Miércoles de Ceniza, Ciclo C
CUARESMA DE MISERICORDIA
Padre Javier Leoz
El Papa Francisco, en la Bula de Convocatoria del Jubileo “Vultus misericordiae”
llega a afirmar: “La misericordia es la viga de la Iglesia”.
La cuaresma, especialmente este año, apuntala esa idea del Papa. A veces la
carcoma del individualismo, la fe relativizada, el amor resquebrajado, el pudor para
hacer el bien, el cansancio o hastío caritativo y otras tantas razones hacen que –esa
viga- vaya debilitándose y necesite ser recuperada en su esencia, revitalizada y
restaurada. No olvidemos que, el pilar central, es Cristo. De Él van saliendo esas
vigas que sostienen toda iniciativa de la Iglesia en aras a brindarnos a los demás
con generosidad y sin límites.
1.- La Santa Cuaresma, en ese sentido, nos blinda para no venirnos abajo y en este
Año de la Misericordia nos anima a consolidar nuestro corazón con los sentimientos
del mismo Cristo:
Primero: a cambiar en algo y, si puede ser, a mejor. La Pascua la viviremos con
más vida si, nuestra existencia, la sabemos perfeccionar en estos cuarenta días que
quedan por delante
Segundo: a recuperar nuestra amistad con Cristo. Muchas veces nos ocurre como
con los amigos de a pie. Sabemos que están ahí pero apenas los recordamos.
¿Seremos capaces de sensibilizar nuestro interior ante lo que Jesús hizo por
nosotros? ¿Somos conscientes de que subirá a la cruz por nosotros?
Tercero: este miércoles de ceniza nos invita a desplegar las actitudes del perdón y
de la alegría, de la paz y de la reconciliación y, sobre todo, a arrojar de nosotros
todo aquello que nos impide estar en armonía con Dios.
2.- Ojala pudiéramos proponernos, durante este tiempo de gracia que es la
cuaresma, un buen discernimiento, una buena reflexión para llegar a la Semana
Santa con una sentida confesión, personal y sincera, emotiva y transparente,
diáfana y con afán de mudar aires de verdad.
-Ojala que, la ceniza (el polvo que queda de una combustión) sea reflejo de lo que
deseamos hacer de esa materia que nos impide llegarnos hasta Dios.
-Ojala que, la ceniza, sea una llamada a reconocer que sólo Dios permanece y que,
nosotros, un día seremos redimidos por la cruz del Señor.
-Ojala que, la ceniza, sea una reclamación a ponernos en marcha. A liberarnos de
tantos eslabones que nos atan y no nos dejan margen para ser libres, para pensar
en Dios o para vivir con entusiasmo nuestra fe cristiana.
3.- Estamos en el Año Santo Jubilar de la Misericordia. El acto exponencial más
supremo de Dios, en su afán de acercarse a nosotros, fue romper su divinidad para
hacerse humanidad en Belén. Pero, más radical y sangriento, fue ese otro acto
elocuente donde sobraron las palabras y hablaron las obras: Jesús en la cruz. Que
nos preparemos en ese sentido a contemplar, meditar, recuperar y ser agradecidos
con el gran regalo que Cristo nos trajo en su pasión, muerte y resurrección: LA
REDENCIÓN. Las obras de misericordia, corporales y espirituales, pueden ser un
perfecto programa de vida para estos cuarenta días.
4.- MISERICORDIA, SEÑOR (Por Javier Leoz)
Ante las heridas que se abren en el cuerpo de la humanidad
seamos bálsamo que se haga presente
donde las carnes sangran y los corazones odian y ya no aman
¡MISERICORDIA, SEÑOR!
Frente a las mentes frías y calculadoras que todo lo pervierten
que denunciemos, por activa y por pasiva,
que sólo el amor transforma y ofrece bienestar al que lo busca
¡MISERICORDIA, SEÑOR!
Que, ante los afanes que nos interpelan e interrogan,
seamos capaces de no perdernos en el ruido
y caminar hacia la fuente de la misericordia infinita que eres Tú
¡MISERICORDIA, SEÑOR!
Para rompernos y repartirnos y regalar lo que otros no tienen:
alegría ante el lodo de la tristeza
fuerza ante la fiebre de la debilidad
ilusión ante el desencanto de una vida fácil
perseverancia ante una fe inconstante, raquítica y perezosa
¡MISERICORDIA, SEÑOR!
Que el enfermo vea en nosotros medicina
y el hambriento un trozo de pan en nuestras manos
Que para el sediento seamos agua fresca
y el que busque cobijo encuentre en nuestra casa, su casa
Que el desnudo se revista de nuestro vestido
y el encarcelado en mil cárceles del mundo
encuentre en nosotros la llave de su libertad
y el paraíso definitivo, por nuestra oración, el que ya murió.
¡MISERICORDIA, SEÑOR!
En la ignorancia, seamos palabra oportuna
En la indefinición, consejo que ilumine
En la equivocación, corrección cierta y clara
En la ofensa, perdón aunque cueste y hiera
En la tristeza, una sonrisa del que irradia felicidad
En los defectos del prójimo paciencia que todo lo alcanza
y con los que viven o han muerto, la oración que todo lo puede
Como Tú, Señor, siempre misericordia