20o DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B
Los caminos del encuentro
Cristo se nos da por su PALABRA y por su PAN. Tanto la una como otro nos son
necesarios para recibir de Él la VIDA ETERNA.
Como cada domingo, Cristo nos invita a su mesa. Presente en su PALABRA y en su PAN,
Él se nos dona. Sepamos acogerle en la FE.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 51-58
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente:
-- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Disputaban los judíos entre sí:
--¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
-- Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le
resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive
me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Este es
el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y
murieron; el que como este pan vivirá para siempre.
Palabra del Señor
REFLEXION CENTRAL
El pan vivo
Continuamos hoy la catequesis del evangelista Juan sobre el Pan de Vida. No podemos
olvidar que su evangelio es el más reciente, escrito aproximadamente 80 años después
de la resurrección de Cristo. Lo que Juan nos comunica en este pasaje del Pan de Vida es
la experiencia que tiene frente a la Eucaristía, que ya se celebraba desde mucho
antes…Juan se ve enfrentado a la incredulidad de muchos cristianos (dificultad de
aceptar la presencia real y simbólica de Jesús entero, cuerpo y sangre en el pan y el
vino), las corrientes gnósticas y anticristianas que pretendían cuestionar el legado y
querer de Jesús en la ultima cena, y que calificaban los ritos y celebraciones eucarísticas
como supercherías, exentos de razón, actos de magia, brujería y canibalismo.
Juan entonces aprovecha este largo capítulo 6 para responder a ciertas preguntas que
debían circular en su comunidad (abocadas como estaban a todo ese ambiente
enemigo de incredulidad y murmuración).
La cuestión central de este pasaje que leemos hoy, es de una evidencia
perturbadora…No es necesario siquiera de buscarla para encontrarla, está ahí
imponente y demandando una respuesta: “Como este hombre puede darnos su carne y
su sangre? O en otras palabras, cómo el pan partido y compartido puede ser el cuerpo de
este hombre?
La respuesta propuesta en el evangelio de este día responde de manera indirecta a la
cuestión. Jesús recuerda ante todo la necesidad de comer su carne y beber su sangre
para tener la vida eterna. Después su respuesta a la pregunta de los judíos es ofrecida
en forma de comparación: “ Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así
quien me come vivirá por mí.” (Juan 6, 57). Lo que puede entenderse al menos de dos
maneras:
Primeramente y de manera positiva, esto significa que la misma fuerza de Dios que ha
permitido la venida de Jesús, está obrando también en el compartir del pan.
Segundo, esta respuesta de Jesús reafirma que la fe es tan necesaria para reconocer la
promesa de vida en el compartir del pan así como también para identificar a Jesús
como el enviado del Padre.
Yo no sé si esta respuesta satisfizo las exigencias (o preguntas) de los miembros de la
comunidad de Juan, mas yo sé que esta cuestión, lanzada por los judíos, persiste o
pervive hoy aun en nuestras comunidades cristianas. Uno llama a esto habitualmente la
cuestión “de la presencia real” y yo les daré dos ejemplos de su persistencia actual.
Hace 3 semanas, justo el primer domingo de lectura del capítulo 6 de este mismo
evangelio, el padre que hacia la homilía (y en la cual yo concelebré, o mejor copresidí)
citó la posición de aquel santo ortodoxo que consideraba las personas que acababan de
participar en la eucaristía como custodias (esos implementos donde se deposita la
hostia), porque ellas acababan de comer el cuerpo de Cristo! Detrás esta afirmación, yo
he creído reconocer el deseo de afirmar la presencia real de Cristo en el pan eucarístico.
Y hace poco, yo celebré el funeral de una buena abuela de 92 años, de quien, me decía
su nuera que ella se había poco a poco alejado de la practica sacramental, porque se le
dificultaba ese asunto de la “transubstanciación”. Debajo este comportamiento, he
creído desvelar una dificultad de aceptar que Jesús esté realmente presente en la
EUCARISTÍA.
La cuestión se formula todavía hoy, y como he tomado el riesgo de recordarla ante
ustedes, yo seré mal visto sino ensayo de esquematizar al menos algunas pistas de
reflexión, en vista de una eventual respuesta satisfactoria con nuestro punto de vista.
Antes que nada, hagamos un poco de historia. Es probable que muchos de entre
ustedes hayan recibido la misma respuesta que yo: Jesús está realmente presente en la
EUCARISTÍA, pero de modo sacramental.
Y para explicar lo que significa acá “sacramental”, se recurría a este cambio de
significación implicado por la transubstanciación.
Esta explicación que yo no quiero por otro lado comentar, está muy ligada a las
posiciones filosóficas que no corresponden mucho y del todo con nuestra sensibilidad y
sobre todo con nuestra comprensión de la realidad. También, los especialistas de lo
sacramental se han vuelto después de algunas décadas hacia una explicación que hace
alusión al símbolo.
Para evocarlo en una palabra, y ciertamente de manera muy rápida, digamos que la
respuesta actual se formularía aproximadamente así: Jesús está verdaderamente
presente en la EUCARISTÍA, pero de manera simbólica. Y es ahí donde algunas personas
“patinan o dudan” delante esta puesta en cuestión de la presencia real, porque, en su
opinión, si la presencia es simbólica, ella no es entonces real…
Nosotros no estamos en el salón de clases y no tengo ninguna intención de comenzar
explicaciones sabias. Les recordare simplemente una muy bella frase de una canción de
Juanes, nuestro interprete colombiano:
“Por eso yo te quiero tanto que no sé cómo explicar
lo que siento
Yo te quiero porque tu dolor es mi dolor”
Estas palabras como las que encontramos en otras canciones expresan muy bien la
realidad que expresan esos símbolos.
Nadie no cree con toda seguridad que uno pueda físicamente sentir en su cuerpo el
dolor que agobia el cuerpo de otro. Pero nadie no duda tampoco que yo pueda sufrir
verdaderamente por el dolor que yo veo en el otro a causa de su herida. Debido a mi
apego al otro, por el afecto que yo le prodigo, puede suceder que yo comparto hasta
ese punto su dolor que yo sufro también. Es con todo y de hecho real, y es esta realidad
de orden simbólico que la expresión de Juanes evoca.
Transferido esto al caso de la EUCARISTÍA, la significación me parece bastante clara. La
presencia de Jesús en el pan eucarístico no es una presencia física, como los relatos de
mi infancia que hablaban de la sangre que salía del pan partido, pretendían hacerlo
creer. Pero se trata bien seguro de una presencia real, donde la realidad no se mide
físicamente sino que se expresa más bien de manera simbólica. Como en la letra de
Juanes, pero también como en la comparación del evangelio de hoy: “ al igual que el
Padre me ha enviado y que yo vivo por el Padre, de igual manera aquel que me coma
vivirá por mí.”.
Lo mismo que la frase de Juanes hace alusión a mi apego o filiación con el otro, de igual
modo la comparación de Juan (el evangelista) hace referencia a mi apego, a mi afección,
y en una palabra, a mi fe en Jesús.
Juan había querido responder verdaderamente a la pregunta de los judíos y a la
pregunta que nosotros nos hacemos todavía hoy. Pero su respuesta no es válida y no
nos convencerá hasta que no aceptemos escucharla bajo el registro de la fe. La
presencia de Jesús en el Pan eucarístico no es tangible, no se puede pesar, no es
medible ni se puede quedar impregnada en un rollo o en un chip de aparato
fotográfico. La presencia de Jesús en el pan eucarístico es una presencia que interpela
nuestra fe y que llama al crecimiento.
En el momento de continuar con nuestra eucaristía, bendigamos a Cristo y su Padre,
nuestro Padre por ofrecernos con tanta generosidad las ocasiones de rencontrar su
presencia en nuestras vidas.
OBJETIVO DE VIDA DE LA SEMANA:
· Esta semana estaré atento particularmente a toda la comida que yo boto.
· Compartiré mi mesa con alguien rechazado de mi entorno o medio familiar, escolar y o
de trabajo.
· Meditaré sobre este pasaje del evangelio de San Juan: “Mi carne es la verdadera comida
y mi sangre es la verdadera bebida.”
· Cada domingo comulgo el cuerpo y la sangre de Jesús resucitado. Es que presto la
atención suficiente (soy consciente) de este gesto?
· Comulgar el cuerpo de Cristo, es también comprometerse con los pobres. Es que hago la
unión entre la comunión y el servicio a los demás?