DOMINGO VIGÉSIMO DEL TIEMPO ORDINARIO DEL AÑO, CICLO B
LECTURAS:
PRIMERA
Proverbios 9,1-6
La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, ha hecho su
matanza, ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa. Ha mandado a sus
criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: "Si alguno es simple,
véngase acá". Y al falto de juicio le dice: "Vengan y coman ustedes de mi pan,
beban del vino que he mezclado; déjense de simplezas y vivirán,y diríjanse por los
caminos de la inteligencia".
SEGUNDA
Efesios 5,15-20
Así pues, miren ustedes atentamente cómo viven; que no sea como imprudentes,
sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son
malos. Por tanto, no sean insensatos, sino comprendan cuál es la voluntad de
Señor. No se embriaguen con vino, que es causa de libertinaje; llénense más bien
del Espíritu. Reciten entre ustedes salmos, himnos y cánticos inspirados; canten y
salmodien en su corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios
Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
EVANGELIO
Juan 6,51-59
"Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo". Discutían entre sí
los judíos y decían: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Jesús les dijo:
"En verdad, en verdad les digo: si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre, y
no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi
sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha
enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el
pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres, y murieron; el que coma
este pan vivirá para siempre". Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en
Cafarnaúm.
HOMILÍA:
En el libro de los Proverbios se nos habla hoy de un banquete que ha preparado la
Sabiduría. Con este nombre podríamos significar el propio Espíritu Santo, fuente de
la misma.
Se nos dice que ella envía a sus criadas a anunciar el banquete, señalando que
podrán comer de su pan y del vino que ha mezclado.
Podríamos descubrir en estas palabras una alusión al banquete al que nos invita
Jesús. También en él los comensales podrán probar el pan y el vino que el Salvador
nos ofrece, mejor que todos los manjares exquisitos que el ser humano haya
podido probar.
Se trata, nada menos, que de su propio Cuerpo y de su propia Sangre. El Cuerpo
inmolado y la Sangre derramada para la salvación del mundo.
No se anda el Señor con simbolismos, sino que habla claro. Lo que está diciendo
sólo se puede entender en sentido literal. El está afirmando que El es el pan. Que el
que come su Cuerpo y bebe su sangre tendrá parte con El, tendrá vida eterna.
Por más que muchos hermanos se separaron de la Iglesia Católica, afirmando que
lo que Jesús dijo sólo tiene un sentido simbólico, como si dijera que el pan y el vino
son sólo símbolos de su Cuerpo y de su Sangre, eso no fue lo que entendieron los
apóstoles y primeros discípulos.
Desde el principio mismo vemos que ellos entendieron lo que luego nos
transmitieron, que es lo mismo que hoy sigue creyendo y enseñando la Iglesia
Católica.
El pan y el vino dejan de serlo por voluntad de Dios. Para El nada es imposible, y
Jesús, que es Dios, quiso inventar una manera de quedarse con nosotros y estar
con nosotros, los miembros de su Iglesia, ya que somos su Cuerpo.
Todo lo que Jesús dijo en Cafarnaúm, y que recoge Juan en el capítulo VI de su
evangelio, lo haría realidad en la Última Cena, cuando, después de haber comido
con sus discípulos, se dispone a dejarnos un “memorial”, algo así como un
recordatorio en forma de comida y bebida, para que ese pan y ese vino de alguna
manera renueven su ofrecimiento al Padre.
Cuando El dice a los ap￳stoles: “Hagan esto en mi memoria” (Mateo 26,26), fue
como un mandato a repetir sus palabras y gestos con el pan y el vino. Y así lo
hicieron ellos, tanto que, desde el principio, comenzaron a celebrar “la fracci￳n del
pan” como el memorial que los congregaba para actualizar lo que Jesús hiciera, una
vez por todas, en el altar de la Cruz.
Existen muchos testimonios de los primeros tiempos que nos aclaran esto. De suyo
tenemos también algunos en los escritos del Nuevo Testamento. Así dice el libro de
los Hechos: “Acudían asiduamente a la ense￱anza de los ap￳stoles, a la comuni￳n,
a la fracci￳n del pan y a las oraciones” (2,42).
En el mismo libro (20,7), leemos: “El primer día de la semana, estando nosotros
reunidos para la fracción del pan...”
Aquí Lucas, discípulo de Pablo, está hablando de una celebración en la que el
ap￳stol estaba presente. De paso, nos aclara que era en el “primer día de la
semana”, el que hoy llamamos “domingo”, que los discípulos de Jesús se reunían
para celebrar la reuni￳n que más tarde se llamaría “Eucaristía”.
El propio Pablo nos habla de esto diciendo: "Porque yo recibí del Señor lo que les he
transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y
después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por ustedes;
hagan esto en recuerdo mío”. Asimismo también la copa después de cenar
diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebieren,
háganlo en recuerdo mío”. Pues cada vez que comen este pan y beben esta copa,
anuncian ustedes la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el
pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del
Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues
quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1
Corintios 11,23-29).
Después de leer esto, ¿cómo pueden decir algunos que Jesús hablaba en un sentido
totalmente simbólico? Si así fuera, ¿habría dicho Pablo que no se puede comer del
pan y de la copa indignamente, pues uno se convertiría en reo del Cuerpo y de la
Sangre del Señor?
Pues claro que no. Si lo que estoy comiendo es sólo un símbolo y nada más, sin que
el pan y el vino se hayan transformado en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, no
podría nadie sentirse culpable de ofender al propio Cuerpo y Sangre del Señor.
Así nos lo dicen muchos testimonios que nos hablan de la fe de los primeros
cristianos. Ellos creían lo que hoy la Iglesia Católica sigue creyendo, pero los que
han cambiado las verdades de fe son los que se han apartado de Ella.
Es una terrible pena el que este sacramento, que nos fue dado por Jesús para que
nos mantuviéramos unidos en El, se haya convertido en símbolo de separación, al
muchos negar lo que Jesús afirmó sin género de dudas.
Padre Arnaldo Bazan