FIESTA DE CRISTO REY (B) (Juan 18, 33b-37)
Nos sacó del dominio de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo querido.
- La Fiesta de Cristo Rey la introdujo Pío XI (1925) para honrar la Realeza
de Cristo, que proclamó esta prerrogativa en circunstancias muy especiales.
Naturaleza del Reino de Cristo
- Esta Fiesta es una ocasión para explicar la verdadera naturaleza de la
Realeza de Cristo ¿En qué sentido hemos de interpretar que Cristo es Rey?
- ¡Que poco habríamos entendido esta naturaleza de su Reinado si lo
concibiéramos, como un cariñoso intento nuestro de “aupar a Cristo” a la
categoría de los reyes de la tierra, como si su Reinado fuera una generosa
concesión nuestra con la que queremos honrarlo!
- ¡Nada más lejos de la realidad! Los reinos de la tierra son aleatorios y
efímeros, por tanto, sólo podrían servirnos de referencia, para explicar el
verdadero Reinado de Cristo, si los elevamos a la categoría de la
Inmensidad de Dios de la que procede esta prerrogativa.
Cristo se proclamó Rey
- Resulta paradójico que Cristo, siendo Rey como lo es, no aprovechara las
distintas ocasiones en las que la multitud, entusiasmada, quiso proclamarlo
rey y se quitara de en medio, renunciando a dicha proclamación. Y que, sin
embargo, ante Pilatos, cuando se jugaba la vida reafirmando esa realeza, no
tuviera inconveniente en proclamar su Reinado con toda solemnidad: “Yo
soy Rey. Tu lo has dicho” (Jn. XVIII, 33-37).
- La explicación es muy lógica y elocuente: Cuando Jesús predicaba,
recorriendo libremente las ciudades de Palestina, existía el peligro de que,
aquellos “espontáneos proclamadores” de su Reino, entendieran mal la
naturaleza de su Reinado y lo confundieran con un reino terreno, temporal y
triunfalista. Y así, ¡Jesús no quería ser proclamado Rey! Si lo hubiera hecho,
habría contribuido, - como se dice hoy -, “a la ceremonia de la confusión”.
- - Sin embargo, en la escena ante Pilatos, ¡las circunstancias han cambiado!
Ahora…, prendido, escarnecido y humillado... ¡Ya no hay peligro de que
interpreten su reinado de forma triunfalista! Si alguno, en aquellas
circunstancias, permanece fiel y está dispuesto a ser vasallo de tal Rey, ¡ya
sabía a lo que se exponía! y sólo le podía mover la Fe y el Amor, y el Reino
del que se trataba. El que nos describe hoy el Prefacio de la Misa: >>>>>>
“Un Reino eterno y universal. El Reino de la verdad y la vida, el Reino
de la santidad y la Gracia, de la justicia, el amor y la paz”
Y, los hombres de hoy, ¿cómo entendemos su Reinado?
- También hoy, después de XXI siglos, corremos el riesgo de, mal
interpretar la naturaleza de su Reino. Por eso Cristo, en aquellas
circunstancias tan elocuentes, le dejaría claro a Pilatos, (y también a
nosotros), la verdadera naturaleza de su Reino: ¿Luego tú eres rey?
Respondió Jesús . Tú lo dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para
esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” ( Jn. XVIII, 37-23)
- Su Reino no es de este mundo. Los reinos terrenos, democrática o
dictatorialmente, se nos imponen y, sin una decisión personal, terminamos
siendo vasallos. ¡Al Reino de Cristo, por el contrario, se accede libremente,
se nos invita a pertenecer a el: “Si quieres…”, nos dice Jesús. Y, somos
vasallos suyos, si amorosamente lo decidimos.
- Para terminar, recordar que, aunque es importante conocer la Naturaleza
del Reino de Cristo, celebrarlo y proclamarlo , de poco nos serviría si Cristo
no reina verdaderamente en nuestras vidas y luchamos por aplicarnos el
programa” de su Reino. Ese programa que nos dejó a través de su Vida y
de sus Parábolas que, significativamente, siempre las comenzaba haciendo
referencia a su Reino:
El Reino de los Cielos es semejante ..., se parece…,”
- Seamos consecuentes para no tener que oír estos o parecidos reproches de
Jesús:
“¡Estoy aburrido de reinar sólo en las paredes de vuestras casas! ¡Yo
no me hice hombre y di la vida por vosotros, únicamente, para que sepáis y
celebréis que soy Rey! Si no reino en vuestras vidas, ¡todo eso es una
comedia!”
- Y que, por el contrario, convencidos de que “servir a Dios es reinar”, nos
sintamos estimulados y agradecidos por estas reconfortantes palabras del
Apóstol San Pablo:
El nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al
Reino de su Hijo querido” (Colosenses I - 12-13)
Guillermo Soto