D O M I N G O I I D E C U A R E S M A (C)
( La Transfiguración) Luc.9,28-36)
“Llamados a la glorificación, por el ineludible camino de la cruz”
- En el Credo confesamos, (quizás de forma rutinaria) que, “Jesús es
Dios y hombre verdadero”.
1ª) Ser hombre verdadero supone que compartía nuestra existencia
humana, con todas sus consecuencias propias de la naturaleza humana,
como consta en el Evangelio: De El se nos dice que comía, se cansaba,
lloraba…. Esta realidad la atestigua San Pablo de forma muy expresiva:
“Semejante a nosotros en todo menos en el pecado” .
2ª) Y una segunda condición era, que su Divinidad no alterara o influyese
en sus comportamientos humanos porque esa influencia le habría
diferenciado del resto de los humanos y su Divinidad le habría hecho “jugar
con ventaja” respecto a nosotros que no estaríamos en igualdad de
condiciones para poder imitarle. Pero, Jesús en el Evangelio nos deja
abundantes testimonios de que no se daba esa injerencia de su Divinidad:
- Jesús nunca usa de su Omnipotencia de Dios, para hacerse las cosas
más fáciles. (Lo vemos en las Tentaciones y sobre todo en la Cruz....)
- Ni hace milagros para satisfacer necesidades personales.
- Incluso, procuraba siempre que su Divinidad pasara desapercibida,
gustándole, incluso, denominarse, “ el hijo del hombre”.
¿Por qué estos destellos de su DIVINIDAD en la Transfiguración?
- Reconocida esta realidad de su naturaleza humana, hay que tener presente
que Jesús era también verdadero Dios y debía dejarnos constancia de su
Divinidad. Aunque son muy pocos los momentos en los que El nos deja
entrever su condición Divina, uno de esos momentos fue, precisamente, el
de la escena de la Transfiguración que hoy contemplamos.
- San León Magno apunta dos razones que pudieron motivar esta excepción:
1ª) Una razón, especialmente dirigida a sus discípulos presentes,
(testigos de aquella Transfiguración), que resume así S. León Magno:
.
Se acercaba el escándalo de la Cruz y Jesús preveía el desconcierto que
iba a producir en sus discípulos. Esta contemplación de su Divinidad,
aunque fugaz, podría ser una referencia reconfortadora para su fe, después
del escarnio de la Cruz”.
2ª) Y hay una segunda razón o enseñanza, válida para los hombres de
todos los tiempos que está contenida en el propio mensaje del Padre que se
dejó oír en aquel momento: "Este es mi hijo amado: ESCUCHADLE" .
- Y, ¿Cuál es la enseñanza que se nos invita a escuchar y aprender del Hijo
de Dios?
a) Que, efectivamente, todos estamos llamados a esa misma
transformaci￳n,” Transfiguración” suya, como nos lo atestigua San Pablo:
“El Se￱or Jesucristo transformará nuestra condición humilde, según
el modelo de su condici￳n gloriosa” (2ª Lectura, Fip.3,21)
Y en otro lugar:
“Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también nosotros
apareceremos juntamente con El en su Gloria” (Col. 3, 1-4)
b) Pero que, no podemos olvidar, que ese camino, que conduce a la
glorificación de nuestros cuerpos, ¡ ha de pasar, ineludiblemente, por el
proceso de la cruz!
Por eso, a aquella ocurrencia de Pedro: ¡Que bien se está aquí, hagamos
tres chozas…..!, Jesús hubo de aclararle que antes, era necesario bajar a
Jerusalén, donde Cristo iba a cargar con la más pesada de las cruces. Es esta
una condición indispensable para merecer nuestra glorificación.
- Estemos atentos porque, aquella peregrina ocurrencia de Pedro, la
podemos seguir protagonizando, en ocasiones, cualquiera de nosotros: cada
vez que tenemos la tentación de instalarnos en esas “chozas” de, nuestra
comodidad, de nuestro egoísmo, eludiendo cargar con la cruz del
cumplimiento de nuestros deberes y resistiéndonos a la “cruz” del proceso
de nuestra conversión.
- Este es el doble mensaje de Jesús en su Transfiguración:
- Que estamos llamados, por la glorificación, a la felicidad completa.
- Pero que, para alcanzarla, tenemos que estar dispuestos a bajar a
esa "particular Jerusalén" de nuestra lucha diaria, para desarraigar defectos
y para adquirir las virtudes cristianas. Guillermo Soto