XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
La entrega eucarística de Jesús nos devuelve la dignidad
La carta a los Efesios (Ef 4,30-5,2) invita a vivir el dinamismo del amor que se
traduce en perdón y comprensión hacia los demás desterrando todo tipo de
amargura, ira, enfados e insultos para vivir en el Espíritu que va operando en
nosotros la liberación hasta su manifestación total. El pan de vida, pan partido y
eucarístico, renueva en nosotros constantemente este dinamismo de
Amor . Cristo nos amó y se entregó por nosotros para que nosotros hagamos lo
mismo por los demás y en su mismo amor. Ante los presos de la cárcel de Palmasola
en Bolivia, para darles aliento y esperanza, el papa anunció este mismo mensaje
fundamental sobre la entrega de Cristo que nos devuelve la dignidad a todos. Me
permito resumir dicho mensaje en dos párrafos:
"El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Lo que tengo y lo que amo,
sí quiero dárselo: es Jesucristo, la misericordia del Padre que vino a mostrarnos
el amor que Dios tiene por nosotros. Un amor que se acerca y devuelve dignidad: Él
dio su vida para devolvernos la identidad perdida. A Pedro y Pablo, cuando estaban
presos, los sostenía la oración. Les invito a mirar el rostro de Jesús crucificado. En
sus llagas, encuentran lugar nuestras llagas. Para ser curadas, lavadas,
transformadas, resucitadas. El murió por vos, por mí, para darnos su mano y
levantarnos . Esta certeza nos moviliza a trabajar por nuestra dignidad.
Reclusión no es lo mismo que exclusión porque la reclusión forma parte de un
proceso de reinserción en la sociedad. Son muchos los elementos que juegan en
contra de ustedes: el hacinamiento, la lentitud de la justicia,... Sin embargo, mientras
se lucha por eso hay cosas que hoy ya podemos hacer. Tenemos la capacidad de
convertirlo todo en ocasión de auténtica fraternidad. Ayúdense entre ustedes. Mi
saludo a sus familias, que nos recuerdan que merece la pena vivir y luchar por un
mundo mejor. Y una palabra de aliento a todos los que trabajan en este proceso de
reinserción. Tarea de levantar y no rebajar; de dignificar y no humillar; de animar y
no afligir. Este proceso pide dejar una lógica de buenos y malos para pasar a
una lógica centrada en ayudar a la persona."
En la primera lectura contemplamos que, de la misma manera que el pan y el agua,
ofrecidos reiteradamente por el ángel del Señor a Elías, constituyeron el alimento y
la fuerza necesarios para que el profeta pudiera llevar adelante su misión de conducir
a su pueblo al culto al Dios vivo y verdadero, y al mismo tiempo era la señal de que
Dios estaba con él incluso en medio de su angustia y de su desesperación (1Re 19,4-
8), así el pan ofrecido por Dios a la humanidad e n la persona de Cristo es pan
de vida para la vida del mundo y señal de su Alianza permanente con el hombre.
El pan partido y compartido por Jesús y los discípulos con la multitud constituye una
de las grandes señales que el evangelio de Juan presenta como anuncio y
realización anticipada de la hora de la gloria de Dios en nuestro mundo. Hace
varios domingos leíamos este relato admirable y milagroso. Su fuerza espiritual y
transformadora trasciende las fronteras del mundo religioso cristiano y se convierte
en un relato portentoso de una actualidad palpitante, pues ante los escalofriantes
datos de la pobreza en nuestro planeta a causa de la injusticia y de la desigualdad
en el reparto de los bienes de la tierra, esa "señal" es la lección magistral de la
sabiduría divina, accesible a la inteligencia humana, capaz de revelar, en los gestos
antológicos de Jesús con el pan disponible, la gran verdad que da vida al mundo y
que convierte aquel reparto de pan en la señal por excelencia de la manifestación de
l a gloria de Dios en Jesucristo para el género humano.
El discurso del pan de vida que prosigue en el evangelio de Juan ayuda a comprender
la fuerza de aquella señal (Jn 6,23-59). El pan es la señal de la hora de la entrega
de la vida. Jesús mismo será el verdadero pan partido en la cruz, cuyo sacrificio
como víctima de la injusticia humana en la entrega de su vida por amor da al mundo
la vida definitiva y eterna. En Juan no hay narración de la institución de la Eucaristía
en la última cena como ocurre en los evangelios sinópticos, pero sí está presente
toda la fuerza de la Eucaristía en el reparto del pan y su explicación en el discurso
del pan de vida.
El primer aspecto contenido en los gestos eucarísticos de "tomar el pan y dar gracias"
es el de ser un don gratuito del Padre . En el discurso del pan de vida Jesús dice
también: mi Padre os da el pan del cielo; el verdadero, el pan de Dios es el que baja
del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,32-33). Jesús sabe muy bien que el don que él
hace viene del Padre. Él da gracias al Padre porque es el Padre quien le da la
capacidad de transmitirlo.
El segundo aspecto eucarístico del discurso del pan de vida es la finalidad del don
para la vida del mundo. El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Jn
6,51). La Eucaristía es un don para la vida del mundo. Al decir en cada Eucaristía:
"Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19), Jesús no sólo piensa en los allí presentes,
sino en toda la multitud. La acción de gracias de la institución eucarística es el origen
de un nuevo reparto de pan entre los muchos que forman la multitud que incluye a
todos de los seres humanos. El papa Francisco nos dijo en la misa de Santa Cruz:
"La Iglesia celebra la Eucaristía, celebra la memoria del Señor, el sacrificio del Señor.
Porque la iglesia es comunidad memoriosa... Actualiza el misterio del Pan de
Vida. Jesús quiere que participemos de su vida y a través nuestro se vaya
multiplicando en nuestra sociedad" .
Jesús se da como pan de vida eterna y esa donación y entrega de la vida se convierte
en una partición más admirable e importante que la que tuvo lugar en el lugar
desértico. El fin último del reparto del pan no era sólo saciar el hambre de miles de
personas, sino más bien prefigurar como señal el reparto mesiánico del pan
eucarístico hasta constatar la sobreabundancia de los pedazos partidos
sobrantes para que todos tengan una vida abundante . Las tradiciones
evangélicas ponen de relieve este vínculo entre el milagro y la Eucaristía por el uso
de las mismas palabras en la descripción de los gestos de ambos relatos: Jesús toma
el pan, pronuncia la bendición o da gracias, lo parte y lo da a repartir entre la
muchedumbre.
El tercer aspecto es la Alianza. La Eucaristía, sacramento de la Nueva
Alianza, antes de ser un don generoso de Cristo, es un don maravilloso del Padre
celeste, que regala su amor generador de Vida eterna. Es un don irreversible y
universal. En el discurso del pan de vida Jesús dice: Quién come mi carne y bebe
mi sangre permanece en mí y yo en él. Esta amistad de Jesús hacia nosotros es la
alianza más profunda en la comunión íntima con él, por ser nueva, eterna y universal.
Él nos conduce definitivamente hasta el Padre, es una alianza que conlleva para
siempre el perdón de todos los pecados, recupera la dignidad del ser
humano y se proclama para toda la humanidad , pues como dicen los profetas:
"Todos serán discípulos de Dios. Y es eterna, porque el que participa de este pan
"vivirá para siempre".
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura