XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
OFERTA: PAN DE DIOS
Padre Javier Leoz
“Pasen y vean”. “Vean y elijan”. “Prueben y compren”. Y, la sociedad envuelta en
un manto de oferta y demanda, se debate en un interrogante: ¿dónde lo mejor y al
mejor precio?
1.- Seguimos en estos domingos, de la mano de ese mostrador de valores divinos
que es la Iglesia, acercándonos al Pan más sabroso, divino y gratuito: ¡PAN DE
DIOS!
Muchos, por tenerlo en abundancia, no lo valoran lo suficientemente. Están tan
acostumbrados a llevarlo al paladar que, tal vez, son inconscientes de la grandeza
que lleva dentro.
Otros, especialmente en los países de escasez sacerdotal, recorrer kilómetros y
kilómetros para hacerse con ese “pan de ángeles” o, cuando llega el último
domingo, esperan con ansias la llegada del presbítero que haga presente el
memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Y es que, la oferta del pan de Dios, sigue estando vigente allá donde hay debilidad
y hambre de Dios. Allá donde la injusticia necesita de un temple o de un ánimo
para sacar a hermanos nuestros de horas amargas u oscuras. El Pan de Dios lo
saborea, lo mastica y lo digiere en toda su verdad aquellas personas que saben que
es alimento del creyente, salvación y presencia real y misteriosa de un Cristo que,
escondiéndose, se ofrece, se da y se diluye para que nosotros seamos más pan
para los demás.
2. Pidamos al Señor que sea la vida de nuestra vida. La sangre que corra por
nuestras venas. El horizonte de nuestra existencia.
Pidamos al Señor que, su Cuerpo y su Sangre, sea alto precio que El pague por
nuestras debilidades, fracasos, traiciones o deserciones.
Pidamos al Señor que, la Eucaristía, sea una fiesta en la que nos sintamos
hermanos. Ser cristiano, además de estar configurados con Cristo, es saber que el
que está a nuestro lado, no es un adversario; es un hermano, un amigo, un hijo de
Dios. Alguien que, siempre, puede contar conmigo. Entre otras cosas porque
tenemos un mismo Padre.
3.- San Juan de Ávila al ver cómo un sacerdote celebraba de una forma poco
delicada la eucaristía le llegó a sugerir (mirando al Santísimo): “Trátalo bien que es
Hijo de Buena Madre”.
También nosotros, para que ese pan haga su efecto, tendríamos que preguntarnos
sobre el trato que dispensamos a tanta generosidad por parte de Dios:
-¿Comulgamos dignamente y con conciencia de lo que hacemos?
-¿Damos gracias al Señor una vez que lo hemos recibido?
-¿Somos conscientes de que, por un momento, nos convertimos en sagrario del
mismo Cristo?
-¿Procuramos que el pan de la Eucaristía, lejos de endurecerse en nuestras almas,
se mantenga permanentemente a punto con nuestra caridad, nuestra oración,
nuestra fe o nuestra esperanza?
4.- LA FIESTA ERES TU, SEÑOR
Cada domingo, con la Eucaristía,
nos unimos en un mismo sentir,
en una misma esperanza.
Brota la alegría de creer
la esperanza del más allá.
Nuestra fiesta, la auténtica fiesta,
eres Tú, Señor.
Cada domingo, la mesa del altar,
se agranda de tal manera
que, nadie puede quedar sin pan;
sin el pan de la fraternidad
sin el pan de tu Palabra
sin el pan de tu presencia
¿Qué tiene tu pan, Señor?
Tiene el sabor de la eternidad
El brillo del cielo
El amor de Dios
La fuerza del Espíritu
¿Qué tiene tu pan, Señor?
Tiene el gozo de la vida cristiana
Es fiesta adelantada del cielo
Es pregón de lo que un día nos espera
Sí, Señor; ¡Eres fiesta, eterna fiesta!
Aquí, en esta mesa del altar,
aperitivo, un adelanto
de lo que estamos llamados a gustar
de una forma definitiva y eterna
junto a Ti, junto a Dios, en el Espíritu
con María, la Virgen, allá en el cielo.
Eres fiesta, cada domingo Señor,
eres fiesta que pone en vilo nuestras almas.
Amén