TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI B
(14-junio-2015)
Jorge Humberto Peláez S.J.
jpelaez@javeriana.edu.co
Un ecosistema favorable a la experiencia de Dios
Lecturas:
o Profeta Ezequiel 17, 22-24
o II Carta de san Pablo a los Corintios 5, 6-10
o Marcos 4, 26-34
Al escuchar las lecturas de este domingo, nos llama la atención el
lenguaje campesino que utiliza Jesús para comunicar a quienes lo
seguían, cómo actúa Dios en el interior de cada persona y en la vida de
las comunidades. Como su público estaba constituido por hombres y
mujeres dedicados a las actividades del campo, les habla con imágenes
que les eran familiares: cómo se siembra un cedro, cómo cultiva la tierra
el agricultor. A través de imágenes simples, comunica verdades muy
hondas:
o “Yo tomaré un renuevo de la copa de un cedro, de su más alta rama
cortaré un retoño. Lo plantaré en la cima de un monte excelso”
o “El reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre
siembra la semilla en la tierra”.
A través de estas imágenes campesinas, ¿qué nos comunica el Señor? En
primer lugar, nos invita a recordar cómo fue plantada la semilla de la fe
en nuestro interior. Cada uno tiene su propia historia: unos harán
referencia al hogar en que vivieron, o a la educación religiosa que
recibieron en la escuela, o identificarán una experiencia impactante que
los marcó para siempre en su espiritualidad. Dios actúa en nuestras vidas
a través de personas y acontecimientos y lo hace con discreción, sin
sensacionalismos.
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Así como un cedro no alcanza su pleno desarrollo en pocos días y así
como se da un periodo de tiempo entre el momento de la siembra y el de
la cosecha, lo mismo sucede con las virtudes teologales de la fe, la
esperanza y el amor, que necesitan tiempo para desarrollarse y madurar.
Estas imágenes de la rama de cedro y de la semilla sembrada por el
agricultor nos hacen caer en la cuenta de la necesidad de crear unas
condiciones favorables para que ese proceso que comienza no se vaya a
frustrar. Podemos hablar, entonces, de la necesidad de crear un
ecosistema que favorezca el crecimiento de nuestra vida interior.
La rama de cedro y la semilla que siembra el campesino necesitan agua,
abono, protección de las plagas. Lo mismo sucede con el proceso de
crecimiento en la fe, la esperanza y el amor. Estas semillas de la vida
divina difícilmente llegarán a la adultez en un ambiente hostil. Como no
podemos quedarnos cruzados de brazos lamentándonos de los males de
la sociedad actual, la acción pastoral de la Iglesia debe llevar a cabo
iniciativas de trabajo con los padres de familia (pensemos en las
conocidas Escuelas de Padres), la formación de catequistas, las mil
formas que puede asumir la pastoral juvenil. Frente a un ambiente hostil
a la formación religiosa y ética de las nuevas generaciones, tenemos el
reto de desarrollar un ecosistema sano que entusiasme a los jóvenes.
En el texto de la II Carta a los Corintios que acabamos de escuchar, san
Pablo insiste en la confianza como un elemento esencial de nuestra
relación con el Señor resucitado. Loa educadores y catequistas somos
colaboradores en el trabajo de sembrar la semilla de la fe, la esperanza y
el amor. Es una gran responsabilidad. Por eso debemos ser muy
cuidadosos con la pedagogía que utilizamos y el lenguaje con que nos
expresamos. A través de un acompañamiento amable, podemos caminar
junto a los niños y jóvenes para que descubran la persona y el mensaje de
Jesucristo. Este acompañamiento debe evitar el uso de palabras que sean
extrañas a las culturas juveniles, invitar a la confianza y no alimentar
visiones negativas de Dios.
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Uno de los elementos más importantes en el proceso de creación de un
ecosistema favorable al desarrollo de las semillas de la fe, la esperanza y
el amor es el servicio a los demás. Es maravilloso escuchar el testimonio
de los jóvenes que han participado en experiencias de servicio como
talleres de liderazgo, campamentos misión, trabajo con comunidades
vulnerables. Descubren unos valores y unos retos que les cambian la vida.
Lo que necesitan los jóvenes es que les ayudemos a canalizar su energía
y capacidad de soñar.
Es hora de terminar nuestra meditación dominical que ha estado centrada
en las dos imágenes campesinas de la rama de cedro y la semilla plantada
por el agricultor. Estas imágenes nos ayudan a comprender la
espiritualidad como un proceso lento de crecimiento y maduración, y la
necesidad de crear un entorno favorable. No esperemos que los jóvenes
vengan a las iglesias; vayamos a sus lugares de encuentro (el deporte, la
música, el grupo de amigos). El Papa Francisco nos invita a salir al
encuentro de los hermanos. Y cambiemos el discurso tradicional que
utilizamos que es conceptual, normativo y prohibitivo. Por el contrario,
propongamos valores, invitemos a descubrir a Jesucristo a través del
servicio a los más necesitados.
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