30o Domingo Ordinario B
Nosotros que venimos al encuentro del Señor este domingo, y nos reunimos
en su nombre, Él mismo nos demanda a cada uno: “Qué quieres que haga
por ti?” Cuál será nuestra respuesta? Reconoceremos que a veces
marchamos en la oscuridad y que tenemos necesidad de su luz? Nos
quedaremos sentados al borde del camino o le seguiremos?
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente,
el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino
pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
--Hijo de David, ten compasión de mí.
Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
--Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y dijo:
-- Llamadlo.
Llamaron al ciego diciéndole:
-- Ánimo, levántate, que te llama.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
-- ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
-- Maestro que pueda ver.
Jesús le dijo:
-- Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Palabra del Señor
Qué quieres que haga por ti?
Llegamos al final de la sección del evangelio de San Marcos donde Cristo
propone a sus apóstoles las condiciones necesarias para ser su discípulo. Él
ha hablado de matrimonio, de dinero, de trabajo, del ejercicio de la
autoridad, de la apertura a los otros, del perdón, del compartir, del servicio.
Al final de todas estas reflexiones, a través de Bartimeo, el pobre ciego
sentado a la orilla del camino, Jesús nos propone una “nueva visión de la
vida” “Mirar la vida con los ojos nuevos”…
En el evangelio de San Marcos, asistimos a la sanación de dos ciegos: la
primera en el capítulo 8, 22-26 y, un poco más lejos, ésta de hoy.
Entre estos dos milagros, en tres ocasiones, Jesús anuncia su pasión,
seguida cada vez de la incomprensión de los apóstoles que son ciegos y no
captan el sentido de sus palabras. Durante la subida a Jerusalén, Jesús hace
un último intento por abrirles los ojos sobre su verdadera identidad y sobre
las exigencias del llamado a seguirle.
Marco hace de este encuentro con Bartimeo una verdadera catequesis
bautismal. Es así como lo han comprendido los primeros cristianos. En el
tiempo del evangelista, el bautismo era llamado “La iluminación”. Era el
sacramento que abría los ojos de los nuevos cristianos.
La curación de la ceguera hace parte de la experiencia cristiana. El Mesías
es la “Luz de las naciones que abre los ojos a los ciegos” (Isaías 42,6-7).
Jesús en la Sinagoga de Nazaret, había definido su misión, recordando el
texto de Isaías: “EL Espíritu del Señor está sobre mi; él me ha consagrado y
enviado para anunciar a los pobres la Buena Noticia, y así proclamar a los
prisioneros la liberación y dar vista a los ciegos” (Lucas 4,18).
El ciego Bartimeo es el icono (símbolo) de la desesperanza y la pobreza.
Este hombre, sentado al borde del camino, envuelto en su manto, es un
hombre que depende totalmente de los otros. La ruta es una invitación a
caminar, al desplazamiento, al descubrimiento, pero este pobre hombre
está literalmente clavado al suelo.
La situación de ceguera se aplica a cada uno de nosotros. Nosotros somos
como el pobre hombre que pide la ayuda del Señor:
“Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi ”: Mi trabajo no tiene sentido.
Yo soy como un robot. Yo soy un número en la fábrica, mi opinión no
cuenta para nada. Yo soy demasiado viejo para encontrar otro empleo y
demasiado joven para jubilarme. Todo lo que cuenta es el cheque al final
de la semana…y parece que nunca es suficiente. Yo soy tan ciego como el
pobre hombre del evangelio.
Jesús, Hijo de David, apiádate de mí”: Yo paso la mayor parte de mi
tiempo solo (a) en la residencia para personas de la 3ª edad. Mis hijos no
vienen ya más a verme. Ellos jamás telefonean. Yo no soy capaz de trabajar
más, de producir, entonces no sirvo para nada. Yo me siento
completamente inútil. Yo soy como ese pobre ciego sentado a la vera del
camino.
Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi”: Nuestro matrimonio está
arruinado. Mi marido se niega a visitar un consejero matrimonial. Nosotros
no queremos divorciarnos porque los niños nos necesitan. Parece ser que
estamos condenados a soportarnos, a disputarnos, a aumentar cada vez
más la distancia entre nosotros, a morir en una soledad para dos. Yo no veo
ninguna solución posible. Yo soy como ese pobre ciego sentado a lo largo
del camino.
“Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi”: En este momento yo
dependo completamente de la droga, yo soy alcohólico, yo me muero de
cáncer, yo envejezco inapropiadamente, mi reducida pensión no me
permite llegar nunca al final de mes, yo estoy plenamente angustiado,
lleno de odio, yo no sé perdonar. Yo estoy como ese pobre hombre del
bordo del camino.
Gracias a Cristo, nosotros podemos ver de nuevo, descubrir el sentido de la
vida, del trabajo, de la familia, de las responsabilidades cívicas, de la
enfermedad, del sufrimiento y de la muerte.
Bartimeo era pobre, dependiente de los demás, ciego, como lo somos
nosotros a menudo ante los tantos problemas de nuestra vida. El mundo
está lleno de ciegos que no saben de dónde vienen, ni a donde van, que no
saben lo que la vida significa, ni cómo afrontar el sufrimiento y la muerte.
Para los cristianos de todos los tiempos, el ciego de Jericó permanece como
el modelo de creyente y de discípulo que recibe el don de la vida y que está
dispuesto a seguir a Cristo.
La fe nos da ojos nuevos. Ella nos permite ver el mundo a través de los ojos
de Dios que ilumina y da un sentido a la existencia personal y comunitaria
de cada día.
Tenemos necesidad de esta luz para nosotros mismos pero también para
transmitirla a los otros que nos rodean: “ustedes son la luz del mundo”, nos
dice Cristo…”Que su luz resplandezca ante los hombres y asi viendo sus
buenas obras, ellos glorifiquen su Padre del Cielo” (Mateo 5,1-14). Si no lo
hacemos, seremos como lámparas encendidas que se ponen debajo de la
cama y que no ilumina a nadie.
“Yo soy la luz del mundo, dice Jesús, aquel que sigue tendrá la luz de la
vida”- “Quien me sigue no camina entre las tinieblas” Cristo quiere iluminar
nuestra vida y volvernos a dar la alegría de vivir. “Que quieres que yo haga
por ti? Señor que yo vea”
Una puntilla:
Veamos cuán importante es la fe en el cristiano. Si leímos la historia
completa aquí ocurrida, Bartimeo recibió una recompensa. Si Bartimeo no
hubiera tenido la fe suficiente para gritar lo suficientemente alto, y no
detenerse en el intento, su vida no hubiera tenido un cambio. Su fe debía
ser lo suficientemente grande para que su voz llegase a Cristo y cruzase la
multitud, lo suficientemente grande como para no desistir en el intento
aunque otros le decía que se callara.
Bartimeo nos enseña a cómo debe ser nuestra fe, capaz de cruzar
multitudes que pueden ser nuestros familiares, nuestro entorno social y
hasta nuestro propio pecado para poder encontrar a Jesús. Nuestra vida
puede cambiar solamente si tenemos una fe suficientemente grande como
para llamar a Jesús.
La fe en el cristiano es algo imprescindible. Esta fe va mas allá de creer que
Dios existe; es creer que en el podemos depositar nuestra vida, tanto lo
bueno y lo malo, aunque para Dios no existen las cosas malas en la vida, ya
que todo es para servicio y para la gloria de Dios. Pero debemos observar
que esta gran fe que nos enseña Bartimeo nace de la necesidad angustiada
de buscar al Salvador. ¿Alguien ha buscado de manera angustiante y
desesperada al Salvador?
Una vez iban caminando un discípulo con su maestro. El discípulo le
pregunta: "¿Cómo puedo encontrar a Dios"? Sin una respuesta inmediata,
el maestro lo llevo a un estanque de agua, tomo la cabeza de su discípulo, y
la metió en el pozo por unos segundos, suficientes como para que el
discípulo se desesperada y sintiera nerviosismos ante el acto. Luego de que
el maestro le saco la cabeza del agua, le dijo "Cuando busques al Señor
tanto como deseabas el aire, lo encontrarás" (Mateo 7:7)
P. GUSTAVO QUICENO JARAMILLO.mxy
DIOCESIS DE VALLEYFIELD- QUEBEC-CANADA
http://padregusqui.blogspot.ca
Referencias :
http://pescadorescl.tripod.com/EL_CIEGO_BARTIMEO.htm