DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo B
Pr 9, 1-6; Sal 33; Ef 5, 15-20; Jn 6, 51-58
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar es mi carne, para vida del mundo.» Yo soy el pan vivo,
bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le
voy a dar es mi carne, para vida del mundo.» Discutían entre sí los judíos: « ¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os
digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y
yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo
en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre,
también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como
aquel que comieron vuestros antepasados, y murieron; el que coma este pan vivirá
para siempre.»
La Iglesia en la misión que Cristo le ha encomendado de anunciar el Evangelio, a
veces nos olvidamos que también parte de la misión de ella es lo que dice el
evangelista Mateo: “…y ense￱ándoles a guardar todo lo que os he dicho…”, esto
quiere decir que la Iglesia, como Madre, como Maestra, está llamada no solamente
a darnos la fe sino a educarnos en la fe, y en esta enseñanza ella nos ayuda a vivir
en comunión con los hermanos. La Santa Eucaristía es la fuente de esta comunión
porque Cristo ha roto el muro de odio que separa a los hombres y a los pueblos, y
por eso podemos decir como San Pablo: “…quien nos podrá separar del amor de
Dios…”.
En la primera lectura el autor sagrado invita a una comida, pero debemos
comprender que esta comida está en torno a la Sabiduría de Dios, entonces no es
cualquier comida; en esta invitación no se excluye a ningún hombre, así podemos
entender que esta comida de la cual habla el autor sagrado se está refiriendo al pan
de vida del que hablará más adelante el evangelista San Juan de manera especial
en el capítulo 6. Debemos hacer presente que la Sagrada Escritura hay que leerla
desde el acontecimiento de Cristo, y en cuanto al Antiguo Testamento mirando
hacia el evento de Cristo, y es así que el libro de la Sabiduría no está hablando de
cualquier comida o de una comida común o especial, sino que está hablando que
habrá una comida que llena a los hombres de Sabiduría, por algo uno de los dones
del Espíritu Santo es el Espíritu de Sabiduría. A los padres que están llamados a
educar a sus hijos en la fe hay que ayudarles a que enseñen a sus hijos a pedir la
Sabiduría de Dios, también que pidan la inteligencia, pero sobre todo la Sabiduría,
la Sabiduría de Dios, como dice el salmista: “…Se￱or dame tu sabiduría que está
junto a tu trono…”, y sabemos según el Nuevo Testamento quien está junto al trono
de Dios es el mismo Cristo, que ahora intercede por nosotros, Dios al hombre le ha
dado una inteligencia, por algo las ciencias humanas, reafirman que el hombre es
un animal racional, a diferencia de los demás animales y seres vivientes; pero muy
distinto es ser sabio en Dios porque la Sabiduría de Dios viene del cielo; y así
podemos comprender cuando el hombre dice que su vida no la comprende, carece
de sentido, no sabe por qué vive, o ante un problema de su vida: soledad,
frustración, envidia, celos; su capacidad de inteligencia no le ayuda, porque le falta
el don del cielo, que es la Sabiduría para vivir con gozo el don de la vida, y así
podemos concluir lo que el autor sagrado anuncia proféticamente en esta lectura:
“….la sabiduría ha edificado su casa…”.
San Pablo, en la lectura que la liturgia nos ofrece en la carta a los Efesios, dice:
“…no seáis necios sino sabios…”, con esta frase San Pablo previene a los hermanos
de la comunidad de Éfeso a no incurrir en lo que dice el libro de los Proverbios:
“…no corrijas a un necio porque te habrás ganado un enemigo…”; la comunidad
cristiana, como su misma expresión lo dice, están llamados a vivir una común
unión, que se vincula por la fe en Cristo; pero el hombre necio, dentro de la
comunidad cristiana no estará en comunión con ninguno de los miembros de la
comunidad, pues una de las características del necio es que es un presumido, y
sabemos que un presumido es uno que piensa que sabe todo o más que todos; así
tenemos que un presumido: se puede creer más bello que los demás, más
inteligente que los demás, más hábil que los demás y lo peor aún de un necio es
creerse indispensable para los demás; cuando el mismo Cristo dice en el Evangelio:
“…al final decid somos siervos inútiles…”; San Pablo también dirá en otro pasaje:
“…considera a los otros como superiores a ti…”. San Agustín cuando tiene un
diálogo con un diácono que está instruyendo a los candidatos al Bautismo, le dice:
“entre tus oyentes tendrás tres tipos de personas: los inteligentes, los rudos y los
que piensan que saben todo”; el tercer grupo de personas a la cual se refiere San
Agustín, se puede comprender que son los presumidos o necios, y San Agustín le
dirá al diácono que son los más difíciles para evangelizar e instruir en la fe. San
Pablo cuando dice: “…sed sabios…” está ayudando a los hermanos de la comunidad
de Éfeso indirectamente a pedir la conversión, para poder revestirse de los dones
del Espíritu Santo, de desear y anhelar la acción de Dios en la vida propia. Así San
Pablo en este contexto invita a los hermanos de Éfeso a hacer la voluntad de Dios,
porque solo el hombre que se alimenta de Dios y vive en Dios puede anhelar la
voluntad de Dios, y en primer lugar hacer la voluntad de Dios es seguir las huellas
de Cristo, y qué es seguir las huellas de Cristo, lo dice el mismo Señor en pasajes
de los Evangelios: “…amad a vuestros enemigos…” “…al que te pega en la mejilla
derecha preséntale la otra…”, etc.; por eso San Pablo termina diciendo en esta
lectura: “…la sabiduría de Dios inspira en el corazón del hombre cantar salmos,
himnos y cánticos inspirados al Se￱or de todo coraz￳n…”.
San Juan al inicio del Evangelio pone: “…Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo…”, es importante c￳mo la Tradici￳n de la Iglesia nos lleva a unir esta acción
divina como respuesta a la realidad más profunda del hombre, que en el libro del
Génesis se nos desvela, cuando Satanás seduce a Eva para que en el relato del
Paraíso, Eva y Adán coman del fruto que Dios había prohibido, porque el hombre en
su ser más profundo busca como saciar su corazón, el acontecimiento de las Bodas
de Caná donde la Virgen María le dice a Jesús “…se ha acabado el vino…”; Cristo se
denomina a sí mismo el pan que ha bajado del cielo, porque Satanás ha engañado
al hombre a comer un pan que aparentemente iba a hacer al hombre dios de sí
mismo, y el hombre en este engaño ha caído en una insatisfacción de muerte, y en
esta insatisfacción de muerte el hombre se ha hecho un idólatra (pone el corazón
en lo que cree que puede dar sentido a su vida: el trabajo, el dinero, la sexualidad,
etc.), y Dios para que el hombre pueda retornar a Él, solo este retorno se puede
dar si el hombre sale del engaño de creerse dios de sí mismo y acepta a Dios como
el Único Dios, así la frase del Génesis: “…resulta que el hombre ha venido a ser
como uno de nosotros, en cuanto conocedor del bien y del mal…”, Dios para ayudar
al hombre en este retorno permite acontecimientos para que el hombre se
desengañe de su vida aparente o irreal, y pueda decir: como el ciego de
nacimiento, como la hemorroísa, como el leproso, como el endemoniado, o como
otros pasajes que desvelan la realidad del hombre: pueda abrirse a la acción de
Dios y recibir a Dios que cada día de diferentes maneras viene al encuentro de
nosotros, como el padre del hijo pródigo.
En este contexto del pan de vida el evangelista nos dice: “…el que coma mi carne y
beba mi sangre permanece en mí y yo en él…”, quizás estas palabras, en la medida
que Dios ensanche nuestro corazón y fortalezca nuestra fe, la viviremos con
intensidad, y la celebración de la Santa Eucaristía, la celebraremos como es un
acontecer de Dios donde se actualiza el misterio de Pascua de Cristo. Es importante
meditar este Evangelio, ayudándonos del pasaje en el que se habla de la vid y el
sarmiento, donde el mismo San Juan dice: “…si el sarmiento no está unido a la vid
no da fruto…”, y ¿c￳mo puede estar unido el sarmiento a la vid?, la respuesta sería
comiendo y bebiendo la Sangre de Cristo, solamente en esta unión profunda el
sarmiento puede estar unido a la vid para dar frutos, y el mayor fruto es el que dice
San Pablo (en mi pobre reflexi￳n personal): “…ya no soy yo es Cristo que habita en
mí…”, y como lo dirá el mismo San Pablo en la carta a los Filipenses: “…para ser
alabanza de su gloria, de la gloria de su gracia que nos am￳ en Cristo Jesús…”. Es
así, que Cristo no es un pan que sacia el hambre del hombre, de su tristeza o
angustia, Cristo es el pan que nos nutre y nos introduce a desear y anhelar vivir
plenamente el designio de Dios y es donde el hombre encontrará la plenitud de la
vida, para ser en Cristo luz y sal de la tierra.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar