La recreación que Dios desea para el ser humano se manifiesta en Jesús quien le permite
recuperar la palabra a un sordo mudo.
Jesús así, realiza una curación que le permite a alguien escuchar y expresarse
correctamente. En este domingo, inicio de una nueva semana o año de actividades para
muchos, presentémonos ante el Señor y que nos abra enteramente y sin reservas a su
Palabra.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 7, 31-37
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de
Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron a un sordo, que, además, apenas
podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado,
le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó le lengua: Y mirando al cielo,
suspiró y le dijo:
-- Effetá (esto es, "ábrete").
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin
dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con
más insistencia proclaman ellos. Y en el colmo del asombro decían:
-- Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Palabra del Señor
“Ábrete”
Reflexión:
Los textos bíblicos que nos presenta este 23º domingo ordinario, podrían resumirse en
una sola palabra; “ábrete”. Y antes que nada ABRETE A LA ESPERANZA. A veces tenemos
la impresión que el mal siempre se impone, que el hombre es un eterno condenado al
sufrimiento y que mañana será aun mucho peor que hoy. Y de manera subconsciente
nos decimos “no hay nada que hacer”, “Nada ganamos con preocuparnos o hacer algo
que al final de cuentas será irrelevante…”Y ahí es cuando aparecen los mecanismos de
defensa, nos alienamos, llenando nuestro tiempo y nuestra mente con chats,
visualizaciones de emisiones light, de series fantásticas y bodrios que nada bueno
construyen…
Pero he aquí que tenemos la respuesta, la invitación del profeta Isaías en la primera
lectura: “«Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en
persona, resarcirá y os salvará.»
No podemos, ni debemos equivocarnos sobre el sentido de estas palabras. Nosotros
tendemos a pensar en la venganza contra aquellos que nos hacen mal como “dulce” o
como dicen los franceses “un plato que se come enfriado”. Aquí no se trata de esto. El
profeta no habla de venganza contra los hombres sino contra el mal. Él anuncia la
victoria del amor de Dios contra el odio, la violencia. Es un estimulo, una fuerza
motivadora para aquellos que han vivido entre el miedo. La revancha de Dios es
suprimir el mal, hacer de tal modo que los ciegos vean y los sordos escuchen. La buena
noticia es este amor infinito de Dios por toda la humanidad. Y es a esta esperanza que
hemos de abrirnos.
La Carta de Santiago (2ª lectura) nos aporta una luz nueva cobre esta Buena Noticia: ella
nos invita a reaccionar contra ciertas actitudes que son contrarias al Evangelio. Nosotros
hablamos de igualdad y fraternidad, pero nos dejamos encandilar, enceguecer por todo
aquello que brilla. Durante este tiempo, los pobres son dejados de lado. El apóstol nos
recuerda que no debemos hacer “diferencia entre nosotros”. No es el dinero ni la
pobreza que constituyen el valor de una persona sino la fe. La fe es la acogida de Dios en
toda nuestra vida. Él No está contra nadie. Si queremos estar en comunión con Él es
necesario que seamos abiertos y acogedores para con todos, mismo si ellos son
diferentes. Esta precisión de Santiago se dirige también hoy a nosotros. Se trata de
tener la misma mirada de Dios sobre todos aquellos que nos rodean.
En el Evangelio vemos a Jesús en pleno territorio pagano. Él no lo piensa dos veces y sale
más allá de las fronteras de Israel. Es una forma de decir que la Buena Noticia no está
reservada solo a algunos sino al mundo entero. Helo aquí entonces en medio de todo
ese mundo que no tiene oídos para escuchar la Palabra de Dios ni boca para proclamar
sus alabanzas. Como sus ídolos ellos “tienen una boca y no hablan…orejas y no
escuchan” (Salmo 113) Vemos como el evangelio nos revela una lamentable ilustración
de este mundo pagano: un sordo mudo es llevado ante Jesús.
Y Jesús ni corto ni perezoso se pone enseguida a trabajar: imponer las manos no es
suficiente; el mal es demasiado grande: es necesario ir a un lugar aparte, meter los
dedos en los oídos, tocar la lengua, elevar los ojos al cielo, suspirar y orar. El mal es
demasiado fuerte. Jesús batalla contra él, no sin esfuerzo pero Él termina por vencer.
Los oídos se abren, la lengua se destraba o se suelta. A través de este hombre, Dios
otorga a los paganos una oreja para escuchar la Palabra de Dios y una boca para
proclamar su alabanza.
“Ábrete!”. Me trae a la memoria aquella famosa frase de las “Mil y una noches” y que se
encuentra en el cuento de “Ali Babà y los 40 ladrones” “Ábrete sésamo”!…Frase
poderosa que daba acceso a un tesoro ambicionado encerrado en una caverna…
“Ábrete!” , tiene también para nosotros una fuerza inaudita, especial…Es también a
cada uno de nosotros que Cristo en este día nos dice: “Ábrete”… pero no es como ese
“ábrase del parche”, que dicen los amigos enojados en nuestro país, peyorativo u
ofensivo que invita mas a bien alejarse…
Nosotros sabemos que como dice el refrán : “No hay peor sordo que el que no quiere
oír”… pero aun es peor aquel sordo que no se quiere dejar interpelar por los llamados de
Dios y de sus hermanos. Son nuestros encierros, nuestros bloqueos, que le ponen trabas
a una verdadera comunicación entre nosotros. “Ábrete” nos dice el Señor. No te quedes
encerrado en tus solas preocupaciones personales ni en tus relaciones acostumbradas o
habituales, ni en solo aquellas de tu ambiente social. Ábrete a Dios y a los otros. No es
por nada que nuestro papa Francisco nos recomiende de ir a la “periferia”.
Este domingo, acojamos este llamado a abrirnos a nuestra parroquia, a nuestra diócesis
y al mundo en el cual vivimos. Nuestro rol como cristianos bautizados y confirmados, es
construir con Jesús comuniones (comunicaciones, relaciones) abiertas y acogedoras a
los demás. Seamos especialmente atentos y sensibles ante los heridos por la vida, ante
aquellos que nunca tienen la Palabra y a quienes nadie escucha. Ellos tienen el primer
lugar, un rincón privilegiado en el corazón de Dios.
En este día hagamos nuestra esta oración:
“Abre mis ojos Señor a las maravillas de tu amor, yo soy el ciego del camino, cúrame, yo
quiero verte.
Haz que yo escuche, Señor, todos los días a mis hermanos que me suplican. A su
sufrimiento y a sus llamados, que mi corazón no sea sordo”…Amén!
P. Gustavo Quiceno Jaramillo. mxy
Diócesis de Valleyfield- Quebec- Canadá
Referencias:
http://dimancheprochain.org
http://vieliturgique.ca
ciudadredonda.org (para el texto del evangelio)