DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía del P. Joan M. Mayol, rector del Santuario de Santa María de Montserrat
5 de julio de 2015
Ez 2,2-5 / 2 Cor 12,7-10 / Mc 6,1-6
La celebración comunitaria de la fe, hermanos, evoca el recuerdo del amor de Dios en
medio del templo tal como hemos cantado acompañando la procesión de entrada.
Evocamos el recuerdo de ese amor de una manera eminente celebrando el Memorial
del Señor. Lo hacemos proclamando y meditando su palabra, tomando y comiendo su
pan, toman y bebiendo de su cáliz, dejando que la palabra sea significativa en nuestra
vida y, ésta, vaya siendo cada vez más significante de lo que comemos y bebemos
como memorial suyo.
La mesa de la palabra nos ha mostrado hoy, en el breve pasaje del Evangelio según
San Marcos, lo que supone comulgar con la voluntad de Dios tal como lo hizo Jesús y
todos los profetas que le han precedido y han venido tras de él. Comulgar con la
voluntad de Dios significa amar como él, comunicando vida y suscitando esperanza.
Supone, a menudo, por amor a la verdad y a la justicia, soportar la contradicción o el
desprecio del escepticismo o de la incredulidad. Pide siempre, por amor a Dios y al
prójimo, una mirada limpia sobre lo bueno de cada corazón humano para no cansarse
nunca de hacer presente la obra de Dios en el mundo por medio de la palabra y las
obras de vida que quieren interpelar a creyentes y no creyentes.
Los de Nazaret han oído las palabras de vida de Jesús y le reconocen una sabiduría
admirable; conocen también sus obras de amor en bien de los enfermos y de los que
más sufren, pero no salen de su asombro. Pasan de una admiración positiva, que les
obligaría a tomar partido, al escándalo más pasivo que no quiere problemas y de
momento se desentiende hasta ver dónde para todo, y todo, por un conocimiento
superficial de la Escritura y un menosprecio asumido inconscientemente de su propia
condición social. Todo cuadra: las palabras llenas de sabiduría, aquellas obras de sus
manos que generan nueva vida en los hombres; todo encaja, menos el origen social
de Jesús: un carpintero de Galilea no puede ser el profeta que esperan, no puede ser
el Mesías por Dios prometido. En el imaginario colectivo de Israel se espera un Mesías
que, cuando llegue, aparecerá con gran poder y majestad. El profeta que esperan, tal
como Dios se lo prometió, será un nuevo Moisés con el rostro luminoso y
resplandeciente, no un pobre carpintero de Galilea que hace tiempo que no le han
visto la cara por aquellos alrededores.
El razonamiento apunta en la dirección correcta pero es miope, ha mirado la historia y
le ha pasado por alto un elemento importante. Los orígenes de Moisés no son
precisamente nobles y en cambio es un gran profeta; es un humilde hijo de hebreos
esclavizados en Egipto. Jesús es, tal como el libro de los Números considera a
Moisés, el más humilde de los hombres. Es aquí donde los nazarenos fallan y por eso
les fue imposible adherirse a Jesús. Esperaban un Mesías que comenzara el reino
desde arriba, imponiéndose con su poder y majestad y se encuentran con un Jesús
que, como buen artesano, comienza las cosas por los preliminares provocando la
liberación personal, suscitando la conversión del corazón, un cambio interno personal
que será el principio más potente que generará toda la dinámica liberadora del Reino
de Dios a favor de toda la sociedad.
En la humildad está el secreto de Dios revelado por medio de la cruz y la resurrección
de Jesús. Sólo desde la humildad que nos hace conscientes de los límites humanos se
puede aceptar la verdad que libera el fondo de bondad del corazón y nos abre al
infinito de Dios que es amor.
El camino tiene su dificultad para todos. Las obras de cada día, hechas con espíritu
cristiano o con conciencia honesta, son la respuesta elocuente al don de la gracia que
el misterio pascual de Cristo continúa derramando sobre todos los hombres sin
medida. Porque, se maravillen o se escandalizen, todo el mundo debe saber que hay
un profeta en medio suyo, uno como nosotros, hijo de Dios y de María.
La mesa de la eucaristía nos invitará a comulgar con la vida y la misión de este profeta
para continuar haciendo presente en medio del mundo las obras de Dios y su mensaje
de conversión y de vida, porque sea aceptada o no, sea silenciada o perseguida, la
verdad del Evangelio no se esconde detrás del amor sino que se manifiesta a través
de él dejando vida y abriendo caminos de esperanza a creyentes y no creyentes.