SOLEMNIDAD JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO, CICLO B
Dn 7, 13-14; Sal 92; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33b-3
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: « ¿Eres tú
el rey de los judíos?» Respondió Jesús: « ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros
te lo han dicho de mí?» Pilato contestó: « ¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi
Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría
combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.»
Entonces Pilato le dijo: « ¿Luego tú eres rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices,
soy rey.
Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
Hoy en la Iglesia celebramos la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, con esta
celebración la Iglesia culmina lo que llama litúrgicamente el ciclo del Tiempo
Ordinario, pero también debemos decir, que durante este ciclo litúrgico, que se ha
celebrado, la Iglesia nos ha presentado la historia de la salvación, que Dios ha
realizado con un pueblo (Israel), pero que también, nos hace presente que es la
historia que Dios quiere realizar con cada hombre, y debemos señalar que esta
historia de salvación que cada domingo celebramos en la Santa Eucaristía: la
fidelidad, la misericordia y el amor de Dios que en su Hijo Jesucristo hemos
conocido, naciendo de María la Virgen, y a través de su Misterio de Pascua, nos ha
revelado el rostro del Padre. Nuestra Santa Rosa de Lima, en sus escritos que cada
año leemos en la liturgia de las horas, cuando celebramos su fiesta, dice:
“…quisiera salir por las calles y gritarle a la gente amar la cruz de Cristo…”.
Celebrar este día, de Cristo Rey del Universo, de manera particular, podemos
contemplar en esta celebración que a través de su muerte en cruz, Cristo nos ha
revelado que es el Señor de la muerte y de la vida, y por eso reina; porque ni la
muerte ha vencido a Aquel que con su obediencia nos ha reabierto las puertas del
Paraíso; así Cristo como dice el profeta Isaías: “…es el príncipe de la paz…” porque
como cordero llevado al matadero, y como dice San Juan: “…cuando yo sea
levantado atraeré a todos hacia mí…”; celebremos hoy día esta Solemnidad, con
gozo y en esta Santa Eucaristía hagamos Pascua con Cristo Rey del Universo.
En el libro de Daniel, se anuncia una profecía casi al final del texto bíblico que
hemos escuchado: “… y todos los pueblos, naciones y lenguas lo servirán…”; esta
es una lectura mesiánica, o sea, que anuncia la venida de Uno a quien Dios va a
ungir para que reine entre las naciones y pueblos, por ello, se puede entender que
los judíos esperaban como un liberador, como líder político al Mesías, y no como un
pastor, un pastor en el sentido que llevaría a los hombres a una comunión profunda
con Dios, y esta comunión con Dios le llevaría a amar a los hermanos o al prójimo
como dice la ley. Este líder que esperaban los judíos como Mesías, no habían
comprendido en las profecías recibidas que sería uno que viviría en comunión con el
hermano, como dice San Pablo: “…ya no soy yo sino es Cristo el que habita en
mí…”. La lectura del profeta Daniel comienza diciendo que: “… hay una visión (…),
como un ser humano…”; sabemos que en el Antiguo Testamento, Dios a través de
sueños también iba revelando a los hombres escogidos la venida del Mesías, y
como vemos en esta lectura, el profeta contempla, lo que hoy día haciendo una
lectura cristiana: Cristo es el Rey del Universo. Esto quiere decir que Dios a través
del profeta Daniel ya estaba anunciando la victoria de su Hijo sobre la muerte y lo
estaba anunciando ya como Señor de la Vida y la muerte; entonces las palabras de
Cristo tienen una gran profundidad y trascendencia cuando dice: “…Yo he venido a
cumplir la voluntad de mi Padre…”; y muchas veces cuando hablamos de la
voluntad del Padre, solamente nos referimos a la Pasión de Cristo, como a su
muerte y resurrección, pero con esta lectura se hace presente que Cristo lleva a
cumplimiento pleno el designio de Dios.
En el libro del Apocalipsis, siguiendo en la línea de la profecía de Daniel, tiene una
gran fuerza estas palabras: “…primogénito de entre los muertos…”, y de esta
manera el libro del Apocalipsis el autor sagrado nos está manifestando que en
Cristo, a través de su Misterio de Pascua, se ha inaugurado la Nueva Creación,
porque antes que Cristo llevara a consumación los designios del Padre, todos
estábamos condenados a muerte, y la vida de los hombres estaba enmarcada en
una esperanza de la venida de un Mesías, de un Ungido de Dios, y este es Cristo
Nuestro Señor. En la lectura del Apocalipsis resuena de manera particular esta
expresión: “…Él es el Alfa y Omega…”, lo que sabemos que significa el principio y el
fin. Toda la historia de salvación que Dios a través del pueblo de Israel ha ido
entretejiendo para la venida de Cristo, tiene su comprensión desde Cristo y en
Cristo, por ello debemos afirmar que los dos testamentos se requieren mutuamente
para su interpretación y comprensión de lo que Dios ha revelado y ha legado a su
Esposa, la Iglesia. Aunque la lectura del Apocalipsis específicamente no lo expresa,
pero nos revela a un Cristo Rey, por eso los dos “Amén” que aparecen en el texto
de la segunda lectura, nos invitan y nos confirman que Cristo es el Alfa y Omega de
la historia de la humanidad y de todo hombre, y sobre todo en aquello como dice el
evangelista: “…los que comen mi carne y beben mi sangre tendrán vida eterna…”.
El presente Evangelio está enmarcado en el contexto de lo que los biblistas llaman
la condena de Cristo; cuando Cristo es apresado y es llevado a Pilato para ser
condenado a muerte, pero en el contexto de la liturgia que estamos celebrando hoy
día, es importante la pregunta que le hace Pilato a Jesús: “…eres tú el rey de los
judíos…”; pero sería importante para que dejemos que la Palabra hoy día corra
como un raudal en lo profundo de nuestro corazón y salgamos de una situación
estática de la vida, o de un puro adoctrinamiento, como muchas veces nos
quedamos en la vida cristiana, creyendo que es lo suficiente que necesitamos para
ser cristianos; y San Pablo al respecto dice: “…aunque sea, Cristo sea anunciado
hipócritamente…”; por eso, no debemos quedarnos en el “aunque sea”, sino hoy día
nos podíamos hacer esta pregunta al escuchar la Palabra: “eres tú el rey de mi
vida?”. El gran teólogo Yves Congar, en su libro La Santa Iglesia, dice que entre los
cristianos hay muchas herejías prácticas; quiere decir que hablamos de Dios con la
boca pero con nuestros actos de vida lo estamos negando. Muchas veces
verificamos en la vida que muchos cristianos viven la vida cristiana, como Jesús
interroga a Pilato: “…dices eso por tu cuenta o es que otros te lo han dicho de
mí…”; y debemos decir con valentía que muchos cristianos viven la vida cristiana
diciendo que son cristianos, porque otros se lo han dicho o sus padres se lo han
impuesto, o como algunos padres que han sido bautizados, dicen: “yo no voy hacer
como mis padres, mis hijos, cuando sean adultos opten si quieren creer en Dios”;
por eso la misión de la Iglesia es ardua, y como en estos tiempos nuestro actual
Papa Francisco está insistiendo: hay que evangelizar a la familia, para que la familia
sea un Evangelio viviente: para que los esposos vivan su vida conyugal según el
Evangelio, y los esposos-padres su relación con sus hijos es según el Evangelio.
Así tenemos que cuando Cristo dice en el presente Evangelio. “…mi reino no es de
este mundo…”, no debemos asustarnos ni pensar que un cristiano vive la vida de
manera irreal, no, el cristiano tiene la gracia de vivir la vida con verdad, en otro
capítulo del Evangelio de San Juan dice: “…si conocéis la verdad, la verdad os hará
libres…”; pero cuando hablamos del mundo creemos que la vida cristiana es un
divorcio entre la fe y la vida, cuando es todo lo contrario, para vivir en la verdad, la
fe se expresa a través de la vida, en la vida cotidiana. El evangelista San Juan
cuando expresa el término “mundo”, se refiere a aquello que es contrario a la
voluntad de Dios, a la vida según el Espíritu Santo. Así tenemos que al final del
Evangelio cuando el evangelista pone en boca de Cristo: “…todo el que vive en la
verdad escucha mi voz…”, está significando la vida del cristiano; así podemos
preguntarnos, ¿qué es ser de la verdad?, ya lo dice Cristo en el Evangelio sobre
todo en los sinópticos, cuando dice: “…quien quiera ser mi discípulo que tome su
cruz y me siga…”, porque si el Padre de la Misericordia a través de la cruz nos ha
dado a conocer a Cristo como Alfa y Omega, para contemplarlo como Rey y
Soberano; como dirá el mismo evangelista: “…Cristo es el camino, la verdad y la
vida…” para llegar al encuentro con el Padre de manera definitiva.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar, reza por mí.