Domingo 11B TO
“El reino de Dios se parece al grano de mostaza” (Mc 4, 26-34)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Mostaza)
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
¿Dios me concede todo lo que le pida?
<Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una nueva
tienda. El rótulo decía: “Regalos de Dios”. Entré. Un ángel atendía a los compradores.
-¿Qué vendes?, pregunté.
- Cualquier don de Dios.
Miré las estanterías. Estaban llenas de ánforas de amor, frascos de fe, macutos llenos
de esperanza… Yo necesitaba un poco de todo.
-¿Cobras muy caro?
-No, los dones de Dios son siempre gratis.
- Deme una ración de amor, dos de perdón, tres de esperanza, unos gramos de fe y el
gran paquete de la salvación. Cuando el ángel apareció, traía una bolsita diminuta. Le dije:
- ¿Cómo puede caber ahí todo lo que le pedí?
-Mira, amigo, respondió el ángel. Dios nunca da los frutos maduros. Dios sólo da
pequeñas semillas que cada uno tiene que cultivar y hacer crecer.> (Félix Jiménez, escolapio).
¿Qué es lo que más le importaba a Jesús?
Su mayor preocupación era la construcción del Reino de Dios: reino de paz, de amor,
de justicia. Desde el comienzo lo predica y lo explica con parábolas.
Hoy S. Marcos nos coloca cuatro de sus parábolas sobre el Reino de Dios: la famosa
del Sembrador (Mc 4:1-20), la Antorcha bajo el celemín (Mc 4:21-25), la Simiente que
Brota (Mc 4:26-29), y el Grano de Mostaza (Mc 4:30-32).
Como se ve, en estas parábolas predomina el tema de la semilla.
En la Simiente que Brota se pinta a un hombre, que echa simiente en la tierra, y se va
a dormir. En la mañana se levanta y se dedica a varias tareas, sin preocuparse de la semilla.
Pero ella germina en la tierra y produce nuevas semillas: los granos. Trillones de semillas
toman raíz cada año sin ninguna intervención humana. Colinas y valles alrededor del mundo
se cubren de plantas que nadie ha plantado, regado, fertilizado o protegido de malas hierbas.
El punto importante de esta parábola es la obra de la simiente , que brota a causa de
una fuerza misteriosa y que crece tan despacio que no la vemos crecer. Sólo cuando nos
volvemos después de varios días, podemos ver su crecimiento, y siempre nos maravillamos.
¿En qué se parece el Reino de Dios a esta simiente?
1.El reino de Dios es como este crecimiento lento pero constante . Predicamos,
invitamos y testificamos, pero los resultados son de lo más ordinarios: unos niños
catequizados, un adolescente que se presenta para el bautizo o la confirmación, una pareja
joven que decide casarse por la Iglesia, la perseverancia en la Lectura Orante de la biblia y en
los Ejercicios Espirituales, el cuidado a ancianos, el llevar ropa a gente necesitada, el visitar
enfermos, el trabajo incansable a favor de los derechos humanos.
El reino de Dios crece a pesar de nuestros defectos.
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Vivimos muchas veces obsesionados por los grandes problemas de nuestro mundo: la
inseguridad, la corrupción, la contaminación, la droga, la violencia… Algunos enfatizan lo
negativo, como si Dios no existiera y no se preocupara de nuestro mundo.
Pero son muchísimas las cosas buenas, las personas buenas, los actos solidarios que
nos rodean. Son semillas del Reino, que lo hacen crecer sin que nos demos cuenta. Es la tarea
del cristiano celebrar la bondad de Dios y cantar su poder para que todo fructifique
Lo nuestro es crecer y ayudar a crecer a los hermanos en Cristo.
2. Es un proceso gradual con pasos : Primero la semilla germina en la tierra, aparece
la hierba, luego la espiga y después los granos. Así es también en el Reino de Dios.
3.La semilla germina en la tierra por un proceso misterioso que solo conocemos en
parte. Aun hoy día quedan incógnitas: ¿de dónde viene tanta vida? Así también la Buena
Noticia se siembra en el corazón de las personas y crece también en forma misteriosa.
4.La semilla crece por una fuerza vital puesta ahí por Dios . En el reino de Dios
debemos cumplir nuestra parte, pero Dios es el que hace llegar el reino . Nuestro papel es
echar la simiente. El éxito está asegurado. Pero no podemos dictar en qué lugar o en qué
momento dará fruto. Eso es sólo conocido por Dios. “Confiar en que todo depende de Dios y
trabajar por el Reino como si todo dependiera de nosotros”. (Frase de inspiración ignaciana).
¿Qué nos enseña la otra parábola: la del grano de mostaza?
El grano de mostaza es de las semillas más pequeñas. Pero, después de sembrada,
crece hasta unos tres o cuatro metros de altura. Es un contraste entre la pequeñez de la semilla
y lo grande de la planta que nace de ella.
El reino de Dios también comienza con pequeños fenómenos .
Esperaríamos que Cristo venga como un poderoso guerrero , rodeado de poder y de
gloria; pero, en cambio, viene como un pobre niño en una cueva de animales.
Esperamos que Él compare el reino de Dios con un roble o un cedro, pero lo compara
con un grano de mostaza – la más pequeña de las semillas.
Esperamos que escoja como discípulos a los hombres mejores y más inteligentes, pero
escoge a gente ordinaria: pescadores, recaudadores de impuestos e individuos improbables ,
como Moisés (fugitivo y tartamudo), David (el niño cuyo padre casi se olvidó de mencionarlo
cuando Samuel vino a su casa en busca de un rey), Gedeón (el jefe de una cuadrilla de
trescientos hombres)...
También la vida misma de Jesús, en apariencia de poca significación y relieve, ha
dado los grandes frutos del Reino de Dios y se ha convertido en el único árbol en el que todos
podemos hacer nuestro nido.
Por eso, en el cristianismo la cristología es más importante que la eclesiología. “Hay
que hablar menos de la Iglesia y más de Cristo; hay que luchar contra el peligro del
narcisismo eclesial”. (José M. González Ruiz). Sólo hay salvación en Jesucristo.
Lo nuestro es creer en el árbol grande y generoso que es Jesucristo.
Jesús enseña en público con parábolas, porque quizá muchos de sus seguidores llevan
poco tiempo con Él, y aún no están listos para entender por completo todo su mensaje.
“Pero a sus discípulos les declaraba todo en privado” (v. 34): les daba una
interpretación más personal. Así nosotros, como discípulas y discípulos, hemos de acercarnos
más a Él, a sus palabras; hemos de llevarle, con confianza y humildad, nuestras propias
preguntas. Sus respuestas serán esa buena pequeña semilla que puede crecer y llevar frutos de
fe, de justicia, de salvación.
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