Palabra que no pasa
Nos toca vivir una época de devaluaciones sin cuento. Todos los valores han sido puestos
en crisis, no porque estén en crisis, sino por decisión humana, cultural, social y, no lejos,
moral y religiosa. Pareciera enfermedad epocal. Cuando los principios fundantes de una
sociedad tambalean todo queda bajo la lupa de los interrogantes, de las dudas y nos
quedamos sin piso, sin salvavidas. De ahí nuestra confusión, nuestro sinsentido.
La peor parte se la lleva la palabra. Antes la palabra tenía todo el peso de la ley, de la
responsabilidad, y en ella se jugaba la vida. No se necesitaba ningún documento, ninguna
notaría o juez… bastaban dos testigos de lo que se había dicho y eso era sagrado. Aún
queda un recinto de la santidad de la Palabra, la Palabra que no pasa aunque pasen el cielo
y la tierra. Jesús es la Palabra y a Ella nos acogemos con la fe y la confianza que inspira.
Los textos nos hablan de una dialéctica nada fácil. De una parte, se describen fenómenos
terroríficos, astros locos, angustias, tribulaciones. Simplemente caos. Pero de otra, en
brocha dorada, se van presentando imágenes que proyectan luz, el despertar de “quienes
duermen en el polvo” y los “sabios” que lucen con luz propia. Es el conjugar de las
“buenas” y las “malas” noticias. Quedan a nuestra opción.
Pero hay una palabra que es síntesis perfecta de las primicias de la primavera. Podría
traducirse por esperanza. Y es valedera. Jesús la describe en pinceles de artista: De allí de
los escombros, de las cenizas brota una higuera con sus ramas que se tornan “tiernas y
brotan las yemas”. Y en esa simplicidad, legible a todo género de espectadores, se nos dice
la palabra que no pasa y en ella, con toda la fuerza, el germen de la esperanza salvadora.
Cochabamba 15.11.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com