XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
¿SORDINA O FINURA DE OÍDO?
Padre Javier Leoz
“No ya peor sordo que, aquel que no quiere oír”. Y también, en la vida de la fe, hay
mucho sordo.
1.- A veces pensamos que Dios que es tan bueno que comprende y hasta asume
nuestras debilidades. Por eso, su Palabra, cuando es excesivamente dura y nos
pone las cartas sobre la mesa, solemos decir: eso es para otros. Automáticamente
nos hacemos los sordos. Es algo que no va con nosotros.
Y es que, alcanzar la verdad en nuestra existencia, es una tarea ardua, difícil. Exige
empeño, atención, perseverancia. Y, porque no decirlo, son tantos los
inconvenientes, los “inhibidores” que nos impiden escuchar con nitidez a Dios que,
en el campo de la fe, hay mucho sordo. Sobre todo, y lo más grave, la sordera
espiritual que nos hace caer en el olvido sistemático de Dios. Yo diría que estamos
padeciendo la “gripe E”. La gripe espiritual. Donde nos dejamos contagiar por lo
malo. Y damos por bueno lo que es pernicioso para nuestra salud espiritual.
¿Qué hacer para luchar contra la “gripe E”?
a) Primero salir de nuestros egoísmos personales. El abrirnos, además de darnos
horizontes, nos posibilita un enriquecimiento personal y comunitario. ¿Cómo me
encuentro frente a Dios y frente a mis hermanos? ¿Qué actitud presento en
palabras y obras?
b) Segundo: tenemos que despertar de nuevo, con ilusión y con entusiasmo, en la
alegría de creer y de esperar en Jesús. No podemos dejar que, la mano providente
del Señor, salga constantemente a nuestro encuentro. ¿Qué hacemos nosotros?
¿Nos ponemos en disposición de cambio? ¿Estamos dispuestos a ello? Para ello,
antes que nada, pedir al Espíritu Santo que nos haga sentir con fuerza la presencia
de Dios. Sólo un torrente de agua es capaz de deslizarse con fuerza por las laderas
de un monte. Sólo un cristiano tocado por el Señor será capaz de dar testimonio en
los precipicios a los que se asoma la humanidad.
c) Tercero: pidamos al Señor, que siempre que nos presentemos ante EL, lo
hagamos con docilidad. Ni vemos todo lo que hay ni oímos todo lo que Él nos dice.
La peor sordera que existe en el mundo cristiano es precisamente que nos cuesta
escuchar mensajes cristianos. Preferimos mundanizar nuestra fe, a que nuestra fe
cristianice todo lo que somos, tenemos y decimos. Nos podríamos preguntar, por
ejemplo, si en nuestras redes sociales (las que están a nuestro alcance) si las
ponemos a disposición de los mensajes cristiano o si, por el contrario, también les
hemos puesto sordina para todo lo que suene a divino.
Que el Señor abra nuestros oídos. Que seamos capaces de percibir su presencia.
Que su Palabra sea un río de agua viva. Que, en medio de tantas enfermedades y
preocupaciones, la fe sea fuente de salud, de confianza y de esperanza.
Hay muchos intereses y muchos medios empeñados en producir sordera ante todo
lo que suena a espiritual. Que seamos capaces de enfrentarnos a ello, limpiándonos
una y otra vez el oído que da cobertura a nuestra fe.
¡TÓCAME, SEÑOR!
Para que oyendo, como Tú quieres,
sepa escuchar con nitidez lo que me dices.
Y si a veces, Señor, vuelvo la cabeza
haz que, de nuevo, con la veleta de la fe
me marques el sentido de mi vida.
¡Perdóname, Señor!
Cuando te escucho y finjo no haberlo hecho
Cuando te escucho, y pienso que no es para mí
Cuando te escucho, y me hago el sordo
¡TÓCAME, SEÑOR!
Porque, si me toca sólo la mano del mundo
siento que me pierdo la mejor parte de Ti
Creo apartarme del camino verdadero
Escucho aquello que sólo a unos interesa.
¡TÓCAME, SEÑOR!
Y despiértame de mi letargo espiritual
para que, volviendo otra vez a Ti,
pueda entender que sin Ti
todo es vacío, ansiedad y sufrimiento
¡TÓCAME, DE NUEVO, SEÑOR!
Porque, a veces, estoy demasiado tocado
por las manos de un mundo caprichoso
de una sociedad corrompida
de un ambiente que no me deja oír
lo que me produce paz y alegría sin límites
¿ME TOCARÁS, SEÑOR?
Ábreme mis oídos, que te escuche
Mis manos, que me dé
Mis ojos, para que vea
Mis pies, para que camine
Mi conciencia, para que nunca te olvide
Amén