Dar la vida
Helder Cámara, uno de los grandes profetas latinoamericanos, decía: “La vida es aprender a
amar”. Un aprendizaje nada fácil. Mucha gente queda aplazada, no solamente pierde un año
como en las escuelas o colegios, sino que pierden la vida, la hacen inútil, peor, intolerable.
La inmensa mayoría necesitamos un reforzamiento permanente. La confrontación con los
egoísmos actuales y la búsqueda de seguridad, impiden las lecciones del amor.
La Semana Santa es la cátedra viviente del amor. Isaías va insinuando los primeros pasos.
“Lengua de discípulos” para consolar. Oídos abiertos para responder a las exigencias del
seguimiento. Espalda fortalecida para sobrellevar el dolor universal y un silencio
denunciante de todo atropello cómplice de exclusiones, torturas y víctimas masacradas,
violadas, crucificadas. Es un amor sangrante que va en dirección a la Cruz.
En la mesa del Jueves Santo experimentamos el secreto primordial del amor: Dar la vida.
Jesús lo va diciendo y haciendo: “Ámense”, dice, pero lo hace a través del servicio.
“Sirvan” lo hace con palabras y gestos extremadamente claros: “Lavar los pies”. “Aprendan
a dar su vida” y Él lo hace partiendo, compartiendo y repartiendo el Pan, su cuerpo y el
Vino, su sangre”. Es decir, que Amar es dar y dar hasta el extremo de la vida toda.
El Domingo de Ramos comienza con un estallido de júbilo incontenible, tanto que las
mismas piedras estarían listas a tomar la vocería de la multitud si alguien intentara
acallarlas. Pero así mismo, anuncia en claro-oscuro, las sombras entrecortas del Viernes
Santo en donde se cambia el júbilo por un grito estremecedor: “¡Crucifíquenlo!” Son las
posiciones encontradas entre el des-amor crucificante y el Amor crucificado.
Cochabamba 20.03.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com