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Domingo 25B TO
“Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos” (Mc 9, 30-37)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Niño)
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
¿Quién es el más importante en el Reino de Dios?
El que sirva más a los demás. Jesús aprovecha varios momentos del viaje a Jerusalén
para instruir a sus discípulos, sobre todo en decirles que su camino no es un camino de gloria,
éxito y poder. Jesús les explica que Él debe sufrir mucho y ser condenado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas (8,31), pero que “a los tres días resucitaría” (9,31).
Los discípulos tenían la idea de que Jesús ciertamente era el Mesías, pero era el
mismo tipo de Mesías que tenía en mente la sociedad de su tiempo: un mesianismo político,
hecho de poder y privilegios, que pondría a los judíos a la cabeza del mundo. A los discípulos
no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle.
¿Y por qué no se atrevían a preguntarle a Jesús?
Seguramente por la forma en que reaccionó Jesús contra Pedro, cuando tocó este punto:
-“¡Quítate de en medio, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los
de los hombres.” (8,33)
Los discípulos no quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni
expectativas. Más aún, mientras el maestro les hablaba de su Pasión, los discípulos discutían
entre sí: ¿Quién de ellos era el más importante? ¿Quién ocupará el puesto más elevado?
¿Quién recibirá más honores? Jesús pacientemente quiere instruir a los Doce. Para ello los
invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él, y se sienta con ellos. Y les
enseña dos actitudes fundamentales para seguirlo de veras.
Primera actitud : « Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor
de todos» . Esta es una enseñanza difícil de entender. Hoy día, casi todos quieren ser los
primeros. ¿Cómo se puede aceptar que hay que ser el último?
Jesús no repudia exactamente la prominencia y la grandeza, sino que las vuelve a
definir. La persona verdaderamente grande es el sirviente – una persona que pasa su día
cuidando gente, uno cuyo puesto es proveer por las necesidades de los demás, un doméstico.
Gente servidora – como el Padre Damián de los leprosos (en Molokai, Indonesia) y la
Madre Teresa de Calcuta (en la India). Éstos inspiran gran afecto y tienen gran influencia.
¿Cuál es la segunda actitud proclamada por Jesús?
La segunda actitud Jesús la explica con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño
en medio de los Doce, lo abraza y les dice: « El que acoge a un niño como éste en mi nombre,
me acoge a mí ». Quien acoge a un "pequeño", a los débiles, a los más necesitados de defensa
y cuidado está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al
Padre que lo ha enviado.
Jesús pone como ejemplo a un niño. El niño representaba el nivel más bajo en la
escala social, encontrándose entre una mujer y un esclavo. No tenía derechos.
Jesús se ha hecho tan solidario, que se identifica especialmente con los más
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necesitados, representados aquí, emblemáticamente, por los niños.
Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. A
la Iglesia le hacen mucho mal los hombres ambiciosos, que buscan rangos, honores y
grandezas. La medalla de oro en el cristianismo no es para el mejor predicador sino para el
mejor servidor, no es para el más sabio sino para el más humilde, no para el más fuerte sino
para el más sacrificado, no es para el que más manda sino para el que más sirve.
¿Por qué elige Jesús a un niño como modelo?
He aquí las características del niño:
-Es alegre, movido y juguetón.
-N o se las da de nada y ama mucho , porque depende de todos y sabe maravillarse.
Un niño no tiene prejuicios ni ambiciones ni estatus social ni puede pagar el bien que le
hacen. Depende totalmente de los demás y ama sin condiciones. Y así es Dios, amor sin
condiciones para todos.
-Es el servidor de todos. Muchas veces es el criadito de todos . Se le dice:”Tráeme
esto, lleva esto a tal persona…” Siempre está disponible.
Es curioso ver que en muchas historias bíblicas de dos o más hermanos, el menor es el
que queda como el tipo bueno, el que mejor se relaciona con Dios y la gente. Eso se ve desde
Caín y Abel , pasando por Ismael e Isaac , Esaú y Jacob , José y sus hermanos, David y sus
hermanos, Adonijah y Salomón, Leah y Raquel , el hijo pródigo , Marta y María...
¿Hay alguna explicación para estos ejemplos?
El famoso psicólogo Carl Jung tiene una teoría, que los puede explicar.
Dice que en el hombre hay dos energías: la ‘senex’ o del viejo o senior, y la del ‘puer
eternus’ o del niño eterno. El primero es más sabio, seguro, prudente y calculador, mira bien
todo, y por eso generalmente no cae. En cambio, la energía del niño es más hacia la aventura, el
riesgo y el cambio, y por eso cae en más errores. El mayor es más inclinado a la competición, al
poder y al éxito; el niño en cambio va más hacia la cooperación y la celebración. El mayor es más
responsable; el menor es más ligero. En las familias numerosas, a veces ocurre que los padres
comunican más sus energías de persona mayor a sus hijos mayores, y los pequeños se quedan con
sus energías de niño. Carl Jung concluye que para ser completamente humano, ambas energías
deben encontrar un equilibrio armónico en la personalidad.
¿Cómo se aplica esto al evangelio de hoy?
En el evangelio se ve que los discípulos actúan con la energía del hijo mayor: son
calculadores, sólo les interesa su propio éxito, quién es el más importante. No les interesa
cooperar sino triunfar. Nuestra cultura de hoy, más aún que la cultura hebrea de los discípulos de
Jesús, es muy inclinada a esta energía del senior. Igual que a los discípulos de Jesús, nos gusta
demasiado el éxito, y lo medimos comparándonos con los otros. Nos gusta comprar el celular y el
carro último modelo para figurar y dar envidia a los demás. El mundo de los adultos es el mundo
de la ambición, del dinero, de quién es el mejor, de quién manda más, de quién triunfa en los
negocios, en el deporte, en la música, en el cine, en la política.
El mensaje de Jesús es que debemos actuar como el niño, que todos llevamos dentro.
Tengamos nueve años o noventa nueve, seamos el hijo mayor o el menor o el único de
la familia, el mensaje de Jesús nos desafía a que nos hagamos niños de corazón.