I DOMINGO DE ADVIENTO, Ciclo C
ADVIENTO: ESPERANZA
+Mons. Enrique Díaz
Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
Jeremías 33, 14-16: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo”
Salmo 24: “Descúbrenos, Se￱or, tus caminos”
I Tesalonicenses 3, 12-4, 2: “Que el Se￱or los fortalezca hasta que el
Se￱or vuelva”
San Lucas: 21, 25-28. 34-36: “Se acerca su liberaci￳n”
Hace algunos años contemplé horrorizado las consecuencias de una
catástrofe en la selva chiapaneca. Unos dicen que fue provocado
intencionalmente, otros que probablemente fue un accidente, pero lo cierto
es que un voraz incendio consumió hectáreas de vegetación, miles de
árboles y plantas exóticas. La ceniza, el pesado silencio, el olor a muerte y
desolación era lo único que reinaba en toda la comarca. Investigaciones
convenencieras, culpas a diestra y siniestra, pero nada claro. Sólo una
enorme mancha reclama su vida arrebatada. Me dolió contemplar la escena
y pensé que nunca más sería igual. Han pasado ya muchos años y regresé a
aquella región. Para mi sorpresa y contra todos los pronósticos, tiernos
arbolitos, vegetación exuberante y nuevas plantas han brotado venciendo la
obstinada ceguera de su peor el enemigo, el hombre. Como mudo testigo se
contempla uno que otro tronco de pie completamente quemado. La selva,
por esta vez, parece vencer la adversidad. De su fecundo interior ha
brotado nueva vida. Como en la misma vida, debajo de los más oscuros
dolores y de la más cruel herida, se esconde un hilito de esperanza. Como
el Adviento que es brote de esperanza del añoso árbol de la historia. No
todo está muerto, no todo está acabado, hay brotes de esperanza y vida
que sólo esperan el soplo de Espíritu para avivarse.
Me sorprende mucho y me gusta la actitud del Papa Francisco lanzándonos
a la aventura a pesar de las dificultades. Es la esencia del Evangelio: vencer
la oscuridad. Cuando todo parece perdido, cuando los más graves
acontecimientos y nuevas guerras se ciernen sobre nuestras cabezas, nos
llega de improviso el Adviento. Es tiempo de esperanza, tiempo de ilusión,
tiempo de retomar la vida en nuestras manos. Cuando el mundo entero se
sumerge en un gran caos y se escuchan los peores augurios para tiempos
futuros, resuena la voz del Señor que nos llama y nos invita a levantar la
cabeza y a esperar el tiempo de la liberación. Sí, queridos amigos, el Señor
nos llama, está a la puerta gritando salvación. ¡Nos llama, el Señor, en
medio de nuestros desiertos! Nos llama a recuperar la alegría de la fe. Viene
a nuestro encuentro para llenarnos de valor y de entereza, de audacia y de
esperanza. ¿Seremos capaces de escuchar sus llamados para dejarnos guiar
y llevar por Él? Vino, viene y vendrá el Señor, para infundirnos ánimo y
sacarnos de tantas fosas en las que nos hemos metido. Ahora, más que
nunca, necesitamos salvación. Necesitamos al Salvador. Bienvenido sea el
Adviento que nos conduce por los caminos de Dios.
Jeremías, ese profeta conocido por sus quejas y lamentos, por sus condenas
y reproches, este día tiene frases brillantes y restauradoras. Se ha cansado
de mirar dónde pone la confianza el pueblo de Israel, lo ha visto caer y
sufrir derrotas porque confía en los imperios vecinos más que en la fuerza
del Señor. A pesar de haber sufrido su desprecio, la cárcel y los insultos
cada vez que ha propuesto nuevos caminos, Jeremías se atreve a gritar la
promesa del Se￱or: “En aquellos días, yo haré nacer del tronco de David un
vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra”. Sus
palabras aseguran que el Señor está nuevamente buscando a su pueblo. No
se ha cansado el Señor. El Señor nunca se cansa, siempre hará brotar
nuevos retoños de esperanza. Sí, de lo que parecía muerto, de lo que
estaba vencido, de donde ya no había esperanza, el Señor hace renacer un
pequeño brote que pronto traerá justicia y derecho. Los hombres
contemporáneos parecen no tener ningún deseo de Dios, pero Dios sigue
teniendo la oferta de su amor para todos nosotros y cada Adviento vuelve a
soplar su Espíritu para limpiar, descubrir y encender la llama del amor.
Dios nuevamente ofrece a este mundo, sumido en la corrupción y en la
injusticia, la posibilidad de su amor.
El Adviento nos hace mirar al futuro, hacia el final. No esperamos
ciertamente la venida de Jesús a Belén, que ya sucedió, sino la venida de
Jesús a cada uno de nosotros, a cada hogar y con Él, miramos hacia el final
de la historia. Ante Él nos presentamos así, semidestruidos, sin ilusiones,
sin esperanza, como si se hicieran realidad las catástrofes que anuncia San
Lucas, pero Jesús tiene palabras de esperanza. Jesús siempre genera
esperanza aún en las situaciones más difíciles. Toda su existencia consistió
en contagiar a los demás la esperanza que Él mismo vivía en lo más
profundo de su ser. Y así hoy que nos sentimos derrotados, que nuevas
tragedias se anuncian, hoy que parece que todo se derrumba, escuchamos
sus palabras: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y
levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberaci￳n”. Cristo nos
previene para esos momentos difíciles. Pero no nos los presenta con
fatalismo. Hay que estar atentos, hay que levantar la cabeza y hay que
buscar el momento de la liberación, la liberación integral, la liberación
plena. ¡Cómo me ilusiono y sueño en que a mi patria le podamos aplicar
estas palabras! ¡Cómo mirar que se atienda con justicia a nuestro pueblo y
que sea escuchado su dolor! Es posible y tengo esperanza porque el mismo
Jesús nos lo anuncia. Pero no llegará sin nuestro compromiso, nuestro
trabajo y nuestra participaci￳n. Jesús mismo propone los medios: “Estén
alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las
preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los
sorprenda desprevenidos” Sí, la esperanza que Jesús propone, no cae del
cielo, ciertamente es un don, pero la esperanza se construye, se vive y se
alcanza.
Adviento es tiempo de sueños y de ilusiones en medio de las dificultades.
Pero ya sé que no basta soñar, hay que sembrar los sueños con trabajo,
con dedicaci￳n, con honradez y ¡con oraci￳n!, nos dice Jesús: “Velen y
hagan oraci￳n”. Y es que en la construcción del Reino no estamos solos,
Jesús se compromete en la misma tarea. Si en el texto de este día nos
habla de desastres escatológicos, no es para asustarnos o describir
acontecimientos que van a suceder en el futuro, sino para darnos la fuerza
y el coraje para superarlos y vivirlos a su estilo. Este primer domingo de
Adviento, es una invitación a la esperanza, a pesar de las adversidades:
¡Ánimo, levanten la cabeza, permanezcan despiertos! ¡El Señor ya está
cerca!
Señor Jesús, retoño y esperanza de la humanidad, ayúdanos a levantar la
cabeza y descubrir la luz que nos mantenga firmes en el camino de justicia
y de paz. ¡Ven, Señor Jesús!