DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
Is 53, 10-11; Sal 32; Hb 4, 14-16; Mc 10, 35
Se acercaron a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron:
«Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.» Él
respondió: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le dijeron: «Concédenos
que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús
les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber,
o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos
respondieron: «Sí, podemos.» Jesús añadió: «Desde luego que beberéis la
copa que yo voy a beber, y también seréis bautizados con el bautismo con
que yo voy a ser bautizado. Pero eso de sentarse a mi derecha o a mi
izquierda no está en mis manos concederlo. Será para quienes así esté
dispuesto.» Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra
Santiago y Juan. Jesús los llamó y les dijo: «Sabéis que los que son tenidos
como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos, y sus
grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, pues
el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y
el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos; que
tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos.»
En estos momentos actuales existe una gran preocupación a nivel mundial por
situaciones de conflicto bélico, o de violencias étnicas; tampoco podemos obviar la
situación de los que emigran a otros países, todas estas situaciones ponen de
manifiesto lo que el actual Santo Papa Juan Pablo II decía en su encíclica
Reconciliaci￳n y Penitencia: “…el pecado social es la suma de los pecados
individuales…”. En este sentido es cada vez más indispensable ayudar al matrimonio
y la familia, pues, como decía nuestro Papa emérito Benedicto XVI: “…la familia es
escuela de humanidad…”, y como dice nuestro actual Papa Francisco: “…alabado seas
Se￱or, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna…”
(Cántico a las criaturas), pues el hombre si se encierra en sí mismo continuarán estas
situaciones de la cual hoy día somos testigos y como dice San Pablo: “…Cristo con su
muerte y resurrecci￳n ha roto el muro de odio que separaba a los hombres…”.
Es necesario antes de dar algunas líneas orientativas con respecto al Evangelio de
este domingo, aclarar algunos conceptos, pues la Palabra hoy día: “servir”, que debe
expresar el quehacer del ser cristiano está devaluada; porque no es lo mismo en el
sentido cristiano servir que prestar una atención a las personas o dedicar un tiempo
a las personas. Nuestro Papa Francisco cuando nos invita a salir a las calles a hacer
bulla, o sea a anunciar el Evangelio, nos está invitando a salir de nosotros mismos,
pero muchos cristianos católicos y no podemos negar también que muchos
sacerdotes, religiosas y religiosos, su vida es una expresión de una atención a los
hermanos. Y cuál es la diferencia entre servir y atender al hermano o prójimo; el que
atiende es aquel que hace una labor pero donde no se involucra él como persona, es
como un trabajador o como un asalariado; muchas veces las personas dicen en
sentido común: “el padre tiene bastante que hacer porque tiene muchas misas”, pero
eso significa una atención a un requerimiento, o como un religioso dedicado a la
educación, ejerce lo que ha aprendido; pero algo distinto es servir, porque el servir
implica dar nuestro tiempo, dar nuestra vida, donarnos por el bien del hermano,
donde no hay mañana, tarde y noche, pues el que atiende realiza una acción, hace
una labor, por eso en el Evangelio del presente domingo Cristo le dice a los hermanos
hijos del Zebedeo: “…podrán ser bautizados con el Bautismo que yo voy a ser
bautizado…”. Pues el que atiende solamente lo realiza por el momento de la atenci￳n
o por el tiempo que se le requiere, pero el servidor, toda su vida es un servicio.
Cristo al final del presente Evangelio dice: “…no he venido para ser servido sino para
servir y dar mi vida como rescate…”, estas palabras de Cristo para sus oyentes han
debido sonar desconcertantes o revolucionarias, porque según los sumos sacerdotes
y escribas enseñaban que bastaba cumplir los mandamientos para ser justos ante
Dios, por ello la pregunta del joven rico: “…qué tengo que hacer para tener vida
eterna…”; porque presumía que cumplir la ley bastaba, y la pregunta va parece
dirigida para ser confirmado en que lo que estaba haciendo era suficiente; pero
cuando Cristo dice: “…dar mi vida como rescate por muchos…”, Cristo aquí está
desvelando y anunciando el sentido de su misión, y desvelando la vida nueva que
será participar de su Misterio Pascual. Pero, aún más, Cristo cuando dice he venido
para servir, también para el pueblo de Israel esta es una novedad, porque para el
pueblo de Israel la presencia de Dios en sus vidas era de bendición, en cuanto a la
salud y los bienes, pero aquí Cristo está desvelando que la vida está en ser un don
para el pr￳jimo, por algo San Mateo en el capítulo 5 dirá: “…vosotros sois la sal de la
tierra y la luz del mundo…”, en otras palabras la vida es vida en la medida que se da
al otro, por eso Cristo cuando habla del Bautismo en este presente Evangelio, y
cuando habla del cáliz, está anunciando su Misterio de Pascua, y así Cristo con su
propia vida nos está anunciando lo que es servir al hermano, y servir al hermano es
dar la propia vida para que el hermano reciba la vida; por eso cuando dice: “…el que
quiera ser el más grande sea el servidor de todos…”, o a la pregunta de los hermanos:
“…queremos que uno esté a tu derecha y otro a tu izquierda…”, es expresi￳n de una
visión muy terrena de lo que es el poder y el servicio, que siempre detrás hay un
beneficio o recompensa que se busca, cuando el servir en el sentido como Cristo lo
está desvelando en este Evangelio, es participar de la vida nueva que Cristo va a
inaugurar con su muerte y resurrección.
Así tenemos que en la primera lectura, el profeta Isaías habla: “…mi siervo justificará
a muchos…”, y aquí aparece también la palabra siervo, que en el Antiguo Testamento
se entendía solo como aquel que está llamado a cumplir la misión que otro le ha
señalado, y por eso, esta profecía es figura del Mesías, o sea, de Cristo; porque Cristo
es el siervo que no solamente ha venido a cumplir una misión, sino que la misión de
Cristo es Él mismo que con su vida y su muerte dará cumplimiento a las promesas
de Dios. Por ello, el mismo profeta dirá al inicio: “…verá a su descendencia…”, pues
esta descendencia es la participación de todo hombre que se acoja a Cristo y
participe de esta nueva creación de la nueva alianza, porque el Misterio de Pascua de
Cristo libera al hombre de toda esclavitud, del pecado y de la muerte, y nos introduce
a una vida nueva, que ya en este mundo es la vida del hombre nuevo, justificado y
partícipe de este Espíritu vivificante del Resucitado.
En la Carta a los Hebreos nos dice el autor sagrado que “…tenemos un sumo
sacerdote…”, sabemos que este sumo sacerdote hace referencia a Cristo y como dirá
San Pablo: “…Él participa de toda realidad humana menos del pecado…”, es
importante este sumo sacerdote, pues como dice la Tradición de la Iglesia, Cristo
ahora junto a la derecha del Padre intercede por nosotros y esto qué quiere decir,
que Cristo constantemente está haciendo ver al Padre sus llagas que expresan su
entrega a la muerte por nosotros; y por ello, la misericordia de Dios como dice
nuestro actual Papa Francisco: “…siempre está presente ante nosotros…”; porque
Cristo está a la derecha del Padre, y por ello, ante nuestra infidelidad, Dios
permanece fiel por la misericordia que nos ha desvelado en Cristo. Entonces, cómo
creer o cómo decir que Dios nos castiga o nos ha abandonado, cuando Cristo
intercede ante el Padre por nosotros, por ello, la respuesta de Dios a nuestras
peticiones es su misericordia que no se agota; pues Cristo, como dice la carta a los
Hebreos: “…ayer, hoy y siempre…”, ante el Padre intercede por nosotros pecadores.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar