Solemnidad de Todos los Santos
¡A LA CARRERA Y SIN DESFALLECER!
Padre Javier Leoz
El 1 de Noviembre, en el inicio de este penúltimo mes del año 2015, nos saluda la
gran Solemnidad de Todos los Santos. No hay mejor catequesis, cuando estamos a
punto de finalizar este año, que contemplar ese inmenso mosaico de hombres y
mujeres (unos reconocidos oficialmente por la Iglesia y otros no) que intentaron
vivir los años de su vida con esos ocho colores que son las Bienaventuranzas.
Nacieron y, poco a poco (unos antes y otros después) se dieron cuenta de una
cosa: que una carrera con Dios, de la mano del Señor, con el soplo del Espíritu, es
algo que merece la pena llevarlo hasta las últimas consecuencias.
1. Nos asomamos en este día al balcón del cielo y, con el Apocalipsis en la mano,
también nos preguntamos: ¿Quiénes son? ¿De dónde vinieron? ¿A dónde van?
Pero, además, nos hacemos otra cuarta pregunta: ¿Cómo lo consiguieron? Ellos, los
santos y santas de Dios, sin desfallecer (por supuesto con dudas unos, pruebas
otros y noches oscuras otros tantos) llegaron a una meta que fue la de la perfección
cristiana. Lo tuvieron difícil (cuando a veces tanto nosotros nos quejamos de
nuestro día a día). Vivieron sus años con el Evangelio como código de conducta
(cuando nosotros preferimos la prensa del día o hasta la del corazón). Soñaron con
un más allá prometido por los labios de Cristo (cuando en la sociedad de hoy se
esconde y silencia todo lo que suena a invisible o irreal). La fiesta de Todos los
Santos es una llamada a recuperar el ánimo y el temple cristiano.
2-¿Qué nos cuesta ser pobres de espíritu? Recuperemos una gran verdad: sólo
quien se presenta ante Dios humildemente puede sentir su grandeza.
-¿Qué preferimos presentarnos y hacernos los bravos y poderosos más que
mansos? Se consigue más con miel que con hiel. Y ante los ojos de Dios también.
-¿Qué nos molesta el que nos vean llorar porque, según dicen, es signo de
debilidad? Ya el Papa Francisco nos lo advertía no hace mucho tiempo: “El mundo
ha dejado de llorar las penas de los demás”. Así nos va.
-¿Qué creemos que, la justicia, es un imposible en este mundo corrupto,
manipulado y manipulador a la vez? También Jesús tuvo todo a la contra pero, eso,
le llevó a dar el todo (su Cuerpo y su Sangre) en esa gran pancarta de amor y de
justicia que es la cruz. ¿O no?
-¿Que el ser misericordiosos (poner el corazón en lo que hacemos y decimos) nos
produce agotamiento o incluso es la prueba del algodón para nuestra vida cristiana?
El Año de la Misericordia, auspiciado por el Papa Francisco, nos alienta a recuperar
un rostro que la Iglesia nunca puede ocultar: la bondad. No es cuestión de
maquillaje. La misericordia es la carne y la piel de la Iglesia. Y, carne y piel, se han
de jugar en pro de la humanidad.
-¿Qué la limpieza de corazón es un don de Dios que se manifiesta en la capacidad
de amar, en la mirada recta y limpia para todo lo noble y que, por el contrario, lo
ensuciamos a cada momento? Sólo luchando por una habitación limpia (el corazón)
podremos ver en él y acomodar como merece a Dios en él.
-¿Qué la paz nos parece una utopía? ¿Qué trabajar por ella es algo inútil? Sin la paz
(lo han dicho grandes pensadores, Papas, Santos y no Santos) es imposible la
justicia, ni la verdad ni siquiera la supervivencia del mundo. El cristianismo, frente
a otras situaciones o degeneración y amenaza de otras religiones, siempre será
anuncio y praxis de la paz.
-¿Qué resulta incómodo manifestar nuestras creencias católicas en una realidad
hostil (cuando no burlesca o despectiva)? ¿Acaso no se burlaron de Cristo? ¿Acaso
le pusieron alfombras rojas para que, el Señor, entrase por las puertas grandes?
¿Acaso le entendieron o comprendieron, no solamente los que le despreciaban, sino
incluso los más cercanos?
2. La Solemnidad de Todos los Santos nos deja una frase: ¡AÚN ES POSIBLE!
Posible un nuevo mundo y, posible, ser hijo/a de Dios en un mundo que nos invita
a olvidar todo lo eterno. ¡AÚN ES POSIBLE! Dar un margen de confianza a ese Dios
que, al dejarnos por los labios de Jesús las ocho bienaventuranzas, clavó en las
calzadas de nuestra tierra ocho señales que indican otros tantos caminos de
felicidad.
Recuperemos las fuerzas. Emprendamos de nuevo el camino cristiano. No nos
detengamos. No traicionemos el testigo que, nuestros padres, dejaron en nuestras
manos el día de nuestro Bautismo.
3.- Hoy, no lo olvidemos, se levanta un gigantesco retablo (cincelado por la mano
de Dios) que une el cielo con la tierra. Todo esa talla, pensémoslo así, nos recuerda
la vida de tantos hombres y mujeres (unos famosos y otros no tanto, unos
conocidos y otros anónimos) que se lanzaron a la carrera porque tenían un claro
convencimiento: por detrás Jesús empujaba y, por delante, el Señor les aguardaba.
¿Quieres ser Santo? Termina la carrera que has iniciado. No seas un fracasado.
Vive, cree, practica y sueña en lo que Dios te tiene preparado. No nos queda otra.
4.- ES POSIBLE, SEÑOR
Ser hombres y mujeres de este tiempo y, además,
mirar hacia el cielo sabiendo que otra ciudad nos aguarda
Pensar en esa otra realidad de la que, aun sabiendo poco,
podemos adelantarla aquí y ahora en esta tierra que nos rodea.
¡Sí! ¡ES POSIBLE, SEÑOR!
Sembrar el camino que recorremos con el arado de la fe
y, desde la verdad en Ti, derramar ilusión donde existe apatía
o esperanza donde por insistencia asoma el pesimismo.
Que la santidad, entre otras cosas, es cambiar el mundo de color
y ofrecer la posibilidad que, tú como Dios, le ofreces.
¡SÍ! ¡ES POSIBLE, SEÑOR!
Aspirar a lo alto sin olvidarse de la pequeñez de cada día
y, vivir lo cotidiano, sin necesidad de pasar por alto lo divino
Que la santidad, además, es ser consciente de que Tú nos acompañas
y que, cuando nos dejamos por Ti llevar
somos capaces de iniciar y finalizar grandes obras
¡SÍ! ¡ES POSIBLE, SEÑOR!
Tallar en el recio mármol de un mundo hedonista y caprichoso
figuras que, desde su fe, humanidad, oración o humildad
nos recuerden que es posible ser diferente sin ser necio,
ser grande siendo pequeño, ser fuerte aun aparentando ser débil
ser de la tierra sin eclipsar lo que nos espera en lo eterno
¡SI! ¡ES POSIBLE, SEÑOR!
Dar a todo ello un nombre y, ese nombre, es el “ser santo”
Un santo que tiene como buena madera el evangelio
Como oro, la caridad y como dicha el hacer felices a los demás
Como grandeza su pobreza y como orgullo su servicio
¡SÍ! ¡ES POSIBLE, SEÑOR!
Ser santo aún a riesgo de aparentar no ser nada
y de no ser nada por pretender quererlo ser todo
De ser débil por empeñarnos en ser invencibles
y de ser invencibles por presentarnos cómo débiles y humildes
¡SÍ! ¡ES POSIBLE, SEÑOR!
Con tu mano, y de tu mano, alcanzar con nuestros dedos
la bóveda de tantos hermanos nuestros que, por ser diferentes,
hoy gozan de tu abrazo y de tu reconocimiento.
Ellos, los Santos de todos los tiempos,
nos invitan y nos recuerdan, nos estimulan y nos inyectan
un “es posible” ante lo que en el mundo parece una utopía:
¡SER DE DIOS Y COMO DIOS MANDA! ¡ESO ES SER SANTO!