34a. Ordinario, Viernes
Les añadió una parábola: "Miren la higuera y todos los árboles. Cuando ya
echan brotes, al verlos, ustedes saben que el verano está ya cerca. Así
también, cuando ustedes vean que sucede esto, sepan que el Reino de Dios
está cerca. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo
esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"
(Lucas 21,29-33).
La experiencia del hombre sobre la tierra es limitadísima. Solo la revelación de Dios
nos puede abrir a un conocimiento nuevo, que nos haga descubrir el sentido real de
nuestra permanencia en la tierra.
Los que no hacen caso de la revelación divina, tienen que concluir que la vida es un
absurdo, puesto que más allá de la muerte no hay ninguna esperanza.
Los creyentes contamos con las palabras de Cristo, que nos aseguran que pese a
todo lo que pueda acontecer, terremotos, ciclones, destrucción, persecución,
miseria, explotación, abusos, y toda clase de tropelías, habrá un mañana luminoso
en el que todo será diferente.
Creer, pues, en el "más allá" es aceptar que a pesar de que las actuales
circunstancias no nos son muy favorables, encontraremos sentido al sufrimiento y a
la muerte, que se verán transformados en felicidad, paz y armonía por toda la
eternidad.
No se nos han dado pruebas de que lo que Cristo anuncia será una realidad. Solo se
nos pide confianza. Y para que veamos que sus palabras son verdaderas, nos da
una prueba en el anuncio que hace de la destrucción de Israel como nación.
Las palabras de este evangelio están dirigidas a alertar sobre este acontecimiento
que ocurriría algunos años más tarde, y muchos de los primeros destinatarios del
Evangelio podrían personalmente testificar.
No olvidemos que los que escuchaban a Jesús eran judíos, por lo que el anuncio iba
dirigido especialmente a ellos. La mezcla que hace Lucas de las señales del final de
los tiempos y de la destrucción del Templo podrían llamarnos a confusión. Pero lo
uno y lo otro son una llamada a la confianza.
Por otro lado, Jesús ha insistido en que los creyentes no debemos temer. Todo
sucederá para nuestro bien, aunque tengamos que pasar por el sufrimiento y la
muerte. Esto es una verdad que debe experimentar cada uno de los seres
humanos. Solo después vendrá la salvación para los que hayan confiado.
Esto significa que no debemos llenar nuestra vida de preocupaciones, como nos
advierte Jesús en otro momento. Mateo recoge esas palabras del Señor: "No anden
ustedes, pues, preocupados diciendo: "¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a
beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?" Que por todas esas cosas se afanan los
gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen ustedes necesidad de todo eso.
Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por
añadidura. Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí
mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal. (6,31-34).
Padre Arnaldo Bazan