XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
FALTAN PROFETAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- En el mercado laboral se habla con frecuencia de los especialistas que se
necesitan para cumplir unas determinadas funciones. Para el desierto unos, en
zonas industriales otros. Las grandes empresas solicitan logistas capacitados, los
propietarios de rebaños pastores con perros adecuados, astutos y dóciles, la
minería precisa geólogos. Evidente. Si se encuentra la persona que tenga las
cualidades que consideren precisas, facilitará la prosperidad de la entidad. Encajará
en la dinámica del trabajo colectivo. O así lo creen.
2.- Pero ocurre a veces que las necesidades son otras y que precisamente son
desconocidas, pero se intuye que algo nuevo se precisa. Tal vez vigilancia jurada,
para evitar robos, tal vez expertos en mercados, para orientar en que línea de
fabricación podrán triunfar y sus productos, por su originalidad llamarán la atención
del consumidor ingenuo etc. etc. Tales personas, con frecuencia, resultan
incómodas. Los resultados que esperaba quien las contrató muchas veces no los
percibe, más que tranquilidad, suscitan inquietudes. Nadie vive cómodamente,
nadie está seguro, desde que tal persona se introdujo en la sociedad. Pero sin saber
exactamente el mecanismo, la entidad cambia y progresa.
3.- Hasta aquí me he situado en un terreno que no es el mío precisamente. Os
preguntaréis seguramente, mis queridos jóvenes lectores, qué relación tiene todo
esto, con los textos de la misa de este domingo. Y si pensáis así, no vais
desencaminados, aunque no acertados. Mi introducción pretendía reclamar vuestra
atención, para que comprendáis que en el terreno religioso, ocurre algo paralelo,
aunque en diferentes dimensiones. Oiréis que se dice que faltan sacerdotes, y no
seré yo quien lo niegue. Pero lo que más urge son profetas, pienso yo también. Y
sin duda otros muchos. Hombres de Dios, incómodos en su lenguaje, aguafiestas a
veces, agrios denunciantes.
4.- Profeta es aquel que asumida la Ley de Dios, empapado en lo más genuino de
su doctrina, reconociendo que su validez es eterna, se siente impulsado a la
denuncia inmediata. Una denuncia en lenguaje actual, aunque su contenido sea
perenne. Aquí radica la esencia de su vocación. Huye de éxitos, vive de esperanzas,
pese a lo que para su tranquilidad supone, lo que de palabra o testimonialmente,
debe predicar. Ezequiel, se siente arrebatado por Dios y fiel a lo que le suscita,
debe marchar a acusar, a reprochar y a culpar al pueblo de Israel, que ha caído en
dureza de corazón. Debe decirlo, tanto si es escuchado, como si nadie le hace caso.
5.- Ni el arzobispo Romero resultó cómodo para los que ejercían autoridad en San
salvador, ni Martin Luther King para la burguesía blanca norteamericana, ni
Mahatma Gandhi para los ingleses que ocupaban el sub continente asiático, ni
Mandela para los europeos de la Colonia del Cabo. Os he citado ejemplos, mis
queridos jóvenes lectores, de profetas de nuestro tiempo. Algunos de ellos fueron
asesinados, pero sus sueños dieron frutos más tarde. Como la predicación de
Ezequiel. Es he nombrado algunos, muy conocidos, aunque haya muchos más. Pero
urge para la decadente cultura cristiana occidental, muchos otros. Revulsivos
perturbadores, que despierten a tantos que duermen satisfechos, en su cómoda y
amodorrante monotonía. Egoísta, sin duda. El profeta es un hombre de ensueños,
un privilegiado de la intimidad de lo más sublime, aunque por ello sufra persecución
o desprecio.
6.- A Pablo, Dios le concedió experiencias de la mayor categoría espiritual. Podía
enorgullecerse, nadie de su entorno se podía comparar con él. Pero a Dios no le
gusta que los suyos farden. Y el que había sido arrebatado al tercer cielo, como
cuenta en II Cor 12,2, para que no presuma, sufre lo que llama una espina que le
humilla. No especifica de qué se trata, se ha especulado mucho sobre ello. Os voy a
dar mi opinión personal. Imagino yo que padecía una úlcera gastroduodenal que le
dolía, agriaba su carácter y que, como es típico de esta dolencia, se presenta con
periodicidad, de aquí que se pueda acordar de que ha solicitado la ayuda del Señor
tres veces. Pues para que recuerde su pequeñez, se le dice que se apañe, que no
se deje vencer, que haga de tripas corazón, según el dicho vulgar. Pablo el apóstol
profeta no esconde sus pequeñeces. (Lo que os he escrito continúe siendo válido,
pese a los conocimientos actuales sobre la “helicobacter pylori”)
--El profeta, pese a que su actuación y testimonio pueden ser espectaculares, no
debe dejar de ser humilde. Pablo nos confía con sencillez esta virtud.
--El profeta no acostumbra a triunfar de inmediato, generalmente no es aceptado,
ni obedecido. La indiferencia de su entorno es uno de sus más astutos enemigos,
que corroen su esperanza. Jesús en su tierra, en su mismo pueblo, sufre este mal.
Lo sufre y le duele, pero no abandona. No se declara depre, continúa cumpliendo
en el tiempo y en aquel lugar concreto en que se encuentra, la misión recibida, la
voluntad eterna del Padre.