mujer se forman la base de una familia estable. En el
evangelio Jesús compara la muerte que él va a aguantar también como el comienzo
de algo más grande. Dice que el grano de trigo tiene que morir para producir
mucho fruto. Su crucifixión va a llamar a todos para formar la comunidad de los
salvados viviendo en su amor.
En el evangelio Jesús habla sinceramente cuando dice que tiene miedo. No sólo va
a morir sino va a ser traicionado, despreciado y torturado. Va a soportar uno de los
modos más horribles de ejecutar a una persona que jamás se ha inventado. En los
tiempos contemporáneos los matrimonios también enfrentan grandes retos. Las
parejas cohabitantes se burlan de los matrimonios. Dicen por acciones si no por
palabras que uno es tonto si quiere enredarse en un matrimonio cuando se puede
disfrutar del sexo con ningún compromiso. Ahora con el “matrimonio homosexual”
el estado está apoyando la ficción que el matrimonio es creación de los hombres de
modo que pueda ser manipulado en cualquiera manera. Si quieren tener
matrimonios entre un hombre y dos mujeres o una mujer y tres hombres, está
bien. Si quieren hacerlo entre niños o entre un adulto y un niño, ¿por qué no? Si
quieren tener un matrimonio entre un hombre y una perra, también es posible.
Puede ser que los matrimonios cristianos no puedan detener este tsunami contra la
naturaleza del matrimonio. Pero por Dios tienen que proclamar la verdad. Son los
pobres que sufren con el deterioro del matrimonio. Es mucho más probable que
ellos tienen hijos fuera del matrimonio y que divorcian dejando a niños sin los dos
padres para guiarlos a la madurez. En el evangelio, Jesús tampoco puede
escatimarse de la prueba que viene. Él va a cumplir la voluntad de su Padre Dios
que muestre Su amor al mundo, cueste lo que cueste. Sólo quiere que los hombres
y mujeres reconozcan esto amor y le den la gloria a Dios.
En el evangelio se oye una voz del cielo aprobando el plan de Jesús. Dios siempre
ha sido glorificado por la obra de Su Hijo y va a ser glorificado de nuevo cuando lo
crucifiquen y Él lo resucite de la muerte. Así se oye la voz de la Iglesia en favor de
los matrimonios luchando para mantener la dignidad de su estado. Hace cinco años
el cardinal Jorge Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, llamó el matrimonio
homosexual como una amenaza a la identidad y la sobrevivencia de la familia.
Ahora como el papa Francisco él no va a cambiar su planteamiento.
El verano pasado un matrimonio fue a visitar Roma. Había tenido problemas pero
se decidieron a quedar unidos. Entonces dieron a luz a un bebé que les acompaño
a Roma. Cuando el papa Francisco divisó a la familia en la plaza de San Pedro,
paró su carreta para besar al bebé. Demostró el amor de Dios no sólo para la
criatura sino para el matrimonio. Demostró el amor para el matrimonio.
Padre Carmelo Mele, O.P.