33a.Ordinario, Lunes
Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al
camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era
aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo y empezó a gritar,
diciendo: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban
delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más:
"¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se detuvo, y mandó que se lo
trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: "¿Qué quieres que te
haga?" El dijo: "¡Señor, que vea!" Jesús le dijo: "Ve. Tu fe te ha salvado".Y
al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el
pueblo, al verlo, alabó a Dios. (Lucas 18,35-43).
Cuando leemos los evangelios podemos quedarnos solo en el mensaje externo, sin
lograr captar la profundidad de lo que ocurre.
En este evangelio, por ejemplo, podemos ver, simplemente, que Jesús obra un
milagro más, pues no fue este el único ciego al que devolvió la visión.
Sin embargo, nos queda por descubrir otros rasgos, que son los que nos dan el
verdadero retrato de nuestro Salvador.
En el mundo ha habido muchos taumaturgos, personas dotadas incluso de un don
natural para hacer curaciones. No todos los que consideramos "curanderos" son,
necesariamente, unos farsantes. Los hay que actúan, sin siquiera darse cuenta, de
siquiatras o sicólogos que influyen en la gente y les convencen de que están
curados.
Recordemos que la mayor parte de las enfermedades tienen una influencia
sicológica, que puede actuar en los cuerpos. Se les llama sico-somáticas.
Claro que esto no funcionaría con una ceguera, o mucho menos con una persona
que realmente ha muerto. Pero Dios permite que los menos favorecidos encuentren
en esos "dotados" un medio de curación.
Jesús, sin embargo, busca no solo sanar el cuerpo, sino también el espíritu.
Destaca, en casi todos los casos, que la fe ha intervenido en la curación. Y anima a
los favorecidos a descubrir que hay algo mucho más grande que la salud física.
Lo enseñó claramente con aquel paralítico a quien primero le perdonó sus pecados
(Lucas 5,20).
Es curioso que Mateo, casi en el mismo contexto, narre que eran dos ciegos
(20,30), con la variante de que Lucas pone el milagro entrando Jesús en Jericó, y
Mateo a su salida de dicho pueblo. ¿Fueron dos casos distintos? ¿O simplemente
Lucas simplifica al hablar de uno solo? Pues no lo sabemos.
Lo importante es ver que el ciego, en Lucas, o los ciegos en Mateo, siguieron a
Jesús después de ser curados. En ambos casos le llaman "Hijo de David" que era un
título reservado al Mesías.
La peor ceguera es la de aquellos que viendo con sus ojos corporales, son
incapaces de descubrir que esta vida está orientada, necesariamente, al
cumplimiento del designio salvador de Dios. Jesús no actúa como un simple
"curandero", sino como quien está haciendo realidad una salvación superior, de la
que la curación de ciegos, cojos, paralíticos y demás, no es más que un signo de la
llegada del Reino, como el propio Señor señaló a los discípulos del Bautista: "Vayan
y cuenten a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí! (Mateo 11,
4-6).
Padre Arnaldo Bazan