DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía del P. Antoni Pou, monje de Montserrat
26 de julio de 2015
2 Re 4,42-44 / Ef 4,1-6 / Jn 6,1-15
¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?, pregunta Jesús a Felipe
cuando ve la multitud que va llegando. Jesús lo pregunta, no porque no sepa lo que
tiene que hacer, si no para probar a Felipe. Y Felipe responde desde una lógica
puramente humana, mercantil: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a
cada uno le toque un pedazo". Es decir, no podemos hacer nada, no salen los
cálculos.
Andrés que los escucha hablar, tampoco lo ve claro, pero tiene una actitud diferente a
la de Felipe: presenta a Jesús los recursos de que dispone: "Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?".
Y ¿qué hace Jesús? Toma los panes, dice la acción de gracias y reparte los panes y
los peces entre toda la gente, sentada en la hierba. Y todo el mundo queda satisfecho.
¿Qué ha pasado para que se produzca el milagro?
Primero Andrés, a pesar de no ver claro que se pudiera hacer nada, ofrece lo que
dispone. Segundo, Jesús dice la acción de gracias: reconoce que todo lo que tiene
viene de Dios, y lo reparte.
Esta es la lógica que hace posible el milagro. No asustarnos ante las necesidades que
parecen superarnos, aportar lo poco que tenemos, y por último, ver lo que tenemos no
como algo propio sino como dones de Dios, que agradecemos y compartimos.
La gente cuando se dio cuenta del prodigio que Jesús había hecho querían hacerlo
rey, pero Jesús se retira solo a la montaña. La gente no ha comprendido a Jesús: lo
que ha visto es que Jesús ha saciado su hambre material, pero no han visto cómo lo
ha hecho. Ven los resultados, pero no la actitud. No ven que Jesús lo recibe todo del
Padre, y que se ofrece por completo a Él. No ven la actitud de Andrés y del muchacho,
que ofrecen todo lo que tienen aunque sea poco, para que nadie pase hambre. No ven
que es Jesús, el pan verdadero, el que sacia plenamente el hambre, no sólo material,
sino de aquella vida plena que es la comunión profunda con Dios-Padre, fuente de
todo bien, Padre de todos, que no quiere que nadie pase hambre.
Jesús después de la multiplicación de los panes, por la noche, se apareció a los
discípulos que sufrían en la barca porque soplaba un viento fuerte y el lago se iba
encrespando. Y les dice: "Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos,
sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece,
sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del
hombre”.
Hermanos y hermanas, nosotros también somos de aquellos que no buscamos Jesús
por las señales prodigiosas, sino que tenemos hambre de aquel alimento que no se
echa a perder y que da la vida eterna. El Hijo del Hombre, convertido en pan y que nos
transforma en alimento para los demás. Ofrecemos ahora a Dios, como Jesús, el fruto
de nuestro trabajo, lo poco que tenemos, y hagamos con ello su eucaristía, acción de
gracias y compromiso.