Solemnidad de la Ascensión del Señor
NOS SUELTA, PERO NO SE DESENTIENDE
Padre Javier Leoz
Qué gráfica tan elocuente esa imagen de dos alpinistas, padre e hijo, cuando el
primero le dice: “Ha llegado la hora de la verdad, y tienes que escalar por ti
mismo y con tus propios medios”. Y, el hijo, comienza el ascenso recordando las
enseñanzas del padre. No menos llamativa aquella otra de un niño que,
aprendiendo a nadar, el monitor le sugería: “Es el momento de que cruces la
piscina por ti mismo y sin mi mano”. El niño, sin olvidarse de las indicaciones
que le dio el maestro, lograba alcanzar el otro lado de las aguas.
1.- Estamos celebrando la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Lo hacemos
con la convicción de que, Jesús, está siempre al otro lado. De que nos acompaña
hasta el último día de nuestro mundo. Tendremos luchas, saldrán a nuestro
encuentro dificultades, numerosas naciones darán la espalda a una religión
cristiana que ha sido el cuño y la identidad de su historia. Pero, el Señor, no nos
abandona. En todo caso, como siempre ha sido, después de la noche oscura
(también en la Iglesia) amanecerá el sol y con más fuerza.
Nos duele que, el Señor, no escuche el clamor de muchos de nosotros cuando –
entre otras cosas- le pedimos que tutele este momento incierto que estamos
viviendo (secularismo, tibieza en la fe, falta de coherencia en muchos cristianos,
políticos que esconden toda raíz cristiana e incluso legislan en contra de ella).
Nos conmueven escenas de cristianos masacrados y cercenados ante un mundo
occidental extremadamente silencioso. Una sociedad que grita, hipócritamente,
cuando mueren 15 franceses por unas viñetas, y calla cuando son degollados
cientos de miles de cristianos (por cierto antes son personas que cristianos y con
todos los derechos que ello implica).
¿Dónde estás, oh Dios? ¿Dónde está tu mano, Señor? Nos dijiste que estarías
con nosotros hasta el final de los tiempos. ¿Te has ido y pones a prueba nuestra
paciencia, nuestra fe o nuestra debilidad?
2.- Aún en medio de esa noche oscura (tal vez lo hemos tenido demasiado fácil
últimamente para vivir o expresar la fe) en la Iglesia de nuevo hemos de
retomar el impulso evangelizador. Seremos menos populares y tendremos que
dejar de ser tan populistas para presentar, con todas las consecuencias, lo qué
es una fe cristiana seria, convencida, transparente y comprometida. Tal vez, por
ello mismo, tendremos que mirar más a Cristo y no tanto a las estructuras
humanas. Tal vez, por ello mismo, tendremos que agarrarnos a lo genuino del
evangelio desprendiéndonos de toda hojarasca que, dentro y fuera, nos impide
ver con todas las consecuencias lo qué significa y comporta el llevar sello
cristiano. O, tal vez, tendrán que venir otros evangelizadores y cristianos –más
valientes y coherentes que nosotros- para cubrir un espacio que nosotros, por
cobardía, lo políticamente correcto o el miedo al qué dirán hemos sido incapaces
de conquistar.
3. La Ascensión del Señor, hoy sobre todo, nos invita mirar hacia el cielo. Pero
no para desearlo como salida y fin de nuestros sufrimientos o válvula de escape
sino para seguir combatiendo, hoy y aquí, con la misma fuerza y persuasión de
Aquel que hoy se nos va pero nos asegura su mano, su presencia y su voluntad
de no abandonarnos anímica ni eclesialmente.
El Señor no se ha ido. Se ha quedado en cada uno de nosotros. En cada padre o
madre que, lejos de dormirse en un ambiente relativista y peligroso, transmite
las verdades más fundamentales del credo. En cada sacerdote que, lejos de
asustarse ante un mundo que no le comprende y le exige demasiado, presenta
sin temor lo que considera primordial y no secundario. El Señor se ha quedado
en esta Iglesia que, a pesar de sus contradicciones, sigue manteniendo viva la
llama de la esperanza en medio de un caos y de una sociedad incapaz de
soportarse a sí misma. Una Iglesia que, si dijera lo contrario, tendría más
aplausos pero seguiría sin convencer a muchos porque, hoy y siempre, tendrá
rechazos por lo que dice y por lo que no dice, por lo que hace y por lo que no
hace. Y es que, la Iglesia, no está para hacer del mundo un cielo a nuestra
manera sino para recordarnos que, esta tierra nuestra, puede ser un pequeño
cielo pero como Dios manda. Lo contrario….es más de lo mismo.
3.- SÍ, PERO NO
SÍ, PERO NO
Me voy pero, siempre que me busquéis,
me encontraréis para daros la fuerza necesaria
Para indicaros el camino a seguir
frente a tanto sendero confundido
Me marcho pero sé de la masa que os reviste
y, por ello mismo, os acompañaré sin defraudaros.
Lo haré desde la oración:
en ella me veréis frente a frente
y, en ella, hallaréis mi consuelo
Estaré junto a los que buscan
junto a aquellos que no se aturden
ni se dejan vencer por las dificultades del momento
SÍ, PERO NO
Me voy pero no me desentiendo de vosotros
Mi obra, la de mi Reino,
no quedará del todo resuelta hasta mi retorno
Mientras tanto, toda ella, la dejo en vuestras manos
No faltarán traiciones ni deserciones
tibiezas, dudas, ni malas voluntades
No estarán ausentes corazones impasibles
ni almas que, por el maligno,
se volverán en contra de mi Padre y de mi Evangelio
¡No temáis!
Mirad mi suerte, contemplad mi rostro,
no olvidéis mi cruz ni mi pasión.
Todo eso ocurrió, no lo olvidéis,
previa a la mañana de mi resurrección.
SÍ; me voy pero no me voy del todo
Permaneceré junto al que, mirando hacia el cielo,
intenta llevarlo a cabo con su propia vida
En el que, además de intentar ser bueno,
quiere serlo como mi Padre lo sugiere y manda
Me voy. Sí; pero no, al otro lado donde os espero
Mientras tanto, la fuerza del Espíritu Santo,
os empujará para que no decaigáis en vuestro ánimo
Para que, lejos de pensar que estabais equivocados,
encontréis la recompensa que junto a mi Padre
aquí, en lo más alto de esta cumbre celeste,
os aguarda a los que perduréis hasta el último instante
Sí; me voy. Pero no me voy del todo.
Estaré en cada corazón que desea latir
con amor divino
Con vosotros siempre.
Un cielo grande os aguarda
Os lo aseguro.