D O M I N G O XXVIII (B) (Marcos X,17-30)
¡Que nunca fruncemos el ceño y nos vayamos tristes cuando Tu nos reclames!
- Es de agradecer la pregunta que el joven del Evangelio le hace a Jesús :
¿Que he de hacer para heredar la vida eterna? porque, le dio pié al Señor
para darnos, todo un programa de vida cristiana , que nos incumbe a todos.
- El mensaje de Cristo en su respuesta contiene dos verdades que son
fundamentales para entender y vivir la vida cristiana:
: 1ª) La necesidad que tiene el cristiano, de cumplir los Mandamientos
y de vivir las virtudes cristianas, sin escamotear sus exigencias.
2ª) Y, en segundo lugar, el estar convencido de que, el fiel
cumplimiento de esas exigencias, sólo es posible con la ayuda de su Gracia.
- Constata el Evangelio que, al escuchar los discípulos aquellas exigencias,
“se pasmaron y decían entre si: ¿entonces es imposible salvarse? A lo que
Cristo les puntualizó: “ ¡imposible para los hombres; no para Dios!”
- Es de tener en cuenta que el Señor, en su respuesta, no corrige, no niega la
palabra imposible, utilizada por sus discípulos. Así Jesús nos confirma la
imposibilidad del hombre para salvarse por sus solas fuerzas. Aunque, ¡eso
sí!, les indicará cómo han de superar esa imposibilidad: “Imposible para los
hombres, no para Dios. Para Dios todo es posible”
- Esta es una verdad que los cristianos no podemos olvidar: Vivir las
exigencias de la vida cristiana con nuestras solas fuerzas, es imposible.
(Es como pretender que un aparato que exige 220 W, funcione a 125 W).
- Y si el cristiano se olvida de esta necesidad de la Gracia para vivir las
exigencias de la vida cristiana, puede caer en alguna de estas tentaciones:
1ª) La del desaliento: ¡No puedo! ¡Se me pide lo imposible!
2ª) O en esa otra, muy frecuente, e igualmente reprobable, la de
rebajar, por su cuenta, las exigencias de determinados preceptos o virtudes
evangélicos, hasta ponerlos al alcance de sus posibilidades humanas. Con
cuya pretensión, de acomodar la doctrina de Cristo a sus posibilidades, se
termina desvirtuando el mensaje cristiano.
- ¡No hemos ni de “ pasmarnos” ni desalentarnos, ni hacer rebajas! Nosotros
hemos de saber que, con la Gracia de Dios, podremos exclamar con San
Pablo, ante cualquier dificultad: “Todo lo puedo en aquel que me conforta”
- La actitud del joven rico, que parecía no conformarse con un cumplimiento
de “mínimos”, dejaría sin embargo en evidencia que, los bienes creados que
poseía, estaban ocupando el lugar de su Creador. ¡Aviso a navegantes! A
todos nos es necesaria, para ser fieles seguidores de Cristo, esa eficaz
libertad de espíritu ante los bienes creados, para evitar que puedan estar
ocupando en nuestro corazón, el lugar de nuestro Creador. Guillermo Soto