DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía del P. Juan M. Mayol, rector del Santuario de Santa María de Montserrat
8 de noviembre de 2015
Mc 12,38-44.
Después de polemizar incansablemente con los fariseos, con los partidarios de
Herodes y con los saduceos y no sacar gran cosa, Jesús se sienta junto a la sala del
tesoro seguramente cansado de todo. Pero el cansancio de Jesús no es fatiga de
derrota sino cobijo para no envenenarse en la falsedad y la envidia de los ancianos del
pueblo y devolver su ánimo a la presencia amorosa de Dios que contempla, a unos y
otros, con misericordia.
Cuando Jesús se sienta frente a la sala del tesoro, no se distrae, sino que observa con
la mirada de Dios y aprende de lo mejor que ve delante. En medio de grandes gestos y
ostentosas donaciones, vislumbra una figura femenina seguramente encorvada por la
edad y por el trabajo duro que han soportado sus hombros; la observa, no la mira
simplemente; retiene como gesto singular aquella actitud de la viuda pobre
depositando dos monedas de las más pequeñas, una tras otra cayendo en el tesoro
del Templo destinado al sostenimiento del culto, al mantenimiento de sus funcionarios
y también, en diferente medida claro está, a los pobres, a los huérfanos y a las viudas.
Y Jesús queda tocado. Una que está muy necesitada de la caridad de los demás, da
todo lo que tiene para vivir en favor del culto y de los que son menos pobres que ella.
Podríamos decir que el Predicador es predicado. Él, que en la polémica sostenida con
los sabios y los entendidos no ha encontrado una salida clara, encuentra,
inesperadamente, la propuesta provocativa del gesto silencioso de una viuda pobre. El
joven Rabí de Nazaret entiende, en el gesto total de esta anciana que da al tesoro del
Templo todo lo que le queda para vivir, hacia dónde va su propio camino a Jerusalén
si es que tiene que ser Camino de Verdad y de Vida para todos los que le sigan. Por
eso llama la atención de sus discípulos; los invita a detenerse como él lo ha hecho, a
no dejar pasar por alto la realidad viviente que tienen delante de todo el Evangelio que
Él les ha predicado y que esa mujer anciana encarna con simplicidad sobrecogedora.
El gesto supera toda palabra. Y es que no serán suficientes las palabras y los milagros
para mostrar la verdad del Evangelio al mundo. Sólo el gesto total de uno mismo da
razón de la verdad que se lleva más en las entrañas que en los labios. La viuda pobre,
observada hoy por la Iglesia en el relato que se proclama en todas partes, sin decir
nada lanza el mismo reto que entonces: No son suficientes palabras sabias y santas
sino no hay obras humanizadoras y capaces de hacer revivir la esperanza en la
nobleza del corazón humano.
La viuda pobre depositó todo lo que tenía para vivir en el tesoro del Templo que era el
centro del pueblo elegido. Jesús da su vida por toda la comunidad humana para que
tenga donde encontrar autenticidad de vida y la tenga para siempre. Ella -la mujer- lo
haga depositando dos pequeñas monedas que sólo fueron percibidas, en su valor
simbólico, por Jesús. El Señor lo hizo dándonos en la insignificancia del pan y del vino
el valor verdadero de su obra redentora acreditada por Dios cuando lo resucitó de
entre los muertos.
La vida de esta mujer, como muchas de nuestro tiempo aún, pasó invisible a sus
contemporáneos pero no a los ojos de Dios. También la vida de Jesús aún ahora, para
muchos, es ignorada o es escándalo y tropiezo, pero no para los hombres y mujeres
de buena voluntad. Y estos, más allá de cualquier credo, son muchos gracias a Dios.
Éstos, son como un bosque en medio de la ciudad global que estamos construyendo y
que regenera el oxígeno, que sería irrespirable sin ellos.
La fe que mueve la vida y la lleva a mejorar no tiene por bandera ni el poder ni el
dinero, que son tan amados por los fariseos de todos los tiempos, la fe que mueve la
vida y la lleva a crecer más tiene como su estandarte a la cruz de la mañana de
Pascua. No es un camino fácil. Pero es que a menudo los caminos fáciles no llevan a
ninguna parte. ¿Habéis visto algún camino llano y de bajada que conduzca a la cima?
Si Jesús, se sienta a tu lado y no rechazas su palabra, no temas: en tu vida, puede
que no notarás nada especial en él, pero sí en ti; porque si eres sincero reconocerás
algo dinámico que se mueve dentro de ti capaz de aventurar la vida como lo hizo Él.