COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
decimoquinto durante el año, Ciclo B
Evangelio según San Marcos 6,7-13
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los
espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón;
ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran
dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el
momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir
de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces
fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y
curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
TODOS SOMOS ENVIADOS A LA MISION
Este es el envío misionero. Diosa llama y envía. La característica de la fuerza y la
importancia es de Aquél que envía: Cristo, Dios y el Espíritu Santo, presentes en
esa acción apostólica, misionera, evangelizadora.
En primer lugar: todos los cristianos somos enviados, porque todos formamos parte
del Pueblo Santo de Dios, que es la Iglesia. Todos nosotros, que hemos recibido la
vida, fuimos bautizados y somos cristianos, creyentes, hemos recibido el don pero
también tenemos la misión de llevar adelante. Cada uno de nosotros, el hombre, la
mujer, el joven, el enfermo, el trabajador, tenemos una misión y debemos
cumplirla.
A veces no se cumple la misión porque no hay claridad en la finalidad. No hay que
olvidar que es EL quien nos envía; en SU nombre echamos las redes. Y muchas
veces la suerte del enviado pasará por dificultades, tribulaciones, burlas, calumnias,
incomprensiones; pero si le pasó al Maestro ¿no nos va a pasar a nosotros?,
¡también nos va a pasar! Por lo tanto, si los resultados no son los esperados, nunca
tenemos que desanimarnos porque lo importante es el Señor, que está detrás,
adelante y en el centro de nuestra vida.
En segundo lugar: vamos en SU nombre, pero tenemos que ir, tenemos que
caminar y obedecer. ¿De qué manera vamos?, ¿con cuánta carga? Si vamos
cargados con nuestros egoísmos, nuestros narcisismos, con autosuficiencia,
seguridades, orgullos o vanidades, es evidente que llevamos tanta carga que el
camino será muy pesado. Yo diría “a tan corto viaje, casi no hay que llevar valijas”,
porque a veces uno lleva un montón de valijas para tan poco tiempo y no usa
nunca las cosas que lleva porque no tiene tiempo para usarlas.
De ahí la importancia de la característica del discípulo: tiene que estar ligero, andar
liviano, andar libre; libre para que el Señor se comunique, llegue y esté presente.
Tenemos que tener esa capacidad de superar todos esos egoísmos para poder
encontrar a Jesús. Porque cuando uno va en SU nombre, verá cosas maravillosas.
Cuando en SU nombre bendice, acompaña, escucha, habla o hace silencio, el Señor
se hace más elocuente que nosotros con la argumentación de tantas palabras.
Que nos sintamos llamados, sí; pero que también respondamos al envío cumpliendo
con nuestra misión.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén