SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Ex 24, 3-8; Sal 115; Heb 9, 11-15; Mc 14, 12
El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus
discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas
el cordero de Pascua?» Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la
ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y
allí donde entre, decid al due￱o de la casa: “El Maestro dice: ¿D￳nde está mi sala,
donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?” El os ense￱ará en el piso
superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para
nosotros.» Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les
había dicho, y prepararon la Pascua. Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo
bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.» Tomó luego una
copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Esta es mi
sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no
beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de
Dios.» Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
En esta Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi), la liturgia, de
una manera particular en estos tiempos, nos invita a manifestar nuestra fe que se
sustenta y alimenta en el Dios que no solo se ha hecho hombre sino que también se
ha hecho alimento para todo aquel que cree en Él, y como dice Cristo: “…quien
come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna…”, pues el alimento de los
creyentes nos nutre de lo eterno. Esta Solemnidad nos habla del Dios que se ha
revelado, del Dios que ya no es inaccesible, sino que se ha hecho visible, se ha
hecho persona, y este alimento de vida eterna, nos nutre para ver a Dios, y nos
hace imagen de Dios en el mundo, porque no hay cristiano que sin la gracia de Dios
pueda ser imagen de Dios.
En la primera lectura vemos a Moisés, que invita al pueblo a adherirse a la Alianza
con el Dios que se revela en el Sinaí, y este Moisés es la figura de Cristo, “el Nuevo
Moisés”. Y ¿por qué Cristo es el Nuevo Moisés? porque a través de su muerte en la
cruz Cristo ha llevado a plenitud la Antigua Alianza, ha dado cumplimiento a todas
las profecías hechas a los Patriarcas y al pueblo de Israel; y esta Alianza y profecías
comenzaron a cumplirse con la Encarnación de Cristo, que tomando el seno virginal
de María, nació como hombre entre los hombres, y con su muerte en la cruz ha
llevado a cumplimiento todo lo que el Antiguo Testamento estaba profetizado y
anunciado. Por eso, esta lectura nos invita a unirnos al pueblo de Israel para decir:
“…haremos todo lo que ha dicho Yahvé…”, o sea, no solo prestar obediencia sino
acoger la Palabra de Dios hecha carne que es Cristo. Cristo es el Nuevo Moisés,
pues en Cristo realmente el hombre participa de la Nueva Alianza, Nueva Alianza
que al hombre lo rescata de la esclavitud, se le perdonan los pecados y donde la
muerte es un paso al encuentro pleno con el Dios en la eternidad; dice San Pablo
en la segunda carta a los Corintios en el capítulo 15: “…si Cristo no ha resucitado
vana es nuestra fe, somos los hombres más desdichados del mundo…”, pero no,
Cristo ha resucitado como primogénito de entre los muertos.
En el presente evangelio como centro del mismo se encuentran las palabras de la
consagración: “…este es mi cuerpo (…) esta es mi sangre…”. Debemos decir que
Marcos, que escribe para los judeocristianos, narra en síntesis parte de la Pascua
judía, y por ello menciona las frases que expresan el cumplimiento y el sentido del
misterio pascual de Cristo; pues ya no es el pan ázimo de la pascua judía, en la
Nueva Alianza, es el Cuerpo de Cristo; ya no será el vino que anunciaba la tierra
prometida, ahora es la Sangre de Cristo. Como dice el Santo Pregón de la noche de
la Vigilia Pascual “Cristo es nuestra Pascua”, y por eso la Vigilia de Pascua en la
liturgia de la Palabra, le antecede el Himno del Pregón de Pascua, que enfatiza que
Cristo es el cumplimiento de lo que la pascua hebrea anunciaba; por algo dice San
Agustín que la cuaresma hace presente la vida del hombre peregrino en este
mundo, y el tiempo de Pascua hace presente la vida nueva que Cristo con su
muerte y resurrección ha inaugurado.
Cristo en este evangelio hace una profecía que es hoy para nosotros: “…yo os
aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta cuando lo beba en el Reino
de mi Padre…”, estas palabras son importantes porque el mismo Cristo le dirá a
Pedro, en el evangelio de San Lucas: “…mira que Satanás ha solicitado el cribarlos,
pero yo he rezado por ti para que tu fe no desfallezca…”. Así podemos entender y
aceptar porque Cristo se ha hecho camino para nosotros, en este caminar si no
comemos y nos nutrimos del Cuerpo glorioso de Cristo, alimento de vida
eterna, no solamente sucumbimos ante la tentación del enemigo, sino que
estamos en riesgo de poder perder la fe; por eso las palabras de Cristo: “…Yo he
rezado por ti para que tu fe no desfallezca…”.
Con mucha preocupación se va constatando, lamentablemente, que en el interno de
la Iglesia se está dando una desacralización en la vida de los creyentes, o sea se
está perdiendo el sentido de lo sagrado, y como un ejemplo que se está perdiendo
el sentido de lo sagrado es que las leyes que hoy día se aprueban en la vía civil van
contra la vida: aborto, eutanasia; o contra la dignidad de la propia vida del hombre:
“la unión civil”, que se traduce en la unión de personas del mismo sexo y con su
implicancia de adopción de hijos por estas parejas, arrebatándoles a estos niños
adoptados el derecho natural de tener un padre y una madre. Cuando hablamos de
lo sagrado es cierto que nos referimos a Dios, pero si vamos al primer capítulo del
Génesis: “…hagamos al hombre a nuestra imagen…”, esto quiere decir que si el
hombre es imagen de Dios, también el hombre es imagen de lo sagrado y hace
presente lo sagrado de Dios, esto no se debe entender como un panteísmo sino
como una participación de la llamada a la vocación a la santidad que Dios ha hecho
en cada hombre. Por eso Dios permite el mal para que se vea lo que hay en el
corazón de los hombres cuando han excluido a Dios de sus vidas, pero no nos
olvidemos lo que dice San Pablo que es lo que también en el evangelio de Mateo se
afirma: “…Dios es un Dios de vivos no de muertos…”.
En la carta a los hebreos el autor sagrado dice: “…Cristo ha venido como Sumo
Sacerdote de los bienes futuros (…) una morada más grande, más perfecta no
construida de mano humana…”, esto está anunciando, o queriendo decir el autor
sagrado que la vida del hombre es obra de Dios, pues esta obra de Dios se encarna
en la historia del hombre, por eso podemos decir a la luz de la Palabra: “…Dios hace
de la vida del hombre una historia de salvación…”; la vida de los santos son una
garantía que Dios hace en el hombre que se abre a su gracia, una historia no solo
de redención sino de salvación, las palabras de Cristo que en líneas anteriores las
hemos dicho: “…quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna…” (CEC
nn 805; 905; 1212; 2181 y otros; Directorio Homilético p. 100; Homilía del Papa
Francisco, 4 de junio 2015 .Zenit).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar