SOLEMNIDAD. LA SANTISIMA TRINIDAD
¿CÓMO? ¡SÍ! ¡TRINIDAD!
Padre Javier Leoz
1.- Misterio, fiesta, gloria, cielo, común uni￳n, complicidad o “los tres a una”
pueden definir perfectamente esta primera Solemnidad que celebramos dentro del
Tiempo Ordinario recién retomado después de la Pascua.
-Misterio. Nunca llegamos a alcanzar lo que representa y es en sí misma la figura
de Dios. Difícil estamparlo en un dibujo e, incluso, de mil maneras puede ser
posible pensarlo y pergeñarlo en nuestra mente. Pero lo cierto es que, soñar con
Dios, significa pensar en Él en el día a día sabiendo que Dios, ante todo es familia y
que va mucho más allá de nuestras categorías humanas o divinas que podamos
establecer sobre Él. Un Misterio que, no obstante, se hace cercano aunque
aparentemente sea indescifrable.
-Fiesta. Porque, después de la Pascua, todo apunta y despunta en la Santísima
Trinidad. Hacemos fiesta y alabanza porque, en ese secreto indescifrable, sabemos
que se encuentra la magnanimidad de Dios que es Padre, que se visualiza con el
Hijo y que permanece en nosotros con el Espíritu Santo. No se rompe ni mucho
menos pero, siendo tan diferentes, son misma esencia. Fiesta porque, un cristiano,
disfruta cantando, alabando y bendiciendo a la Trinidad que habita en lo alto del
cielo.
-Gloria. Destinados, desde el Bautismo, a participar de la misma suerte de Cristo no
concebimos el final de nuestra historia sin el mismo final que Jesús tuvo después de
su Ascensión: visionar cara a cara la gloria del Padre. Ese es nuestro triunfo y
nuestro reto: que nada ni nadie nos aparte de la gloria del Padre. Que las
“peque￱as glorias del mundo” no nos alejen de aquella auténtica y definitiva que
nos aguarda en la eternidad. O dicho de otra manera: ojo con los “trinos del
mundo” y miremos mucho más al que es UNO Y TRINO en el cielo.
-Común unión. Es el secreto más profundo y vigoroso de la Santísima Trinidad. Es
el aceite que hace posible que, el motor, se mantenga a punto. No se entiende el
“filing” entre los tres personajes de la Santísima Trinidad si no es por el amor que
existe entre ellos. No es cuestión de caerse bien o mal. Las tres personas, Padre,
Hijo y Espíritu, no se entienden de forma individual. Están unidos por el amor y, ese
amor, es la razón de su ser.
-Complicidad. Lo reconocemos en las múltiples manifestaciones que Dios ha tenido
a lo largo de la historia de la humanidad. El Padre, hablo por el Hijo. Se encarnó y
ha compartido con nosotros su humanidad (pequeño y hombre en Belén); hemos
visto su cara solidaria, ha curado enfermos, levantado muertos de su fosa, devuelto
la vista a los ciegos y el oído a los sordos. La complicidad de las tres personas se
manifiesta en algo real y palpable: los tres a una llevan a cabo la obra de la
redención del hombre.
2.- Nuestra fe, hoy más que nunca, contempla a un Dios comunitario. A un Dios
familia. A un Dios que disfruta siendo Padre, Hijo y Espíritu. Un Dios que, entre
otras cosas, nos promete un final feliz donde brillarán nuestros ojos al contemplar –
entonces sin secretos, acertijos o laberintos- la inmensidad de su rostro divino.
Pidamos al Dios que no nos deje de sorprendernos. Que, en cada amanecer, en
cada eucaristía, en la lectura de su Palabra, en la práctica de los sacramentos, en la
próxima procesión del Corpus Christi se nos vaya revelando y, a la vez, velando
para que nunca dejemos de tener apetito de Él, curiosidad por El y amor por El.
3.- ¡QUIEN TE DESCUBRIERA, MI DIOS!
Tan Único y, a la vez tan distinto
como Padre, Hijo y Espíritu Santo
pero, sabiendo que el AMOR,
puede interpretar tan gran secreto.
Eres el Dios con nosotros y, todavía,
andamos empeñados en caminar solos
en creer y vivir incomunicados
en amarnos, más a nosotros mismos,
que disfrutar dándonos a los demás.
¡QUIEN TE DESCUBRIERA, MI DIOS!
Como Alguien que no alcanzo a entender
pero, como Alguien, que vive conmigo
que se ofrece en un misterio de Tres personas
que habla con la fuerza y la autoridad del Padre
que ama con las manos y el cuerpo del Hijo
que quema con el fuego del Espíritu Santo
¡QUIEN TE DESCUBRIERA, MI DIOS!
Como Dios verdadero, único e indiviso
Como Dios futuro,
pero presente en nuestras tribulaciones
Como Dios familia, y llamándonos a la comunión
Como Dios que busca la unión, y no la dispersión
¡GRACIAS, SEÑOR!
No eres un Dios solitario
No eres un Dios cerrado
No eres un Dios independiente
¡GRACIAS, SEÑOR!
Porque, en tu intimidad,
sabes desplegarte en tres personas tan distintas
pero en un mismo Dios verdadero
¡GRACIAS, SEÑOR!