II Domingo de Pascua, Ciclo B
LA PLATA Y LAS MARCAS
Padre Javier Leoz
Al acercarnos a un objeto de plata, y sobre todo si es de cierto valor o de
cierta antigüedad, comprobaremos con nuestros propios ojos y también al
tacto que el fabricante dejó su impronta o identidad en el metal noble. Con
ello se nos da a conocer varias cosas: su procedencia, su fecha o incluso su
autenticidad.
1.Tomás, al igual que nosotros cuando nos hacemos con una joya de metal noble y
miramos sus quilates o su autoría, también necesitaba encontrar huellas en el
cuerpo de Cristo que denotasen que “ese cuerpo” era el mismo que había
bendecido, multiplicado el pan, sanado enfermos, sufrido, burlado, crucificado y
enterrado. No se fiaba de lo que llegaba a sus oídos y, mucho menos, de que Aquel
del que hablaban fuera el mismo (la misma joya divina) que adornó su existencia y
colgó por amor de cruz.
El corazón cerrado, hoy más que nunca, es un problema añadido para la Nueva
Evangelización. Y no porque encontremos resistencias en los nuevos cristianos sino
porque, en muchos casos, las mayores dificultades nos vienen de los que en teoría
han sido bautizados en el nombre de Cristo pero han olvidado su procedencia: ni
tan siquiera se preocupan por acercar los dedos de su vida en el Cuerpo de Cristo,
en la familia de la Iglesia o en la gracia de los sacramentos. ¿Resultado? Incrédulos
y ateos prácticos. En nada, o en poco se diferencian, con el resto que nunca
escucharon nada sobre Dios o ni tan siquiera fueron bautizados. Son los nuevos
Tomás de los tiempos de hoy. ¡Si no lo veo no lo creo! ¡Si no cambia la Iglesia, no
creo! ¡Si los curas…! ¡Si el Papa…! ¡Si…! ¡Si…! ¡Si….!
2. Varios interrogantes se nos plantean en este segundo domingo de la Pascua. ¿Es
nuestra fe sólida? ¿Responde con un conocimiento de Cristo? ¿Es comprometida o
light? ¿Es oportunista o constante? ¿Duda en algunos momentos o es simple
inercia?
Pidamos al Señor que le veamos con todas las consecuencias. Que lejos de exigir
pruebas, como lo hacemos con el oro o la plata cuando compramos una joya y
buscamos una marca de su autor, tengamos una adhesión firme y sin fisuras. En
estos tiempos de dificultades en los que ser cristiano es poco menos que de héroes
es cuando, nuestra fe, ha de ser una fe contrastada, formada, entusiasta,
contagiosa y estimulante. Pero, para que ello sea así, primero hemos de sentir en
nuestra propia mano que Cristo es el que es y que, por lo tanto, puede configurar
nuestra vida con unos parámetros muy distintos a los que nos ofrece el mundo para
alcanzar la felicidad, el bienestar, el modo de vida o los valores éticos y morales.
3.- No podemos consentir que diferentes problemas que sacuden a nuestra Iglesia
Universal, nos atrincheren. Hoy, más que nunca, como los apóstoles tenemos que
decir: “hemos visto al Señor”. Y, aunque algunos –con intereses mezquinos y
destructivos- intenten callar o desautorizar la voz de la Iglesia, hemos de responder
con la fuerza de nuestra fe, con el entusiasmo activo y efectivo de nuestro
testimonio cristiano. No podemos dejarnos llevar, como decía el Papa Benedicto
XVI, por murmuraciones que entre otras cosas debilitan, pero no consiguen su
propósito: herir y a conciencia. Minar lo que, por cierto, es algo inquebrantable y
sólido: CRISTO NOS ACOMPAÑA EN NUESTRA PASIÓN Y MUERTE, PARA
LLEVARNOS A UN MAÑANA FELIZ. También, a nuestra Iglesia, le espera.
5.- ¡CON MI IGLESIA, CREO EN TI, SEÑOR!
Abriré las puertas, cuando me llamen a tiempos y a deshoras
y, aun con incertidumbres o dudas,
proclamaré que estás vivo y operante
Que, en mis miedos y temores,
me das la valentía de un león
para hacer frente a mis adversarios.
¡CON MI IGLESIA, CREO EN TI, SEÑOR!
Ven, Señor, y como a Tomás muéstrame tu costado
no para que crea más o menos
sino para sentir un poco el calor de tu regazo.
Ven, Señor, y como a Tomás, enséñame tus pies
no porque desee verlos taladrados
sino porque, al contemplarlos,
conoceré el precio que se paga
a los que desean andar por tus caminos
Ven, Señor, y como a Tomás, dame tus manos
no para advertir los agujeros que los clavos dejaron
sino para, juntando las mías sobre las tuyas,
comprender que he de ayudar al que está abatido
animar al que se encuentra desconsolado
o servir con generosidad,
a todo hombre que ande necesitado
¡CON MI IGLESIA, CREO EN TI, SEÑOR!
Porque, sé que, los Apóstoles
débiles y santos, con virtudes y defectos,
nos han dejado esta Iglesia que es Madre y sierva
Santa y pecadora, grande y pequeña,
Rica y pobre, pero esplendorosa
por la alegría de tu Pascua Resucitadora
¡ALELUYA, CREO CON TU IGLESIA, EN TI SEÑOR!