DOMINGO XXIII (B) (Marcos VII, 31-37)
¡Que nunca te falte el testimonio de nuestra palabra y, sobre todo, de nuestra vida!
- Estamos demasiado acostumbrados a leer, o a escuchar, el relato de los
milagros de Jesús y a situarlos en el pasado como si fueran acontecimientos
ocurridos en el pasado que, nada tuvieran que ver con nuestra vida actual.
- Una lectura actualizada nos lleva a comprender que:
- Ni nos son tan ajenas aquellas carencias y enfermedades.
- Ni Jesús es ahora, como un personaje del pasado, que estuviera
desentendido de nuestras actuales necesidades.
- ¡Jesús, hoy y ahora, siente preocupación por nosotros y tiene “planes de
salud” para las limitaciones y carencias de la vida de cada uno de nosotros!
También para nuestra actual “mudez” y “sordera” porque, para el Señor,
(aunque nosotros no lo advirtamos), en una mayor o menor medida...,
¡estamos afectados de la “sordera” y “mudez” del espíritu!
- SORDOS o tardos, para oír, para escuchar, para darnos por
aludidos de esos continuos mensajes de Dios con los que El nos interpela a
llevar una vida cristiana más exigente, más coherente con nuestra Fe.
- MUDOS, para alabar y dar gracias a Dios por sus continuos
beneficios y para ejercer, (de acuerdo con los compromisos bautismales), de
testigos de nuestra Fe con la palabra y también con el ejemplo.
- En el Rito del Bautismo, (aunque aquel momento nos queda lejano y no
éramos conscientes), hay un gesto ritual en el que el Ministro, signando los
labios y los oídos del neófito le dice: ( Effetá = ¡Abríos!), gesto que
acompaña con estas palabras:
“El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda
a su tiempo escuchar su palabra y proclamar la Fe para alabanza de Dios
Padre”.
- Hemos recibido del Señor este encargo expreso de, escuchar y proclamar
nuestra Fe. Por si lo has olvidado... . ¡Hoy te lo está recordando el Señor!
¿Que haces tú para contrarrestar la incontinencia verbal de errores y mala
doctrina con la que nos “bombardean” desde los más distintos medios de
comunicación? ¿Vences la pereza y sales “al quite”; escribiendo una carta al
Director...? ¿O, por el contrario, tienes respetos humanos para dar la cara
por Cristo o para reenviar aquel mensaje acertado, de índole religiosa, que te
llega, limitándote a lamentar “lo mal que están las cosas”?
¡Señor, pon remedio a nuestra sordera y a nuestra mudez ! Y que, ¡no
nos sean indiferentes tantos sordos y mudos, de nuestro entorno, que viven
ajenos a la Buena nueva de Tú Amor! Guillermo Soto