XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
¿ALGO ETERNO?
Padre Javier Leoz
1.- Qué gran frase la del Papa Francisco en la misa de apertura del Sínodo de la
Familia en Roma el pasado Domingo: “La verdad no cambia según la moda”.
Y una verdad, fundamental en nuestra vida cristiana, por la que nos movemos,
creemos, existimos y seguimos a Jesús es que CREEMOS EN LA VIDA ETERNA.
¿Cambia en algo el hecho de que, el entorno o las ideologías dominantes,
pretendan hacernos creer sólo que vemos en detrimento de lo que no alcanzan
nuestros ojos? En absoluto. Caerán muchos discursos ideológicos, se sucederán una
generación tras otra e incluso, aquellos que piensan que “lo eterno” es un imposible
caerán en el olvido. Mientras tanto una multitud de ciudadanos del mañana, como
el joven rico, se seguirán preguntando: ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la Vida
Eterna?
Encontrarse con Jesús conlleva algunas interpelaciones que afectan al “yo
espiritual”. Y una de esas preguntas es precisamente “la eternidad”.
Sin ella ¿tiene sentido trabajar por los demás? Sin ese horizonte de futuro ¿para
qué molestarse en desprenderse de lo que uno considera suyo en beneficio de
otros? Siempre, por supuesto, quedará el simple humanismo. Aquel que, por horas
y cuando nos apetece, nos empuja al bien pero que no es una constante como lo es
o debiera de ser en la vida de un cristiano. Nuestro motor es Cristo pero, el final del
viaje, es la Ciudad Eterna. ¿Crees en la eternidad? ¿Sueñas con ella? ¿Haces algo
por ganártela aún a sabiendas que es don de Dios?
2. A punto de finalizar el Año Jubilar Teresiano, con motivo del V Centenario del
Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, nos admira su despego. Vivió como si nada
tuviera, y cuanto tuvo, lo brindó al servicio de la causa de Jesús. Como diría ella
“todo paréceme poco para mi Amado”.
El joven rico, por lo menos, tenía curiosidad y preocupación en el cómo alcanzar el
cielo. Hoy, jóvenes y no tan jóvenes (ricos a raudales, con fondos de inversión y
bien protegidos por el bienestar material) no se plantean demasiado el qué hacer o
del qué deshacerse para heredar la vida eterna. En todo caso ¡Qué hacer para
llevar una vida padre! Y, cuanto mejor, mejor.
El afán de tener, la seducción que produce el dinero nos ha aislado de tal manera
de la ganancia de Dios que, sinceramente, preferimos ofrecer al Señor –como
mucho- un poco de nuestro tiempo o, de vez en cuando y en según qué campañas
cuando la iglesia llama, un puñado de monedas. Pero ¿Existe interés por la vida
eterna? ¿Qué aspiraciones presentamos los cristianos de hoy? ¿Seríamos capaces
de preguntarnos, con la radicalidad de Santa Teresa de Jesús? “¿Qué mandáis
hacer de mí? “.
3.- Para alcanzar el Reino de Dios, no pensemos que funciona nuestra matemática
y nuestro sistema de “oferta y demanda”. Los valores del Reino no se compran a
golpe de talón bancario. La posibilidad de disfrutar la eternidad, viene determinada
por el buen uso que demos a nuestra riqueza; por el hacer partícipes de lo poco o
mucho que tengamos, a los más pobres; por no llevar “doble contabilidad” entre lo
que realizamos ante Dios y lo que escondemos ante los hermanos.
4.- ¿SOY JOVEN RICO?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Cumplo contigo, pero me reservo parte de mi gran capital?
¿Vivo en tu amor, pero tengo otros cariños
que tienen ruido material?
¿Pregunto por Ti, pero a continuación, miro en otra dirección?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Te miro, y por momentos, siento que algo no funciona en mí?
¿Tengo más de lo que necesito?
¿Añoro más de lo que tengo?
¿Vivo demasiado pendiente de lo que nunca podré obtener?
Acaso, Señor ¿no es eso riqueza también?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Soy rico o pobre?
¿Tengo interés por el cielo o simple curiosidad?
¿Te pregunto por saber o, tal vez por quedarme tranquilo?
¿Me acerco por quererte o, porque he oído algo de Ti?
Mírame, Señor, y muéstrame la exigencia de la fe
El ser libre para caminar junto a Ti
Y, sobre todo, Señor,
ayúdame a descubrir “esa cosa” que me falta
para que pueda entrar por esa puerta estrecha
que conduce a ese lugar de inmenso espacio
de alegría y de eternidad.
¿Lo harás, Señor?
Y, si por lo que sea, Señor, tu respuesta
no me gusta o me sorprende,
no dejes que me pierda en la riqueza que,
cuando muera, será pobreza
incapaz de ganar tan divina riqueza.
Amén.