Encuentros con la Palabra
Domingo XXI del tiempo ordinario – Ciclo B (Juan 6, 60-69)
“¿También ustedes quieren irse?”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Entre los años 73 y 71 antes de Cristo se desarrolló una lucha entre un inmenso ejército de
esclavos, liderados por Espartaco, contra el Imperio romano, que ha sido reseñada por la
historia como la Guerra de los Esclavos, o la Guerra de los Gladiadores. No son muchos
los datos que se conservan de la vida de Espartaco. Sabemos que era originario de la
Tracia y que militó en las tropas auxiliares romanas. Su deserción le llevó a la esclavitud,
siendo destinado a ser gladiador debido a su fuerza física. En el año 73 a.C. está en una
escuela de gladiadores en Capua donde unos 200 gladiadores organizaron un complot
durante el verano. Los conspiradores fueron descubiertos pero un grupo de 70 consiguió
alejarse de la ciudad bajo la dirección de Espartaco y algunos más.
Poco a poco, Espartaco logró organizar un ejército formado por unos 100.000 hombres y se
dirigió al norte de la península con el fin de abandonar Italia y recuperar la libertad. Entre
los propios esclavos empezaron a surgir desacuerdos, lo que favoreció que las tropas
romanas obtuvieran algunas victorias. Espartaco y sus seguidores alcanzaron la Galia
Cisalpina pero en ese momento regresaron a Roma. En Lucania el ejército esclavo fue
cercado por las tropas del pretor Marco Licinio Craso ya que la posibilidad de pasar a Sicilia
fracasó porque los piratas contratados para el transporte traicionaron a Espartaco. En el
año 71 a.C. se produjo el último enfrentamiento en Silaro, después del cual murieron
crucificados unos 60.000 esclavos, entre ellos Espartaco.
En el año 1960 se produjo una película que recoge esta historia de luchas y fracasos bajo
la dirección de Stanley Kubrick y con Kirk Douglas como protagonista. En 1961, la cinta
ganó cuatro premios Oscar de la Academia. La última parte de la película presenta la lucha
encarnizada entre dos fuerzas desiguales: Un ejército romano muy bien organizado y un
ejército de esclavos luchando con pasión por su libertad, pero sin los recursos necesarios
para triunfar. Finalmente, el ejército romano busca entre los prisioneros de guerra al jefe de
esta rebelión. Delante de los esclavos vencidos, un oficial romano pregunta: “¿Quién de
ustedes es Espartaco?” Cuando Espartaco está a punto de levantarse para dar la cara al
enemigo, aparece la mítica secuencia donde los esclavos que han sobrevivido comienzan a
ponerse en pie para repetir, uno a uno, "Yo soy Espartaco", con el fin de proteger a su líder.
Cuando Jesús propuso su proyecto a sus seguidores, muchos se sintieron desanimados y se
dijeron: “Esto que dice es muy difícil de aceptar; ¿quién puede hacerle caso?” Y por esto,
“muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él. Jesús les
preguntó a los doce discípulos: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le contestó: –
Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos
creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. La invitaci￳n de Jesús no es fácil y muchas
veces tendremos deseos de volver atrás. En los momentos más difíciles de nuestra propia
vida, necesitaremos llenarnos de valor para responder, como Pedro, “Se￱or, ¿a quién
podemos ir? Tu tienes palabras de vida eterna”; o, como los compa￱eros de luchas de
Espartaco, levantarnos para decir ante el mundo, “Yo soy Espartaco”, y dar la cara por nuestro
Señor.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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