XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
DIOS ES ALGO PURO
Padre Javier Leoz
Hemos finalizado los domingos del discurso del Pan de la Vida: pan sabroso, pan
vivo, pan del cielo, pan que alimenta, pan que fortalece y… vemos que no hay nada
como el PAN DE DIOS. Otra cosa, por supuesto, es como sea nuestra disposición
interna para recibirlo. La pureza de Dios, en su pan sagrado, ha de encontrar
además de manos limpias y paladar fino unas entrañas más limpias que una patena
del altar.
1. Las formas, aun siendo importantes, no son esenciales. O, por lo menos, no nos
hemos de quedar en las formas. En cuántas ocasiones, la apariencia de una fina
arena, esconde caverna peligrosa. O, en cuantos momentos, una botella que en su
etiqueta dice ser buen licor, se convierte en un amargo veneno. ¿Las formas? Sí,
por supuesto, siempre y cuando lejos de engañar, sean y tengan por dentro lo que
dicen. Abundaban los fariseos entonces y, tal vez, sigan existiendo en medio de
nosotros. Pero no es menos cierto que tan malos son los fariseos que no se dan
cuenta de su propia realidad como, aquellos otros, que apuntan a los demás y ellos
lo son por goleada: no mueven un dedo por nada ni por nadie. Eso sí; siempre es
más cómodo apuntar al humo que al incendio de mi propia casa.
Jesús quiere poner en el centro de todo al Dios puro y verdadero. Todo aquello que
distorsiona esa voluntad, que impide llegar hasta el amor de Dios, no tiene vigencia
o deja de tener sentido. La ley de Dios, la suprema, es el amor. ¿Qué ocurría
entonces? Ni más ni menos que, el conjunto de normas que indicaban cómo llegar
hasta el amor de Dios se habían convertido en objeto de adoración, en el centro de
toda reverencia. Hasta tal punto que, ellas y sólo ellas, eran causa de salvación o
de condenación.
2 ¿Cuál es el gozo de Dios? Que le amemos desde la libertad y no por obligación. A
un padre no se le aprecia porque un papel me dice que soy su hijo, sino porque
previamente he sentido su cuidado, su palabra, su protección o su corrección
fraterna. Con el amor de Dios pasa tres cuartos de lo mismo: es un amor gratuito,
un don que se nos da. ¿Qué ofrecer nosotros a cambio? ¿Un te quiero porque me
das? ¡Por supuesto que no! ¡Un te quiero, Dios, porque eres mi Padre y sé que me
amas!
Eso, en definitiva, es lo que nos adelantó Jesús con su Palabra y su misma vida.
Amar a Dios es cumplir sus mandamientos. Pero, cumplimos sus mandamientos
porque sabemos que no solamente agradamos a Dios al hacerlo, sino porque al
cumplirlos con libertad y sin excesivas fijaciones o distorsiones, damos con la
fuente de la felicidad, de la paz y del amor que Dios nos tiene.
Cumplir por cumplir, no es bueno. Tampoco irnos al polo opuesto. Pidamos al
Señor, a Jesús, que nos ayude a poner en el centro de todo lo que somos y
pensamos a un Dios que camina junto a nosotros. Un Dios que, en sus justas leyes,
nos anima a no olvidarle y a marcarnos un sendero por el cual podamos llegar
hasta El. ¿Lo intentamos?
3.- TÚ ERES MI LEY, SEÑOR
Mi esperanza, en los momentos de fracaso
Mi alegría, en las heridas que producen la tristeza
Mi fortaleza, cuando la debilidad asoma y se cuela
por la ventana de mi existencia
Eres mi ley, Señor;
Contigo aprendo a distinguir entre el bien y el mal
A separar la verdad de la mentira
A diferenciar la humildad de la soberbia
El pecado de la perfección
Porque, Tú eres mi ley, Señor
Te pido que nunca me olvide de Ti
Que nada ni nadie distraiga mi atención
y pueda, en la medida de mis posibilidades,
ser instrumento de tu amor y de tu gracia.
Porque, Tú eres mi ley, Señor
Te pido que me ayudes:
a cumplir con rectitud tus mandatos
a meditarlos día y noche
a llevarlos constantemente en mi pensamiento.
Pero sobre todo, Señor,
Porque tú eres mi ley,
ayúdame a que ningún otro precepto
esté por encima de Ti.
Que ley alguna suprima tu nombre
Que interesadas leyes se conviertan
en un muro que me impidan el verte
que me impidan el encontrarte.
Y si algún día ocurriera, Señor,
que la letra fuera más grande que tu presencia
ayúdame a borrar de mi memoria
todo aquello que me obstaculiza
amarte y entregarme a ti con todo el alma.
Amén