3a. Adviento, Miércoles
“Entonces él, llamando a dos de ellos, los envi￳ a decir al Se￱or: “¿Eres tú
el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” Llegando donde él aquellos
hombres, dijeron: “Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el
que ha de venir o debemos esperar a otro?” En aquel momento cur￳ a
muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista
a muchos ciegos. Y les respondió: "Vayan y cuenten a Juan lo que ustedes
han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la
Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!" (Lucas
7,18b-23).
Juan el Bautista había señalado a Jesús diciendo: “He ahí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo” (Juan 1,29).
Hasta vio el Espíritu bajar sobre Jesús en forma de paloma, y oyó la voz del Padre
que decía que era su Hijo amado, después que él mismo lo había bautizado (Lucas
3,21-22).
¿Es que ahora siente dudas? ¿Por qué envía a dos de sus discípulos a preguntar a
Jesús si era el que había de venir o se debía esperar por otro?
Sobre este punto se ha discutido mucho. No parece, con todo, que un hombre como
Juan, que había recibido de Dios la altísima misión de ser el precursor de Jesús el
Mesías, hubiese oscurecido su visión sobre quién era realmente el que había de
venir.
Sin embargo, estaban sus discípulos, que al ver a su Maestro en la cárcel, por
orden de Herodes Antipas, a petición de la infame Herodías, su concubina, podrían
quizás no estar seguros de a quién debían seguir.
Juan debió pensar que lo mejor era que ellos se convenciesen por sí mismos, por lo
que envió a dos de ellos a preguntarle a Jesús.
El Divino Maestro no les respondió de inmediato su pregunta, sino que delante de
ellos curó a muchos enfermos, devolviendo la vista a algunos ciegos y echando de
otros malos espíritus. Después les dijo que fueran y contaran a Juan lo que habían
visto y oído.
Los hechos hablan mejor que las palabras, y Juan les explicaría a los discípulos que
en Jesús se estaba cumpliendo lo profetizado por Isaías, 35,5-6: “Entonces se
despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces
saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo”.
Esta era, para el profeta, la señal de la llegada de los tiempos mesiánicos. La
respuesta de Jesús daría a los discípulos de Juan la razón para seguirlo como al
verdadero Salvador.
De suyo, sabemos que muchos de los discípulos del Bautista serian luego parte de
los del Señor. Los dos primeros fueron Juan y Andrés, el hermano de Pedro. De
ellos se nos dice que siguieron a Jesús y le preguntaron donde vivía. El les invitó a
acompañarlo, y se quedaron con El aquel día (Juan 1,37-39).
Padre Arnaldo Bazan