31a. Ordinario, Sábado
"Yo les digo: Háganse amigos con el Dinero injusto, para que, cuando
llegue a faltar, los reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo
mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo,
también lo es en lo mucho. Si, pues, no fueron ustedes fieles en el dinero
injusto, ¿quién les confiará lo verdadero? Y si no fueron fieles con lo ajeno,
¿quién les dará lo de ustedes? Ningún criado puede servir a dos señores,
porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y
despreciará al otro. No pueden ustedes servir a Dios y al Dinero". Estaban
oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se
burlaban de él. Y les dijo: "Ustedes son los que se la dan de justos delante
de los hombres, pero Dios con oce sus corazones; porque lo que es
estimable para los hombres, es abominable ante Dios. (Lucas 16,9-15).
Para Jesús todo dinero sería injusto si no lo compartimos con los necesitados, pues
es una injusticia el que haya algunos que tienen de sobra y otros que nadan tienen.
Por tanto, la solución es hacernos amigos, es decir, poner lo que tenemos al
servicio de los otros.
Esto no significa que, necesariamente, tengamos que quedarnos sin nada. Puede
que a algunas personas, como a aquel joven rico (Lucas 18,22), les pida Dios que
repartan sus bienes entre los pobres, pero a la mayoría solo le pide que lo
compartan en la medida posible.
Jesús parte del principio de que todo es de Dios, y El nos lo da las cosas para que
con ellas hagamos el bien. Cuando convertimos las cosas en "el bien", y tratamos
de poseerlas como si fueran totalmente nuestras, las estamos convirtiendo en
"dioses", al negar el señorío que el Creador tiene sobre todo.
El nos ha prometido mucho más, pero tenemos primero que ser fieles en lo poco,
que es lo que tenemos en la tierra, sin importar la cantidad de lo poseído.
Puede que un pobre también se apegue, no a lo que tiene, sino a lo que anhela
tener, por lo que está dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo, sea lícita o
ilícita. También ese, aunque nada posea, perderá "lo mucho" por haber sido infiel
en "lo poco".
Está claro, pues, que no podemos cifrar nuestra felicidad en el poseer. Cuando nos
rendimos a la búsqueda de la riqueza, o del poder, o del placer, o de cualquier otra
cosa que nos impida cumplir los mandatos divinos, ponemos nuestra vida en un
grave conflicto. No podemos servir a Dios y al dinero, siendo este último el símbolo
de todo lo mencionado.
Aquellos fariseos que se burlaron de Jesús, por lo visto pensaban que la bendición
de Dios estaba en poseer bienes temporales, por lo que se creían justos, pero
merecieron un reproche del Divino Maestro, haciéndoles ver que sus corazones
estaban contaminados por la codicia.
La verdadera santidad, que es lo que en el lenguaje de la Biblia se considera
justicia, consiste en poner en práctica lo que Dios nos enseña.
Si uno es rico, no por eso es injusto, siempre que llegue a serlo lícitamente. La
injusticia estaría en creer que lo que se tiene, no importa el trabajo que haya
costado, o lo lícito que haya sido el ganarlo, es una posesión absoluta de la que no
hay que dar cuenta a nadie.
En realidad no somos dueños de nada. Cuando llegue la hora saldremos de este
mundo igual que llegamos, sin nada. Solo tendremos en nuestro haber el bien que
hayamos hecho.
Padre Arnaldo Bazan