Encuentros con la Palabra
Domingo XI del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 4, 26-34)
“Lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
El Evangelio de hoy nos recuerda algo fundamental para el proceso de construcción de una
comunidad de fe: El crecimiento en la vida de comunión, como en todo lo que implica la
vida espiritual de las personas, es un regalo de Dios, una gracia. El crecimiento comunitario
es un don que es necesario pedir con humildad. Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán,
sostiene que "Comunidad cristiana significa comunión en Jesucristo y por Jesucristo. Ninguna
comunidad cristiana podrá ser más ni menos que eso. Y esto es válido para todas las formas
de comunidad que puedan formar los creyentes, desde la que nace de un breve encuentro
hasta la que resulta de una larga convivencia diaria. Si podemos ser hermanos es únicamente
por Jesucristo y en Jesucristo"(D IETRICH B ONHOEFFER , Vida en Comunidad ).
Hablando del Reino de Dios, que es lo que queremos hacer realidad cuando nos reunimos
para construir la comunión fraterna, Jesús nos recuerda que se trata de algo que acontece
aún durante nuestros momentos de descanso. El Reino de Dios crece, aunque los que han
sembrado la semilla estén despiertos o dormidos: “Con el reino de Dios sucede como con
el hombre que siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté dormido o despierto,
que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra
produce por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y más tarde los granos que llenan la
espiga. Y cuando el grano ya está maduro, la recoge, porque ha llegado el tiempo de la
cosecha”.
En este mismo sentido se expresa Pablo, para quien el constructor principal de la
comunidad no es el dueño de ésta, ni el crecimiento puede ser atribuido a alguien en
particular. Eso le da una característica muy propia a la comunidad cristiana, porque es de
Dios y todos los miembros de una comunidad son sólo servidores unos de otros y del
proyecto de comunión: “A fin de cuentas, ¿quién es Apolo?, ¿quién es Pablo? Simplemente
servidores, por medio de los cuales ustedes han llegado a la fe. Cada uno de nosotros hizo
el trabajo que el Señor le señaló; yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo
sembrado. De manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es
todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado. Los que siembran y los que riegan son
iguales, aunque Dios pagará a cada uno según su trabajo. Somos compañeros de trabajo
al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenece a Dios”
(1 Corintios 3, 5-9).
Hay algunos superiores o responsables de las comunidades que sienten la obligación de
responder por el crecimiento de la comunidad y de cada uno de los miembros. Esto los
lleva a tomarse demasiado a pecho la santificación de sus súbditos, como si de ellos
dependiera este crecimiento espiritual. Dicen que Dios le dijo una vez a un superior y a un
ecónomo de una comunidad: “Ustedes encárguense de hacerlos felices; de hacerlos
santos, me encargo yo...”.
Pidamos al Señor que en nuestras comunidades de fe, tengamos muy presente esta
enseñanza que nos deja el evangelio de hoy. Que tengamos la humildad de reconocer que el
que da el crecimiento es Él mismo y que nosotros sólo somos sus colaboradores.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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