Pascua misericordiosa
Pasó en mi parroquia. Un joven, Eustaquio (cambio el nombre por respeto a la persona), lo
encuentro sentado en una de las bancas del parquecito del barrio en donde vivo. Está
desmadejado, la mirada quebrada y perdida, pálido, hambriento, dolorosamente triste. Una
música estridente lo adormece. Viene de provincia. Ha dejado su familia en búsqueda de
mejores oportunidades. No encuentra trabajo. Camina semi-nómada. Lo abrazo, lo invito a
comer algo. “Nadie me había abrazado ni me ha brindado un mendrugo de Pan”, me dice.
¿Qué le dirá la Pascua a este joven y a muchos más en su desesperación? me pregunto.
¿Podrá el grito de los que han hecho vigilia esta noche, acallar su hambre y su dolor? El
Papa Francisco nos exige buscar lo esencial, llegar a lo esencial, quedarnos con lo esencial.
Y ¿Qué es lo esencial? Pedro Casaldáliga, más de cien veces lo he citado, dice: “Lo único
absoluto es Dios y el hambre”. Qué desafío: Conjugar este binomio en este joven y Pascua.
Los Apóstoles estaban encerrados por miedo, cobardía, vergüenza. Su Maestro había
muerto y, ¡Qué muerte! Unas mujeres, ¡siempre la mujer! Les habían dicho que estaba
VIVO. La incredulidad y la incertidumbre los sobrecoge. Están sin futuro y sin esperanza.
Alguien les susurra una voz de ánimo, un grito alentador. Pareciera que se les abren las
puertas, el ventanal de la vida en nueva creación. Eso es Pascua. También nos llega.
Pascua es Vida y Vida nueva. ¡Cómo le digo a este joven y a todos a quienes andan en
sombras de muerte: Cristo está vivo y su vida te transforma, su vida te dignifica, su vida te
abre a horizontes nuevos! ¿Cómo? Convirtiéndonos al hermano, su hambre y su ausencia
de Dios, en un amor misericordioso que nos enseñe a compartir nuestro gozo y nuestra fe
en mesa tendida, abierta, universal en donde no haya exclusión, donde no haya hambre.
Cochabamba 27.03.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com