FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
(10 de Enero 2016. Ciclo C)
Lecturas Bíblicas
a.- Is. 40,1-5.9-11: Se revelará la gloria del Señor, y toda criatura
a una la verá.
El texto del profeta está tomado del conocido “Libro de la Consolaci￳n”
(cfr. Is. 44-55). Nos introduce, en su canto, necesario para consolar a
Israel. Yahvé envía su profeta a su pueblo en el exilio con un mensaje
de consuelo: la esclavitud y exilio en Babilonia han concluido, el
castigo por el pecado ha terminado, ha pagado con creses su rebeldía
(cfr. Lv.26, 41.43). Comienza el regreso del destierro, se prepara un
nuevo éxodo bajo la guía de Dios, donde su gloria se manifestará más
que en la salida de Egipto (cfr. Ex.14). El desierto hasta ahora espacio
de tentación, decisiones, camino de vida o muerte con Dios o sin él se
convierte en camino de gloria, triunfal, epifanía del poder de Yahvé
ente las naciones paganas (cfr. Ex.15, 22-27; Nm. 11,14; 16,20; Dt.
1,19.34-40; 8,2-3). Se escucha la voz de un emisario, en la ciudad
derrotada, con el anuncio de una buena noticia: Yahvé está en
camino, trae la salvación apacienta, cuida a su pueblo, como un
Pastor (cfr. Is. 42, 7-12; Jr.23,1-4, Ez.34; Jn.10). “Una voz clama: En el
desierto abrid camino a Yahvé” (v. 3). Desaparece todo aquello que
en la naturaleza, valles, montañas, lo torcido, lo escabroso, pueda
impedir el regreso. Será el pastor que recoge su salario, como rey
vencedor. Se reúnen así tres imágenes de Yahvé: la realeza, el
servicio y el amor a su pueblo: reina orgulloso de su recompensa y
padre que en sus brazos sostiene a los pequeños, los corderos.
Vemos los primero albores del Reino mesiánico, hecho de justicia y
de paz, de perdón y reconciliación. El profeta anuncia, en definitiva, la
llegada de la redención que Jesucristo, trae a cada ser humano. La
gloria del Señor se manifestará a todos en la salvación de su pueblo
Israel, la Buena Noticia es el retorno del exilio, que ahora alcanza su
plenitud y universalidad en Jesús de Nazaret que inicia su misión entre
los hombres.
b.- Tit. 2,11-14; 3,4-7: Se ha manifestado la gracia salvadora de
Dios a todos los hombres.
El apóstol exhorta a Tito, como responsable de la Iglesia de Creta,
debe enseñar la sana doctrina, teniendo en cuenta la diversidad de
personas que componen su comunidad, sin olvidar su propio
testimonio. Tito deberá exhortar a los ancianos, a los jóvenes,
esclavos a una vida decorosa, sensatos en todo cimentados en la fe y
caridad, paciencia en el sufrimiento, castidad en su fidelidad
matrimonial, fidelidad a la palabra de Dios. A todas esas
recomendaciones, consejos de cultivar las virtudes humanas y
cristianas, Pablo pone como motivo un dato de fe: ha aparecido la
gracia de Dios en Cristo Jesús (v.11). La gracia, se ha manifestado
como misericordia eficaz de parte de Dios, como bondad para con los
hombres (cfr. Os. 2,2; 1Cor.1,4; 3,4; 1Tm.6,14). Esto que ya
conocemos es preludio de lo que esperamos, la gran manifestación de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (cfr. Rm. 9,5; 1Tm.1, 1), la
venida definitiva, mientras tanto los cristianos, libres del dominio de las
pasiones, deben llevar una vida sensata, practicando la justicia, llenos
de piedad, deseosos de hacer buenas obras (v.12). Si ha aparecido la
bondad de Dios manifestada en Jesucristo, viene a significar que creer
en ÉL tiene consecuencias morales en la vida del cristiano. En un
segundo momento, el apóstol le recuerda a Tito lo efectos del
Bautismo: el nuevo nacimiento, la justificación por gracia, la
comunicación del Espíritu Santo, herederos de la vida eterna (cfr. Rm.
5,5; 2Cor.1, 22). Cuando se manifestó la bondad de Dios en Cristo,
justificados, nos salvó por pura gracia, no como fruto de nuestras
obras de justicia, sino don de su amor salvador.
c.- Lc. 3, 15-16. 21-22: Tú eres mi Hijo; yo hoy te he engendrado.
El evangelio, nos presenta la respuesta a las inquietudes que provoca
la figura y predicación de Juan el Bautista (vv.15-16), y el bautismo de
Jesús en el río Jordán (vv.21-22). Como el pueblo esperaba la venida
del Mesías, se preguntaban en su interior, si no sería Juan, el Mesías
esperado. Querían, en el fondo, establecer su verdadera identidad (cfr.
Jn.1,19-29), por otra parte, se tiene en el trasfondo la discusión entre
los partidarios de Juan y Jesús, el tema de superioridad entre ambos.
La respuesta de Juan, acerca de su identidad, define también la
identidad de Jesús y su superioridad sobre Juan. Si bien Juan no
niega ser el Mesías, su declaración presenta argumentos que lo
presentan como inferior a Jesús porque afirma: Jesús es más fuerte
que él; viene con un bautismo mejor que el suyo (vv.15-16), finalmente
es el Juez de los últimos tiempos (cfr. Jn.1,17). En un segundo
estadio, el evangelista narra el Bautismo de Jesús, en un contexto de
oración, momento posterior viene la apertura de los cielos, baja el
Espíritu Santo y se escucha la voz del cielo. Jesús, como los profetas,
recibe la unción del Espíritu Santo; la voz del cielo lo declara su Hijo,
es decir, confirma su autoridad divina, lo que lo autoriza para
comenzar su ministerio público. Jesús va al Jordán, Juan ya está en la
cárcel (cfr. Lc.3, 19-20), todos habían sido bautizados, también Jesús,
lo que viene a significar que el mensaje del Bautista había llegado a
toda la sociedad, compuesta por diversas clases sociales (cfr. Lc.
3,10-14). El evangelista centra todo en la acción del Espíritu,
prescinde de Juan, Jesús de dedica a orar (cfr. Lc. 6,12; 9,18.29;
11,11; 22,31-32. 41; 23,34.46). La experiencia del rito del bautismo ha
provocado en su interior una intensa unión con Dios, tanto que el
Espíritu Santo, vendría no tanto fruto del bautismo, sino de la actitud
orante de Jesús (cfr. Lc.11,13). La bajada del Espíritu tiene dos
manifestaciones: la apertura del cielo y el Espíritu que desciende en
forma de paloma (cfr. Gn.1, 2; 8, 8-12; Dt. 32,11; Jn.1, 32-34; Hch.7,
56). La otra manifestación, es de carácter auditiva, se escucha la voz
de Dios que se dirige a Jesús: “Tú eres mi hijo; yo hoy te he
engendrado” (v.21; Sal.2, 7; Gn.1,4; Dn. 4, 28-31), esta es una
variante. Lo que Jesús escuch￳ Jesús fue: “Tú eres mi hijo amado, en
ti me complazco” (Mc. 1,11; cfr. Mt. 3,17; Is. 41,8; 42,1). Este mensaje
nos habla de Jesús como Hijo de Dios y su afecto por ÉL. Jesús
encarna desde este momento al Mesías esperado, al Siervo de Yahvé,
al Hijo línea profética y davídica, que hace la voluntad de Dios,
confirmado por el favor divino, iniciará su obra salvífica.
Santa Teresa de Jesús, nos invita a considerar con Quién estamos
unidos por la fe y qué vida debemos llevar como cristianos y
carmelitas. Renovemos nuestra adhesión a Jesucristo rememorando
nuestro Bautismo: “Nosotras estamos desposadas con el Se￱or, y
todas las almas por el bautismo” (Camino del Escorial 38,1).