I DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO C
ADVIENTO DE LA MISERICORDIA
Padre Javier Leoz
El adviento es tiempo de esperanza y, como tal, es un elevador de nuestro
ánimo y de nuestras expectativas, de nuestros sueños y de nuestros
proyectos. Pero, sobre todo, es un gran balcón desde el cual vemos dos
realidades y en dos direcciones: hacia abajo el mundo y hacia arriba el
cielo. El abajo, sobre todo en estos tiempos, atiborrado de sucesos trágicos
(que es mejor no señalar) pero que nos inducen a muchos interrogantes.
Acontecimientos que, en algunos instantes, nos hacen pensar en que esto
tiene poco recorrido, que nuestro mundo ya no es mundo y que en él, como
dice un conocido canto de adviento “le falta vida y hay mucho frío”.
1.- Pronto, el día 8 de diciembre, el Papa Francisco abrirá con solemnidad el Año de
la Misericordia. El adviento, como tiempo fuerte cargado de muchas connotaciones
sobre el Jesús que viene, nos prepara también a ese gran acontecimiento de magna
misericordia que fue, es y será el Nacimiento de Cristo en Belén. ¿Hay mayor
misericordia por parte de Dios que nacer en un mundo que le rechaza, en medio de
nuestra riqueza que es pobreza y en el corazón de una humanidad apurada por
tantas espinas? Este Adviento, el de la misericordia, nos invita, desde su balcón, a
no olvidar dos rostros: el de Dios que habita en las alturas y el del hombre que
gime o llora en el mundo. Pero sin dejar de lado algo esencial en la vida de todo
cristiano que, nuestra fuerza para el bien, tiene un secreto escondido: el Señor que
viene a nuestro encuentro en cada situación y momento.
2.- Miremos un poco alrededor de nosotros. Reflexionemos sobre el momento
presente. ¿Acaso –en muchas situaciones que contemplamos y sabemos por los
medios de comunicación social- o que vivimos en propia carne, no son reflejo de
esa angustia, falta de aliento o de miedo por lo que se nos avecina? ¿Hay algo tan
peligroso como el vacío del hombre que vaga sin sentido? El vacío es peligroso y, a
veces, puede aparentar tener contenido. Nos hallamos en un momento incierto (no
es necesario enumerar de nuevo los acontecimientos que nos preocupan) pero, el
mundo, nosotros…necesitamos una palabra de esperanza. De Alguien que pueda
levantarnos, sacudir nuestros miedos, ponernos de pie. Ese, sin duda alguna, es
JESÚS.
3.- Estemos atentos a la llegada del Señor. No podemos permitir que, Jesús, pase
de largo. No podemos consentir que, el Señor, cuando nazca, nos encuentre tan
desalentados por los acontecimientos que nos acosan. La Navidad, si colocamos en
el centro a Cristo, nos traerá un horizonte de paz y de optimismo, de salvación y de
esperanza. Nos invitará, de la mano del Papa Francisco, a que la Misericordia del
Señor sea acogida en Belén, en los pastores que irán a adorarle, en los Magos que
ofrecerán sus dones, en la estrella que nos invita a no apagar el ardor de nuestra
fe. ¿Quieres a Dios? ¡Es todo corazón! Y, su corazón, tiene un color: la misericordia
por Navidad.
--¡Viene el Señor ! Y, si el Señor llega, es porque quiere compartir nuestra
condición. Porque desea poner una luz en el fondo del túnel oscuro en el que se
encuentra perdida gran parte de la humanidad.
--¡Viene el Señor! Y, si el Señor se presenta, es porque nos ve agobiados. A veces
sin esperanza. Otras tantas… sin ilusión.
--¡Viene el Señor! Y, si el Señor se manifiesta, que por lo menos nos encuentre
divisando (con la oración, la contemplación y la fe) el horizonte por donde El sale a
nuestro encuentro.
Frente al caos no caben los lamentos. Ante la dura realidad, Jesús es nuestra
respuesta y nuestra esperanza.
3.- En este Año Santo de la Fe mirando hacia Aquel que viene le decimos: Señor;
merece la pena permanecer en pie por Ti, en Ti y contigo. Haz que, cuando llegues,
me encuentre –no solamente despierto- sino contento de creer en Ti, esperarte a Ti
y renacer en Ti. Mientras tanto tengamos un poco de misericordia con el Señor:
llamará como mendigo, Niño, a la puerta del portal de nuestro corazón y –si lo
acogemos- seremos gigantes en misericordia. Seremos el rostro de un DIOS que
quiere dar otro color a este mundo nuestro. ¡Adelante!
SI ESTOY SENTADO, LEVÁNTAME, SEÑOR
Si dudo de tus promesas; levanta mi fe, Señor
Si aumentan mis pesares; alza mi ánimo, Señor
Si me acosan mil dificultades;
haz inmensa mi fortaleza, Señor
Si mi interior se acobarda; reaviva mi espíritu, Señor
Si me ciegan los ídolos;
dirige mi vista hacia Ti, Señor
Si me enloquece la apariencia;
lleva mi corazón a Ti, Señor
Si mi cabeza se inclina; sostenla para poder verte
Si me encuentro esclavo;
rompe mis cadenas para poder caminar
Si me encierro en mí mismo;
reorienta mi alma hacia Ti, Señor
Si me conformo con lo que veo;
recupera mi afán de buscarte
Si sufro por la ansiedad;
alimenta en mí la conformidad
Si prefiero la comodidad;
llámame y ponme en pie, Señor
Si duermo y no te espero;
abre mis ojos y despiértame, Señor
Si me despisto y no te busco;
espabílame y condúceme, Señor
Si me equivoco de dirección;
recondúceme y reoriéntame, Señor
Si prefiero otros señores;
háblame y hazme ver tu grandeza
Si no tengo miedo a nada;
dame fe y dame tu santo temor
Si me creo único e invencible;
acércate y dame humildad
Si pasa el tiempo y desespero;
ayúdame y ven a mi encuentro en Navidad
Amén.